Llevar exactamente lo necesario para ofrecer lo mejor posible

Un hombre entró en un local y vio a un señor en el mostrador.

Maravillado con la belleza de el lugar, preguntó:

-Señor, ¿Qué se vende aquí?

-Los dones de Dios. – Le respondió el señor.

-¿Cuánto cuestan? -volvió a preguntar.

-¡No cuestan nada! Aquí todo es gratis.

El hombre contempló el local y vio que habían jarros de amor, frascos de fe, paquetes de esperanza, cajitas de salvación, mucha sabiduría, fardos de perdón, paquetes grandes de paz y muchos otros dones.

El hombre, maravillado con todo aquello, pidió:

-Por favor, quiero el mayor jarro de amor, todos los jarros de perdón y un frasco grande de fe, para mis amigos, familia y para mí.

Entonces, el señor preparó todo y le entregó un pequeño paquetito, que cabía en la palma de su mano. Incrédulo, el hombre dijo:

-Pero, ¿Cómo puede estar aquí todo lo que pedí?

Sonriendo, el señor le respondió:

-¡En el Local de Dios no vendemos frutos! ¡Sólo semillas! ¡Plántelas!