Lic. Juan Carlos Cellerino –
Camina lento Smith por las calles repletas de tilos. En su mano derecha sostiene un papel con cruces. Admite que ya falta poco para que germine la tan ansiada revolución de las flores. La primavera está a un chasquido de dedos. Nunca tan ansiada por el común de los mortales, quizás por la quimera del picnic y la salida al encuentro con la naturaleza.
Las certezas derribadas como castillos de naipes producen tristeza en el común de los mortales. Ya nada es como era antes añoran los nostálgicos y Smith, lo es, por ello derrama lágrimas en silencio. -¿Qué será del mundo sin certezas?, se pregunta a menudo. No hay respuestas. Ni el más sesudo de los pensadores tiene una contestación. Simplemente porque no lo sabe. En ese meollo estamos ante el advenimiento de la revolución de las flores. Nada vale más que éste presente sombrío, aunque presente al fin.
La gente deambula por las calles sin rumbo fijo, al igual que el Sr. Smith. Tienen la mirada extraviada y un adminiculo que le cubre buena parte del rostro, similar a aquellos pañuelos utilizados en las protestas sociales que tapaban el rostro de aquel que quería visibilizar su reclamo. En ese gesto precisamente emerge la contradicción, visibilizar lo invisible, el rostro.
Smith cuenta con ahínco los días que faltan, 41 exactos, para que las flores ganen las calles. El gobierno cuenta día a día, las camas disponibles en los hospitales. Smith cuenta los días de encierro, la frustración del abrazo y el beso. El gobierno cuenta los días que lo separan de la futura elección. Smith clama por la libertad, sabe que el precio del encierro a esta altura es un costo muy alto para la psiquis. El gobierno reza para que no se desmadre la situación sanitaria. Smith cree que con la gente en las calles es imposible una vuelta atrás. El gobierno cree posible una vuelta atrás, una más, con el compromiso de que sea la última protección de la vida. A Smith le preocupa la vida. Al gobierno, la muerte. En esta encrucijada las flores ensayan una coreografía, entienden que ese momento de esplendor no le será vedado por un virus que aletargó las mentes y empobreció las almas.
Camina lento Smith como esa vaina que se tuerce pero no se dobla. El oficio de los años lo hace persistir hasta encontrar el camino. Nada lo detiene. Ni siquiera lo invisible que ha ganado tanto protagonismo por estos tiempos.