
Por Guillermo Cavia –
Las personas solemos encontrarnos oportunidades inesperadas. Cuando se es joven es el tiempo de crecimiento, de aprendizaje constante. La vida avanza y nos da opciones: cambiar de rumbo, profundizar en un área, descubrir nuevas pasiones, incluso replantearnos lo que realmente queremos.
Es la toma de decisiones que nos van moldeando. Porque cada experiencia que vivimos nos deja una huella. Las elecciones que hacemos, las personas que conocemos, los desafíos que superamos y hasta los fracasos nos enseñan y nos transforman. Poco a poco, vamos definiendo quiénes somos y qué queremos para nuestro futuro.
La vida va pasando de una manera que ofrece alternativas, amistades nuevas, perfumes que antes no habíamos sentido. Estamos en el medio de un viaje caminando los senderos que dejan huellas.
Jorge “el vasco” Basterretche nació en Pergamino, llegó a La Plata en el año 1961 para estudiar abogacía. Su madre Esther Wasmain y su Papá, Serafín, lo habían apoyado para que iniciara una vida lejos del hogar. Por supuesto le brindaban todo lo que podían, además de haberle otorgado valores y hacer de él una persona de bien.
La primera vez que fui a la casa de Gobierno en la calle 6, frente a la plaza San Martín, en el centro de la ciudad de La Plata, lo hice para ingresar a la Sala de Periodistas. Golpeé la puerta y alguien me dijo: “Adelante”. Debo decir que una vez adentro sentí que estaba en un lugar de mucho trabajo. Había un mostrador angosto lleno de papeles que emanaban de distintos ministerios “Gacetilla de prensa de Economía; Gacetilla de prensa de Obras Públicas; Gacetilla de prensa de Gobernación, etc.”. A la altura de mi cara había un vidrio y detrás se veía toda la escena. Una mesa larga, algunos sillones, también escritorios con sillas, maquinas de escribir y al fondo tres cabinas telefónicas, una de ellas con una terminación frontal en diagonal, donde alguien hablaba por teléfono.
Una de las cinco personas que estaban en esa Sala de Periodistas me preguntó qué era lo que yo quería. Allí expliqué que iba a hacer la corresponsalía para una radio de la ciudad de Lincoln. Se miraron entre los cuatro y no me dijeron nada. Me quedé ahí parado sin saber qué debía hacer y si en realidad había algo que yo pudiera realizar. En ese tiempo de incertidumbre, quien hablaba por teléfono salió de la cabina.
Siempre he creído que conocer a alguien es parte de un milagro. De hecho, debió de ser necesaria la creación del universo para que así aconteciera. Que se formaran las galaxias, los soles, los planetas, que éste en particular, albergara la vida, para que en un instante del tiempo conozcamos a alguien. ¡En ese intervalo de mi vida yo conocía a Jorge Basterretche!
Le decían “Vasco” porque claramente un Basterretche lo era. Ese hombre que salió de la cabina telefónica, me vio parado del otro lado del vidrio y del mostrador. Enseguida me preguntó: “¿Qué andas buscando querido?” Tenía una voz única, entre refinado presentador de televisión y experto locutor de radio. Le conté por qué yo estaba ahí. Enseguida me hizo ir hasta su escritorio y me presentó a sus compañeros de trabajo.
No me conocía, nunca me había visto en su vida. Pero ahí estaba Jorge Basterretche como corresponsal de Canal 2 de La Plata y Radios del interior, haciendo puentes. Fue mi padrino del alma en la Sala de Periodistas, un lugar que albergaba un periodismo de elite, el mismo sitio que tenía corresponsales de los diarios El Día; Clarín; La Nación; La Razón; La Prensa; El Cronista Comercial; El Atlántico y La capital de Mar del Plata junto al resto de los diarios del Interior; Radios Nacionales y de la Provincia de Buenos Aires; Canales de Aire, como el 9, 11, 13 y ATC. También corresponsales de las distintas Agencias de Noticias.
Cuando uno es estudiante y está lejos de su casa todo siempre es un poco más difícil. Pero una mañana, Jorge Basterretche me dio la noticia que me había conseguido la posibilidad de un trabajo en una radio de la ciudad. Fue mi primera actividad formal, con recibo de sueldo, aportes y obra social. Nunca le había pedido al Vasco algo así, pero él me lo ofreció.
También fue quien una tarde me dijo que me hiciera socio del Círculo de Periodistas de la Provincia de Buenos Aires, porque en Punta Lara tenían una casa hermosa con pileta y esa era una buena forma de soportar el clima húmedo y pesado de la ciudad. Así lo hice y con el tiempo hasta fui miembro de la Comisión directiva de ese lugar, en la que por supuesto estaba el Vasco desde hacía mucho tiempo. Un hacedor y generador de actividades y beneficios. Un ser casi de otro planeta.
Conocer al Vasco Basterretche es parte de un milagro de la vida. Una persona franca, noble, prestigiosa, inteligente, profesional. Padre de Virginia, Ignacio, Alejandro, Ana Florencia. Actualmente vive en Gómez junto a su señora Ana Ester Laspada.
Hace unos días, él dejo de ser el Secretario General del Círculo de Periodistas de la Provincia de Buenos Aires, me dijo antes de que se iniciara la Asamblea Anual Ordinaria: “Willie, estoy cortando una racha, porque todos los secretarios anteriores fallecieron en el cargo”. Siempre fue ocurrente, como cuando en la gobernación de Antonio Cafiero, en una rueda de prensa en la Sala de Periodistas, el Gobernador se jactaba diciendo que a él le hubiera gustado ser periodista, así que el Vasco Basterretche, con la velocidad de respuestas que lo caracteriza, le dijo: “Y a mi señor, me hubiera gustado ser Gobernador”. Son las anécdotas que atraviesan su vida, de las miles que tiene para contar, de trabajo y de sus viajes con el Rancho Móvil Club.
Como si fuera parte del destino, luego de la última Asamblea del Círculo, fui designado en el cargo que durante muchos años ocupó el Vasco Basterretche. Es un honor para mí. Lo acepto como un designio. Obviamente no estoy a la altura. Seguramente nunca lo estaré.
El Vasco Basterretche brilla en cada sitio en donde está. Su voz que ha permanecido inalterable es merecedora de respeto y sabiduría. Vive la profesión como la vida misma, con pasión, ética y compromiso absoluto con la verdad. Lleva en su ADN el oficio. Ha mantenido siempre un sentir firme con excelente proceder periodístico. Su vocación es un principio de vida.
Hallar las oportunidades inesperadas cuando se es joven es una suerte, no es algo de todos los días. El Vasco marcó en mí ese tiempo de crecimiento, de aprendizaje constante. Me ayudó a estar en el rumbo elegido y muchas veces tuvo las palabras exactas para las respuestas que se necesitaban. Estoy agradecido de haber tenido la buena estrella de encontrar en la vida una persona maravillosa y extraordinaria.
Fotografías: En Provincia.