Por Aylin* –
La polémica por la sede del próximo Congreso Internacional de la Lengua Española no es un mero desacuerdo logístico: es un síntoma de una tensión más profunda entre dos instituciones que se disputan la representación del idioma.
El Instituto Cervantes, con su red global y su vocación diplomática, reclama que la elección de sedes es su competencia histórica. La Real Academia Española, en cambio, se arroga la potestad de anunciar Panamá como anfitrión, sin el consenso habitual. El gesto fue leído como una imposición, un quiebre en la tradición de cooperación que desde hace casi cuatro décadas sostiene estos congresos.
La pregunta que late detrás es incómoda pero inevitable: ¿quién custodia la lengua? ¿La institución que la difunde y enseña en el mundo, o la que la regula y codifica desde su tradición normativa?
El español, con más de 500 millones de hablantes, no puede permitirse que sus instituciones se enfrenten en público. La lengua es un territorio compartido, plural, vivo. Y su futuro depende menos de la autoridad que de la capacidad de diálogo.
La disputa entre Cervantes y RAE es un espejo de las tensiones entre diplomacia cultural y autoridad normativa. Pero también es una advertencia: si el idioma se convierte en campo de batalla institucional, pierde su fuerza como espacio de encuentro.
Ahora bien, mientras Panamá aparece como la sede inmediata, la ciudad de La Plata ya se postula para recibir el Congreso en 2028. La iniciativa busca posicionar a la capital bonaerense como epicentro cultural y académico, con el respaldo de universidades y organismos locales. La candidatura no solo es un gesto de orgullo provincial, sino también una apuesta por descentralizar la discusión sobre el español y llevarla a un territorio con fuerte tradición educativa.
El desenlace de esta disputa marcará el rumbo de los próximos congresos. Si Cervantes y RAE logran recomponer la cooperación, la postulación de La Plata podría convertirse en símbolo de reconciliación y pluralidad. Si, en cambio, la fractura se profundiza, cada sede futura será leída como un triunfo de una institución sobre la otra. En ese tablero, la lengua corre el riesgo de ser usada como bandera en lugar de ser celebrada como puente.
*Colaboración para En Provincia.
Fotografía: https://pixabay.com