
Por Elvira Yorio –
Aún no había traspuesto el pórtico de la iglesia, pero el sonido del órgano grave y solemne, salió a su encuentro. El niño se estremeció, esas notas parecían rozar su cuerpo. Tenía ocho años, era organista oficial, y además…le pagaban por ello. Los domingos participaba de la fiesta religiosa y cantaba en el coro. Toda la semana esperaba ansioso ese momento, cuando su voz se juntaba con otras voces y semejaba un vuelo al cielo. Ah…le parecía que unidas podían alcanzar cualquier altura. Tal vez haya sido entonces cuando arraigó en él esa inclinación por la música coral, que tanto protagonismo tendría en muchas de sus más importantes óperas.
Verdi, al igual que Bach, Mozart y otros grandes, se inició musicalmente como niño de coro. No es casual que la fuerza dramática en el desarrollo de sus obras, alcance el clímax o momento culminante con la participación del grupo vocal. Por ejemplo en “Nabucco”, una de sus óperas tempranas. La actuación del coro en el III acto, convirtió a la pieza “Va pensiero” en emblema de la unificación e independencia italiana, adquiriendo así categoría de himno. Simbolismo que ha mantenido desde su estreno (1842) hasta hoy, es decir casi dos siglos. Prueba de ello es que hace unos años, al presentarse la ópera en Roma(2011), el eximio director Riccardo Muti, respondiendo al requerimiento del público, habló, y recordó esa necesidad permanente de defender la libertad de su nación, ante eventuales amenazas de cercenamiento. La respuesta a esa exhortación fue una cerrada ovación de los asistentes, que acto seguido entonaron, junto con el coro, un bis de “Va pensiero” a viva voz.
¿Cuál es la importancia de un coro? Es indudable que poseemos un núcleo de vibraciones capaces de manifestarse a distintas velocidades. De alguna manera, la música está dentro de cada uno y puede canalizarse a través de la voz. De allí que en todas las religiones, el canto de los acólitos sea ofrenda de fe. Algunas canciones pueden movilizar multitudes, promover tanto la reflexión mística, como la identificación con una causa, y también provocar acción. Verdi fue consciente de ese secreto poder de la música coral: la fuerza avasalladora de las emociones compartidas por medio de la música, donde se enfrentan y compatibilizan diferentes niveles de energía. Esa maravilla sonora se integraría con sopranos, mezzosopranos, contraltos, barítonos, tenores, bajos…tal como en la orquesta combinaban los distintos instrumentos. La ópera “Nabucco”, cuya creación comenzó el artista doblegado por el dolor de haber perdido en tres años consecutivos a sus dos pequeños hijos y a su joven esposa, le deparó un extraordinario prestigio y fue el disparador de una producción muy prolífica y exitosa.
El fervor cívico que animó a Verdi, siempre dispuesto a promover causas nobles, se manifestó en otras obras. El coro nuevamente es protagonista en “Ernani” (1844), a tal punto que también se lo vinculó a las aspiraciones italianas de independencia, aún no consolidadas. Una pieza maravillosa es ”Si ridesti il león di Castiglia” que se entona frente a la tumba del emperador Carlomagno. Otra vez lo político y lo social cobran notoriedad. Ocurre igual en “Il lombardi alla prima crociata”, otra de sus primeras obras. ¿Quién podría permanecer indiferente ante el “Coro dei zíngari” de “Il trovatore”? Todos nos sentimos un poco gitanos al escucharla. También creada durante la guerra, la música transformó un relato que parecía inverosímil, en una conmovedora trama. Arias, dúos, tríos, escenas de conjunto y los infaltables coros, fueron artífices de otro gran suceso. La magia verdiana en acción. Macbeth sorprende también con su coro de brujas (acto III), e introduce al espectador en un ambiente tétrico, sobrecogedor, que logra dar con el tono justo requerido por el drama. En “La traviata” ( Libamo ne`luti calici), cada vez que la oímos, es imposible no sentirnos dispuestos a celebrar la alegría y la libertad. Ese brindis por la vida posee un amplio poder de convocatoria, al que parecería imposible sustraerse. En cada obra, no solo se aprecia el talento y conocimientos musicales del artista, sino que queda plasmado su más profundo sentir. Verdi fue un ser humano libre, imbuido de elevados valores pero despojado de prejuicios, desechó convencionalismos vacíos de contenido. Cuando se atacó a su pareja (Giuseppina Strapponi, con la que convivió varios años antes de casarse) acusándola de libertina, su respuesta se tradujo en la composición de esa obra de arte, donde desprecia la hipocresía y venera los sentimientos genuinos. Y claro… está “Aída”. Si bien el objetivo del coro marcial parecería ser una demostración de la grandiosa victoria de uno de los protagonistas (marcha triunfal acto III), contribuye, en gran medida, a instalar una atmósfera cargada de solemnidad acorde con el relato. El coro en Rigoletto tiene gravitante participación, ya sea al comienzo, para demostrar un ambiente de festejos y alegría, como para ilustrar luego, con funestas pinceladas, el advenimiento de la tragedia. En ésta, como en otras óperas de Verdi, se ha considerado al coro un elemento clave para construir esa peculiar expectativa dramática que cada obra requiere. El genio musical de Verdi se evidenció también en el uso que este compositor hizo de las escalas diatónicas, para lucimiento de los cantantes, pero con un extremo nivel de exigencia. Utilizó tanto escalas ascendentes como descendentes, para exponer contrastes y efectos especiales en el reflejo de emociones y sentimientos. ¡Y vaya si lo logró! Ejemplo de ello es el aria “Caro nome”, que muestra una estremecedora dualidad entre la esperanza y el dolor, monólogo que posibilitó el triunfo de grandes divas, como María Callas. En otras escenas, destaca el contrapunto entre los personajes que logran transmitir el trágico mensaje de la obra. Verdi compuso muchas óperas, pero solo dos en su última etapa, “Otelo” y “Falstaff”. Nuevamente se inspiró en un escritor que admiraba con devoción, Shakespeare. Es obligada la evocación del coro de los chipriotas en honor a Desdémona, que cantan al son de instrumentos no convencionales como la cornamusa, la guitarra y la mandolina. Emociona también el coro de la plegaria. Y en “Falstaff”, el coro final “Tutto nel mondo e burla” condensa admirablemente el espíritu, entre irónico y burlón que campea en esa magnífica adaptación de “Las alegres comadres de Windsor”. Es su única comedia, por cierto, plena de encanto e innovador tratamiento musical.
Hoy 10 de octubre, cumple 212 años Giuseppe Verdi. Sí, en presente, ya que sigue viviendo en sus imperecederas obras de arte. Como compositor fue el máximo exponente del romanticismo, confiriendo a la ópera una significación dramática que prevalece en la escena por sobre todo lo demás. Su temperamento, se manifestó apasionado e intrépido en la búsqueda de nuevas formas musicales que superaron el lirismo de Bellini y sus antecesores. Amó profundamente a su patria y lamentó no poder participar personalmente de las guerras libradas en la independencia de Italia. Fue reconocida su adhesión al “Risorgimiento” (movimiento político que propugnaba la unificación), con el nombramiento como Diputado y más tarde con la designación como Senador vitalicio del Reino. Su compromiso indeclinable con la verdad, le llevó a rechazar ciertos procedimientos políticos que le desilusionaron. Por ejemplo, la firma de un armisticio que aceptaba condiciones no dignas para su patria. Siempre fiel a sus convicciones, renunció a su cargo en el parlamento.
Su vida personal estuvo signada por la tragedia, no obstante pudo sublimar su sufrimiento, sobreponerse a la adversidad, y ayudar a sus semejantes. Ejemplar artista y ejemplar ser humano.
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