Chubut sin fueros: cuando la ciudadanía escribe su propia Constitución

Editorial –

En octubre de 2025, la provincia de Chubut inscribió una página inédita en la dramaturgia institucional argentina: mediante referéndum popular, eliminó los fueros judiciales, legislativos y sindicales de su Constitución. El gesto no fue técnico ni administrativo. Fue un acto editorial, una escena que reclama algo que hace décadas debiera ocurrir en Argentina.

Con el 63,61% de los votos afirmativos, Chubut no solo modificó dos artículos constitucionales: desmanteló el blindaje simbólico que separaba al poder de la responsabilidad. El fuero, históricamente concebido como escudo frente a persecuciones políticas, se había convertido en privilegio frente a la justicia. Al suprimirlo, la provincia no renuncia a la protección democrática; renueva su pacto ético con la ciudadanía.

Este gesto inaugura una nueva gramática institucional: una política sin fueros es una política que se expone, que se responsabiliza, que se vuelve cuerpo común. La igualdad ante la ley deja de ser una promesa abstracta y se convierte en acto performativo. Chubut no solo reforma: ritualiza una ruptura con la arquitectura del privilegio.

Pero esta escena no puede quedar aislada. Si el gesto de Chubut no se replica, corre el riesgo de convertirse en excepción, en anécdota en medio de una isla ética. Por eso, esta columna no celebra un hecho local: convoca a una transformación federal. Cada provincia argentina está llamada a escribir su propia versión de esta escena. Y la Nación, como garante del pacto republicano, debe asumir el gesto como horizonte constitucional.

Eliminar los fueros no es abolir la política. Es reimaginarla desde la vulnerabilidad compartida. Es decirle al ciudadano que el poder ya no se blinda, que ahora se somete, que todo se responsabiliza sin engaños, sin protecciones desiguales que eran son solo para elegidos.

Chubut nos ofrece una primera página. Ahora es el momento que el resto de las provincias —y la Nación— se atrevan a escribir las siguientes. Porque cuando la ciudadanía escribe su propia Constitución, la democracia se transforma en ritual de responsabilidad. Es la llave que abre las puertas de parte de la credibilidad que necesita la clase política.