De la brecha digital al pleno ejercicio de la ciudadanía en la red: el desafío actual

Profesor Dr. Luis Sujatovich – UNQ – UDE –

La consolidación del Estado nación argentino es un proceso político y militar que tiene sus orígenes en 1810 y cuyos hitos decimonónicos podrían resumirse en tres: la asunción a la presidencia de B. Mitre en 1862, la guerra de la Triple Alianza (1865-1870) y la controversial conquista del desierto (1878 y 1885). No es casual que poco tiempo después hayan surgido fuertes reclamos sociales: una vez asegurada la soberanía y constituidos los gobiernos, estaban dadas las condiciones para formular petitorios. Sin un Estado organizado y en funcionamiento se hacía difícil establecer a quien debían dirigirse los reclamos y principalmente, era menos probable que se pudiera organizar un movimiento social considerable en favor del petitorio dado la poca posibilidad de obtener un triunfo. En consecuencia, la condición de posibilidad de la existencia del ciudadano está dada por el funcionamiento de las instituciones, el reconocimiento de los derechos y por la división de poderes.

¿Qué sucedería si nos detuviéramos a pensar acerca de las condiciones del ciudadano digital? ¿Cuáles serían los acontecimientos históricos a destacar? ¿Es que no hay patriotas, villanos, hombres y mujeres ilustres que conforman la base misma del ser nacional? ¿Existe la República Argentina en la red? Sin dudas allí las fronteras se vuelven muy difusas y sólo nos queda acudir a la brecha digital como recurso para sostener dentro el reclamo de quienes están detrás del último cable de conexión a Internet.

La dicotomía civilización o barbarie representaba el pensamiento de una gran parte de la clase dirigente del siglo XIX y su relevancia no responde solamente al desempeño de su autor sino también a su pertinencia: las ciudades y zonas productivas se veían amenazadas por los sujetos bárbaros y por lo tanto, la única forma que encontraron viable fue la exterminación. Sin embargo, en la ciudadanía digital quienes están atrapados en la brecha digital poco pueden hacer para que sus derechos se consideren: la ausencia de su participación les impide realizar acciones concretas que los hagan visibles. Incluso, siguiendo el razonamiento planteado: no son ciudadanos hasta que formen parte de la red.

Esta ausencia doble no están ni pueden pedir el ingreso representa un desafío tan exigente como el que debieron enfrentar nuestras dirigencias para contribuir al desarrollo equitativo de la sociedad en su conjunto. La primera respuesta podría ser aumentar el alcance de la red y facilitar el acceso a dispositivos digitales que resuelvan de forma rápida y eficiente esta situación que la pandemia ha dejado en evidencia.

Sin embargo, así como amplios sectores sociales no se conformaron con el reconocimiento de su condición de ciudadanos y pugnaron por obtener mejoras en todos los ámbitos de sus vidas (jornada de ocho horas, descanso dominical, jubilación, etc.) hasta que lograron establecer una legislación acorde a algunas de sus demandas, es posible colegir que no alcanza con eliminar la brecha digital en su faceta de equipamiento. Eso sería el paso indispensable (y urgente) para otorgarles el ingreso, algo así como el documento de identidad. Resta, por lo tanto, crear las condiciones para el desarrollo de habilidades que les permitan desarrollarse de forma autónoma, crítica y creativa. Esta vez no hay luchas fratricidas, ni guerras ni ocupación de territorio que puedan ser un atajo para resolver las problemáticas contemporáneas.