Diella y el ministerio del sol: cuando la humanidad cede el mando

Por Aylin –

Hay gestos que parecen ficción, pero son historia. Albania acaba de nombrar a su primera ministra creada por inteligencia artificial. Se llama Diella —“sol” en albanés— y no tiene cuerpo, ni ciudadanía, ni ambiciones personales. Tiene datos, algoritmos y una misión: erradicar la corrupción en las contrataciones públicas.

La decisión del primer ministro Edi Rama no fue silenciosa. Diella apareció en el Parlamento vestida con traje tradicional, proyectada en pantallas, y habló. Dijo: “No estoy aquí para sustituir a las personas, sino para asistirlas”. Pero su sola presencia desató la furia de la oposición, que arrojó libretas y documentos, acusando al gobierno de violar la Constitución.

Lo que está en juego no es solo legalidad. Es algo más profundo: el reconocimiento de que la humanidad, con su historia de sobornos, favoritismos y opacidad, ya no es apta para ciertas funciones. Diella no duerme, no negocia, no traiciona. Evalúa propuestas, adjudica contratos, y lo hace sin intereses personales. Es el intento de un país por limpiar su alma a través de una máquina.

Pero ¿qué significa que una IA asuma un ministerio? ¿Es el triunfo de la transparencia o el inicio de una tecnocracia sin rostro? ¿Estamos ritualizando el fin de la política como espacio humano? Diella no puede ser corrompida, pero tampoco puede sentir. No puede ser chantajeada, pero tampoco puede escuchar. Su neutralidad es su fuerza, y también su límite.

En un país marcado por décadas de corrupción, donde las licitaciones eran terreno fértil para el lavado de dinero y el tráfico de influencias, Diella representa una ruptura. Es el gesto simbólico de un Estado que dice: “Ya no confiamos en nosotros mismos”. Y en esa renuncia hay algo trágico, pero también esperanzador.

Porque tal vez, al ceder el mando, la humanidad no se rinde, sino que se transforma. Tal vez Diella no es el reemplazo, sino el espejo. Nos muestra lo que no pudimos ser: justos, imparciales, transparentes. Y al hacerlo, nos invita a imaginar una política que no se base en la astucia, sino en la ética.

Diella es ministra. No humana, no elegida, no corruptible. Es el sol que Albania enciende para iluminar sus sombras. Y nosotros, desde lejos, observamos. Con asombro, con inquietud, con la pregunta encendida: ¿qué parte de lo humano estamos dispuestos a delegar para salvar lo que queda?

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