
En arquitectura, se sabe que si un escalón tiene apenas un milímetro más alto que los demás, puede provocar que quien lo suba se tropiece. Nuestro cuerpo memoriza el ritmo de los pasos, y esa mínima diferencia rompe la cadencia. Lo curioso es que este principio —lo pequeño que altera lo grande— también se aplica al universo.
El milímetro cósmico: ¿y si la gravedad fuera apenas diferente?
Imagina que la constante gravitacional fuera un poquito más fuerte o más débil. Solo un cambio minúsculo en su valor y… ¡boom! El universo como lo conocemos no existiría. Las estrellas no se formarían, los planetas no se mantendrían unidos, y la vida sería imposible. Es como si el cosmos estuviera calibrado con una precisión milimétrica, como una escalera que nadie debe tropezar.
El espacio también tiene sus trampas
La distancia entre la Tierra y el Sol varía ligeramente durante el año. Esa diferencia, aunque parezca mínima, afecta las estaciones, los climas y hasta los cultivos.
La inclinación del eje terrestre (23,5°) es otro ejemplo. Si fuera apenas diferente, tendríamos inviernos eternos o veranos abrasadores.
La expansión del universo ocurre a una velocidad tan precisa que si fuera un poco más rápida, las galaxias no se habrían formado; si fuera más lenta, el universo colapsaría sobre sí mismo.
¿Y en la mente humana?
Así como tropezamos por un milímetro en la escalera, también podemos tropezar por un pensamiento fuera de lugar, una palabra mal dicha, una emoción que se desborda. El universo interior también tiene sus medidas invisibles.
Fotografía: https://pixabay.com