Calamaro pidió la vuelta de la colimba y ya hay gente buscando en su casa botellas vacías de marcas extrañas

Reynaldo Claudio Gómez –

Andrés Calamaro abandonó por un rato su sofisiticada poética para sorprender a la opinión pública con un tema que poco de musical tiene, aunque, es cierto, resonó bastante. Sorprendente, decíamos, porque no valen aquí muchos otros calificativos más que sorprendente o desconcertante. Se metió en un tema que había deslumbrado con parecido entusiasmo al ex diputado de amarilla presencia miediática, Alfredo Olmedo y a otros cultores de la-disciplina-es-el-otro: Sí, la vuelta del servicio militar.

“La vuelta del servicio militar obligatorio es indispensable como verdadera educación libre y gratuita (y obligatoria). Formar a los hombres y las mujeres. Servicio militar obligatorio para todos y todas”, promovió desde su cuenta de Twiter el Salmón.

Es justo decir que no pocos pensaron que la red personal de esta figura del bussines había resultado hackeada. Pero, no. Efectivamente, Calamaro había dicho eso.

Es más, ante la pregunta de un seguidor acerca del tiempo y lugar donde él había completado esa envejecida esponsabilidad cívica, el autor de “Flaca”, repondió: “Desafortunadamente, no cumplí con mis deberes ciudadanos. Era una época distinta (y otro el rol de las fuerzas armadas). Pero me gustaría que los jóvenes tengan esa posibilidad gratuita, formarse como hombres y mujeres”.

“Es educación, formación libre, gratuita y obligatoria, para hombres y mujeres. No nos gusta la realidad en la calle, nuestro pueblo sufre de carencias y adicciones, tanto delito social y crisis. Nos vendría bien formar hombres y mujeres”, argumentó el músico, como mirando de lejos y ajeno a la realidad social de un país que padece crisis de Usuhaia a La Quiaca.

Es curisosa la posición de Calamaro, porque proviene de una persona que ha escrito cosas maravillosas acerca de la libertad. Cuesta encajarlo en la línea de las facilidades de la impronta disciplinaria que arregla todo a fuerza de orden cerrado. Vincular a la colimba (acrónimo de Corre-Limpia-Barre) con la educación es como comparar un gorrión con una gomera.

Más allá de gustos y disgustos personales y aún grupales acerca de la experiencia de quienes completaron el servicio militar obligatorio, la mayoría de los hombres adultos coincide en que allí no se aprende mucho de lo que llamaríamos aprender en terminos escolares, aunque se adquieren algunos hábitos de una anigüedad diluviana: lavar el piso con un cepillo de dientes o vestirse en 10 segundos a riesgo de calabozo figuraron entre las pedagogías más comunes y menos peligrosas a la integridad de los soldados.

En Argentina el Servicio Militar Obligatorio fue instituido en el año 1901 por el entonces ministro de Guerra, Pablo Richieri, durante la última presidencia de Julio Argentino Roca.

La edad de los reclutas y el tiempo de su permanencia en el servicio varió con el tiempo. En sus comienzos, se reclutaba a ciudadanos de entre 20 y 21 años, y su duración oscilaba entre los 18 y 24 meses.

El asesinato del conscripto Omar Carrasco, de apenas 18 años, por parte de otros dos soldados instigados por un oficial, terminó con el servicio militar obligatorio.

La decadencia del honor y el presupuesto de las Fuerzas Armadas ya había limado bastante la legitimidad de la colimba en el país. Lo de Carrasco fue la gota final en un dique que terminó de ceder con la sumatoria de denuncias de abuso físico y psicológico aparecidas en guarniciones y batallones de todo el país. Así, el 31 de agosto de 1994, durante el gobierno de Carlos Menem, se suspendió la ley del Servicio Militar Obligatorio.

Sin embargo, la conscripción militar no ha sido abolida. La Ley de servicio militar obligatorio sigue vigente; puede ser puesta en práctica en tiempos de guerra, crisis o emergencia nacional.

Alguna vez, Charly García publicó una apretada biografía. Lo hizo cuando era tan joven que su vida escrita se extendió poco más allá de los años de Sui Géneris. Ese librito debe existir solo en algunas cuidadas bibliotecas de sus fanáticos. En él, quien esto escribe leyó una descripción perturbadora unos meses antes de ingresar a cumplir con su propio y obligatorio deber cívico.

Dijo Charly: “Para los que no lo saben, antes, hasta 1995 (creo), cuando cumplías 18 años, y estaba en lo mejor de tu vida, te llamaban para hacer el “Servicio Militar Obligatorio”. Ahí, te rapaban el pelo de manera ridícula, y los militares, te maltrataban de varias formas durante aproximadamente un año (a veces más.) Alguna gente con serios problemas mentales cree que eso es bueno y quiere que eso vuelva”.
Ojo, lo dijo Charly.