
Por Elvira Yorio –
En ocasión de celebrarse las III Jornadas Nacionales del Ministerio Público, en Santa Fé, el entonces Procurador de la Suprema Corte de esa provincia Dr. Emilio Maldonado Puig, me honró encomendándome decir unas palabras en el acto de apertura. Han transcurrido desde entonces varias décadas, pero sigo pensando lo mismo respecto de la justicia y los jueces. Me permito compartir esos conceptos, pues vienen a mi memoria ante la difusión de hechos atribuidos a una magistrada bonaerense. Dije entonces:
“ Lao Tse, el ilustre pensador chino, concebía la justicia como acción querida y ejecución de acción. Es decir, que más allá de una concepción abstracta e ideal de aquélla, la percibió con un criterio dinámico, como una realidad. Y acuñó una frase que me impresionó mucho en los comienzos de mi carrera jurídica. Dijo: “ Perdida la fe, queda la justicia”. Adviértase: frustrado el mejor reducto de la esperanza del hombre…todavía queda la justicia, como definitivo bastión, como último refugio. Transcurridos algunos siglos, en este presente particular que vive nuestra república, contemplando un pueblo que día a día va perdiendo la fe, me pregunto: ciertamente ¿aún nos queda la justicia? ¿Es en verdad justicia un organismo carente de los elementos esenciales para cumplir su cometido? ¿Es justicia un procedimiento tan farragoso y lento, que rara vez consigue restituir en plenitud los derechos conculcados?¿Es justicia un órgano en el que excepcionalmente se respeta la idoneidad y la carrara judicial, designando a sus integrantes por prebendas políticas? ¿Es justicia un estamento social que, debiendo lucir prístino, sin mácula, ha comenzado a sufrir la perniciosa infiltración de la corrupción? Estos interrogantes debemos contestarlos con valentía, replanteándonos cuál es la justicia que queremos y cómo podemos construirla.
El sentimiento de justicia arraiga tempranamente en el ser humano. El niño lo capta, o mejor…lo intuye en una forma primitiva y emocional. Con el tiempo, ese concepto que poseía instintivamente, se va reelaborando a medida que adquiere nuevas experiencias, incorpora elementos que le proporciona el medio o conocimientos que le son impartidos.
En el campo del derecho, es uno de los temas que, con más profundidad y versación se han tratado. Importantísimo tópico de la iusfilosofía, cuyo análisis transitó desde el ámbito del derecho natural hasta el plano axiológico. Como expresara Vallet de Goytisolo, además de las posiciones puramente formales de la justicia, se la ha representado como una virtud, como una idea, como un valor, como un a esencia… Pero, es del caso señalar que al ciudadano no le interesa la teorización de la justicia, sino su realización concreta. No olvidemos que, como afirma García de Enterría, el derecho no es un órgano del Estado, sino una función de la comunidad. Y tan cierto es esto que se pudo prescindir del Poder Legislativo, se actuó con un Poder Ejecutivo desnaturalizado en su propia esencia, pero jamás, ni dentro, ni fuera de la democracia, dejó de existir el Poder Judicial, con su organización estamentaria intacta. Se podrá decir que fue más o menos eficaz, pero lo cierto es que persistió. Porque aún el gobierno más autoritario, el régimen más despótico, el sistema más dictatorial, tácitamente reconocieron que no es posible concebir el desenvolvimiento de la comunidad, sin un órgano regulador de las disfunciones sociales. Todos recordamos aquellas maravillosas páginas escritas por Calamandrei “Elogio de los jueces escrito popr un abogado”, cuando relata que en Italia, la vida del estado no se hundió en el caos, porque contó con una magistratura que había permanecido fundamentalmente sana a través del oprobio de tantos años de fascismo, pues más allá de sombras y debilidades individuales, fue la magistratura el cuerpo que siguió considerando su función como una misión y un compromiso de fidelidad. Aclara que su elogio va dirigido a la condición humana del magistrado italiano, a esa orden de ascetas civiles que, condenados en una sociedad cada vez más displicente con los valores morales, a la soledad, al aislamiento, en algunos períodos también a la miseria… y sin embargo, capaces de permanecer con dignidad en su puesto aún en tiempos de cataclismo general, para tratar de introducir en las fórmulas despiadadas de las leyes, la comprensión humana de la razón. Dentro de la línea de pensamiento del inolvidable maestro florentino, también creemos que el ejercicio de una función dentro de la justicia, es algo más que un medio de ganarse el sustento, supone el cumplimiento de una vocación de servicio que no admite claudicaciones de ninguna índole. Por ello, tan acertada la inclusión en el temario de estas jornadas de los puntos relativos a designación y enjuiciamiento de los magistrados. Por cierto, una institución que no es capaz de desprenderse de sus componentes inidóneos o inmorales, no logrará jamás fortalecerse, ni suscitar credibilidad y respeto.
¿Por qué es admirable el Derecho Romano? Asombra su permanente vigencia que ha sobrevivido al embate de los siglos. Muchas de sus instituciones hoy nos rigen. Sin embargo, el secreto de esta permanencia es simple: alejados de toda teorización estéril, se basaron solo en un pragmatismo inspirado en el sentido común. Vivieron la realidad y supieron interpretarla inteligentemente. Las generaciones posteriores se apegaron a conceptualismos que, transcurrido el tiempo de su apogeo, fueron reemplazados por otras teorías igualmente ineficaces, pues dentro de sus moldes se pretendió encasillar la realidad, o sea: se siguió exactamente el camino inverso al debido. Estas reflexiones las traigo a colación porque estos cónclaves retoman la senda adecuada: plantean problemas concretos del ejercicio cotidiano.
Al Ministerio Público le corresponde, en esta etapa crucial de la vida institucional argentina, una preponderante actuación. Como representante de la comunidad debe asumir en plenitud el rol que le compete, es un imperativo de la hora actual.
En el epitafio puesto en la tumba de Leónidas y los espartanos que combatieron en las Termópilas, se lee: “Extranjero, ve a Esparta y di que hemos muerto aquí, en defensa de nuestras leyes”. Si bien hoy es impensable exigir esa forma de heroísmo, esperamos al menos que, aquéllos que tienen la augusta misión de custodiar su observancia, las apliquen y, a la vez, las cumplan.
¿Algún día podrán restablecerse las instituciones de la república? El futuro del país depende de ello.
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