María Soledad Gutierrez Eguía: “Renuncia”

Por María Soledad Gutierrez Eguía* –

Penetra como un tiempo frío, contemplación sin éxtasis; una voluntad desdeñosa que se desliza como la verdad sobreviviente de una parodia, y no hay —salvo sí, velos que la cubren— pretensión alguna que enturbie sus fundamentos.

En la renuncia hay un gozo y no hay disfraz que nos libere de este estado de aquiescencia. “Invisibilizar el ejercicio de la incapacidad”. Ante el vértigo del desplome, la huida.

Se desmorona, no sin impotencia, el oculto y formidable, “secreto”. Bajo ese estado lo hacemos, a escondidas. “Transmutarse al abandono de la lucha”. Criaturas sucediéndose a sí mismas. Trémulos niños sin brújula ni esplendor. Un sentir miserable y dulce, particular, casi nostalgia de pérdida.

¿Acaso no se renuncia a la vida al instante de nacer?

El proceso compartido —trama que se repliega sin piedad— nos arrebata de la conmoción del júbilo y nos envuelve y arroja al ardor de varar en las orillas.

La sombra agigantada conoce la hiel en la garganta, este habitar en el “a salvo”; del estremecimiento y de la culpa.

Y el payaso aplaude desde el sitial más alto y vierte su llanto en el escenario. Miles de gentes beben de la fuente y danzan con sus cabezas gachas, con ojos abiertos mirando con frenesí el suelo que los sostiene.

¡Que alguien aparte los rescoldos!

¡Que alguien mate al payaso que nos “descubre y muestra”!

Hoy, quisiera verme más pequeña que un insecto, para ver al hombre más alto. Ascender hasta contemplar su abismo. Y la nada me expulsa a la violencia del inicio. En el impacto del cuerpo no hay estallido.

¡Qué de las sombras varadas en la orilla!

______________________________________________________________________________

*Escritora y Diseñadora en comunicación visual.

Fotografía: https://pixabay.com/