Boro: un libro para quienes aman y se dejan amar

Por Por Claudio Reynaldo Gómez –

La conducta de mayor generosidad que puede exhibir una persona es la de compartir las cosas que ama. Es un rasgo distintivo de la nobleza humana y, por cierto, no muy común. Cada tanto, alguien insiste a  otro en que pruebe determinado plato, visite un museo específico o escuche una música que le resultara inolvidable. Es una acción transferencial: uno pretende incluir al resto en una experiencia personal que le ha cambiado la vida. 

De eso, de esa condición, habla el libro “Boro, el hijo de la Selva”. Se trata de un recorrido por las maravillosas sensaciones que atravesó (y atraviesa) la autora, Selva Simón con su amigo Boro.

Boro es un perro. Al menos eso es lo primero que un observador poco agudo podría señalar al verlo mover su cola o al sentir su hocico fresco humeándole el cachete. El libro impone y desarrolla una feliz estrategia que desmiente esa primera y equívoca  impresión. A lo largo de unas cuantas páginas de rememoraciones, la autora -que retoma un tema ya evocado en otras de sus publicaciones- comparte esa felicidad con los demás: “A veces considero que soy una exagerada en escribir lo que escribo, simplemente es tan fuerte el amor que siento hacia mi perro…”, escribe.

Pero más allá de su legítima intención, anida en Selva una pregunta que no puede responder y, acaso, al ponerla en letras, supone que los demás podrán ayudarla. No lo dice, pero el libro desprende esa incógnita fervorosa que, a la vez que nos conmueve, nos delata: ¿Se puede amar tan profundamente? Y, en tal caso, ¿cuáles son las razones que promueven semejante sentimiento, desbordante, inevitable?

“Boro, el hijo de la Selva” es un recorrido al que nadie puede negarse. Tiene información histórica sobre el papel de los perros en las civilizaciones del mundo, abunda en perseverantes recordatorios de lo que las personas sienten por los animales y juega, por cierto, con inefable sensibilidad, en la memoria (o mejor dicho, en la recuperación de la memoria) de quienes han visto sus propios ojos en los ojos de un amigo.

El prólogo de Elvira Yorio y el texto de contratapa de Sonia Cedrés vienen a completar, con exquisita frescura, un escrito nostálgico y vigente. La soledad de las personas está salvada por las figuras cotidianas que caminan por el escenario de la vida. Boro es esencialmente un protagonista y un espectador de esa vida personal y Selva es su contexto. O puede ser al revés. Solo Dios sabe la respuesta.

Boro es un libro para quienes aman y se dejan amar.