
Por Lic. en Derecho Liliana Pizarro Martinefsky* –
Una misma fecha, dos narrativas, un diálogo pendiente.
Cada 12 de octubre, un calendario compartido revela historias distintas. En España se celebra el Día de la Hispanidad, conmemorando la llegada de Cristóbal Colón a América y la proyección del idioma y la cultura española en el mundo. Al otro lado del Atlántico, Argentina renombró esta fecha como Día del Respeto a la Diversidad Cultural, abandonando la antigua denominación de “Día de la Raza”. Dos nombres, dos perspectivas, una misma pregunta: ¿cómo recordamos nuestro pasado compartido?
Para quienes vivimos entre ambos mundos —argentinos residiendo en España, españoles con raíces latinoamericanas, o simplemente observadores de este puente transatlántico— la fecha nos coloca en un lugar incómodo y revelador. Es el espacio donde conviven la nostalgia y la crítica, el orgullo y el cuestionamiento, la celebración y la memoria del dolor.
El peso de las palabras
Las palabras importan, y los nombres que damos a nuestras conmemoraciones revelan cómo nos relacionamos con la historia. En 2010, Argentina dio un paso simbólico pero significativo. A través del Decreto 1584/2010, se modificó oficialmente la denominación del feriado del 12 de octubre. Ya no sería el “Día de la Raza”, sino el “Día del Respeto a la Diversidad Cultural”.
Los fundamentos del decreto son claros en su intención: dejar atrás el concepto biológico y jerárquico de “raza” para promover una reflexión histórica que reconozca a los pueblos originarios y fomente el diálogo intercultural. El cambio no buscaba borrar la historia, sino resignificarla desde una mirada inclusiva, reconociendo que la llegada de Colón a América no fue solo un “encuentro de dos mundos”, sino también el inicio de un proceso traumático de conquista, colonización y, en muchos casos, exterminio de culturas milenarias.
Este giro semántico responde a décadas de reclamos de movimientos de los pueblos indígenas, académicos y sectores sociales que señalaban la violencia implícita en celebrar acríticamente una fecha que, para millones de personas, marca el comienzo de siglos de opresión. El nuevo nombre no niega los vínculos culturales y lingüísticos que unen a España con América Latina, pero los sitúa en un marco más complejo y honesto.
La hispanidad: entre el orgullo y la autocrítica
Mientras tanto, en España, el Día de la Hispanidad sigue siendo una fiesta nacional que celebra la proyección global del idioma español y los lazos culturales con América Latina. Los desfiles militares, los discursos institucionales y las celebraciones oficiales enmarcan la fecha en un relato de grandeza histórica y unidad cultural.
Sin embargo, en la propia España existe un debate creciente sobre cómo abordar el legado colonial. Sectores progresistas, académicos y voces críticas cuestionan una narrativa que minimiza o ignora las consecuencias devastadoras de la conquista. No se trata de negar los aportes culturales mutuos —la lengua, el mestizaje, las intercambios artísticos y filosóficos— sino de reconocer que ese proceso estuvo marcado por la violencia, la esclavitud y la imposición cultural.
Para muchos argentinos que vivimos en España, el 12 de octubre es un día de sensaciones encontradas. Se celebra en las calles de Madrid o Barcelona una fecha que en Buenos Aires, Córdoba o Rosario invita a la reflexión crítica. ¿Cómo se habita ese desfase? ¿Se puede honrar los vínculos sin romantizar la historia? ¿Es posible sentir pertenencia a una cultura sin avalar todos los episodios de su pasado?
Buscando puentes, no trincheras
Quizás el verdadero desafío no sea decidir cuál de las dos visiones es la correcta, sino reconocer que ambas contienen verdades parciales y necesarias. España y América Latina comparten una historia común, pero esa historia fue vivida desde lugares radicalmente distintos. Pretender una única narrativa sería tan reduccionista como negar los vínculos reales que nos unen.
El cambio argentino de 2010 no buscó romper lazos con España, sino reformular la relación desde el respeto y la honestidad histórica. Reconocer el dolor no cancela los aportes culturales; de hecho, los hace más genuinos. Hablar de diversidad cultural no implica rechazar la herencia hispánica, sino ubicarla dentro de un mosaico más amplio donde también tienen lugar las voces indígenas, afrodescendientes y migrantes de todo el mundo que forjaron las identidades latinoamericanas.
Para quienes navegamos entre ambas orillas, el 12 de octubre puede ser una oportunidad de diálogo en lugar de confrontación. Podemos reconocer que el idioma que compartimos fue también impuesto por la fuerza, y aun así celebrar su riqueza y capacidad de conectarnos. Podemos aceptar que la llegada de Colón marcó el inicio de una catástrofe demográfica y cultural para millones de personas, sin por ello renunciar a los vínculos familiares, afectivos y culturales que nos unen con España.
Las sociedades maduras construyen memorias complejas, capaces de sostener contradicciones, de honrar legados y reconocer heridas. El 12 de octubre nos invita a ese ejercicio: mirar la historia de frente, sin heroísmos simplistas ni victimizaciones absolutas.
Argentina, al renombrar esta fecha, eligió el camino de la reflexión y el respeto. No eliminó la conmemoración, sino que la transformó. España, por su parte, tiene la oportunidad de enriquecer su celebración con una mirada más autocrítica y empática hacia las experiencias de quienes sufrieron las consecuencias de la conquista.
El 12 de octubre puede ser, entonces, un día para celebrar lo que nos une sin ocultar lo que nos duele. Un día para el diálogo, no para las trincheras. Un día para recordar que la grandeza de una cultura no se mide por su capacidad de conquista, sino por su disposición a reconocer y aprender de todas las voces que la componen.
*Colaboración Especial desde España para En Provincia – alimotxe54@gmail.com
Fotografías: https://pixabay.com