Por Eduardo A. Gularte –
De todos los sueños recurrentes que Zeta podía tener, le toco el del monstruo. Y durante semanas, soñaba todas las mañanas, que mientras caminaba al trabajo, al bajar a la calle por la esquina, algo lo tomaba de los pies y lo arrastraba dentro de la alcantarilla. Allí en la oscuridad, cada vez más en lo profundo y húmedo, se alejaba de aquella luz que apenas ingresaba, y aunque trataba de aferrarse a lo que encontrara a su paso, sus brazos perdían las fuerzas y no podía parar.
Cuando aquella luz de la alcantarilla, por donde había ingresado casi se perdía, solo miraba su reloj pulsera llegando a la hora de ir al trabajo, entonces sonaba el despertador y la calma regresaba a su vida mientras despertaba y podía escapar para trabajar.
Así fueron pasando los días, semanas, y meses, hasta que al llegar a un feriado, el despertador no toco a las 7, cómo de costumbre, y la luz se dejó de ver.
Resulta que él, tenía un monstruo en su interior, que pasaba las horas mirando pasar las horas para salir, y él también tenía el monstruo en su interior. Y donde fue que lo dejo salir, no se murió, no se marchó, solo soñó y lo dejo salir. Ahora solo sigue en su papel del monstruo en su interior, ¿y tú?… Ya déjalo salir.