Ariel Scolari: Una luz

Una luz

Una simple luz del mechero de ese farol de cambista que balanceándose en el brazo del hombre le indica al personal de conducción cual es la maniobra a realizar.

De ese pequeño haz de luz depende la vida del arriesgado hombre que debe desarrollar esa tarea…Una pequeña luz allá arriba, que dependiendo la posición de la señal se verá verde o roja indicando si ese tren tiene vía o debe detenerse…Ese humilde mechero a querosene del farol de bronce que brinda una tenue luz mortecina en la estación de la línea, alejada de toda civilización y muchas veces con un solo ocupante de la misma, brindando esa luz una pequeña compañía…Esa pequeña luz del coche reservado que brinda en las noches “una jornada más larga” para que lleguen a tiempo los informes requeridos de tal o cual situación…Esa luz del último coche de pasajero que le indica al personal de conducción que viene todo el tren…Esa humilde vela que apoyada en la pequeña mesa del furgón de cola es compañera de cada guarda en esas jornadas casi interminables donde hay que fraccionar y “quedan tirados con un corte” en medio de la nada y a la espera que regresen a buscarlos…Esa humilde lámpara que alimentada a carburo brinda una pequeña luz para que los viejos empleados de galpón puedan desarrollar sus tareas de noche, en depósitos oscuros y casi solitarios…Una luz que con su verde “nos da vía” para una vida mejor.

Siempre vamos detrás de esa ilusión…Una pequeña luz, por más débil que sea la misma, y que convierte la más profunda oscuridad  en un lugar en el cual ya nunca más será todo negro.

Una pequeña luz, ese haz de vida que todos nos aferramos en mantenerla viva, logrando con ellos nuestra subsistencia.

Una luz que al final  del camino nos conducirá al más allá…Una luz que sea como sea nos envuelve en esa magia. Simplemente “una luz”.