
Por Guillermo Cavia –
Lisandro Schamberger —alias Comentino— no es influencer, ni foodie, ni embajador de marcas. Es un comensal radical. En un gesto que mezcla cartografía urbana, ética del gusto y poesía de lo cotidiano, recorrió los 48 barrios porteños comiendo en cada uno, pagando de su bolsillo, sin canjes ni privilegios. Lo hizo en silencio, con humor, con crudeza. Y lo contó todo.
Una ciudad contada desde la mesa
Cada barrio fue una estación. No turística, sino afectiva. Desde la entraña de Flores hasta el pastel de papa en La Boca, pasando por empanadas tibias, flanes desbalanceados y baños que merecen su propio capítulo. Comentino no buscó lo “instagrameable”, sino lo real: la espera, el mozo distraído, el pan duro, la sorpresa. Su relato es un archivo emocional de Buenos Aires, escrito plato a plato.
El gesto: sin canjes, sin filtros
En tiempos de reseñas compradas y fotos editadas, su decisión de pagar cada cuenta es un acto político. Reivindica al comensal común, al que no tiene descuentos ni trato preferencial. Su honestidad —a veces brutal, siempre lúcida— construyó una comunidad que confía en él no por lo que muestra, sino por cómo lo cuenta. Solamente su cuenta de Instagram tiene 180.000 seguidores. @comentino
Cartografía del sabor
48 barrios. 48 mesas. 48 reseñas que trazan un mapa alternativo de la ciudad. No el de las atracciones turísticas, sino el de los gestos invisibles: el bodegón que resiste, la moza que recomienda sin mirar la carta, el flan que llega sin dulce pero con dignidad. Cada reseña es una crónica urbana, una postal sin filtro.
El ritual del reseñar
Comentino no solo come: observa, escucha, espera, anota. Su método es casi litúrgico. Llega solo, pide lo que le tienta, evalúa sin prejuicios. No hay fotos de platos perfectos, sino relatos que capturan el momento. Su escritura tiene algo de crónica, algo de diario íntimo, algo de manifiesto.
Epílogo: una ciudad que se deja comer
Al completar su recorrido, Comentino no se consagra como experto, sino como testigo. Su gesto es un homenaje a la ciudad que se deja comer, barrio por barrio, sin promesas ni decorados. Y también una invitación: a mirar más allá del plato, a escuchar lo que la comida dice de quienes la sirven, la cocinan, la comparten.
Comentino llevó a este portal de noticias En Provincia a CABA para disfrutar junto a él de cada uno de los lugares. Lo imaginamos como aquellos criticos que se denominan “inspectores”. Son expertos anónimos en gastronomía y hostelería, con años de experiencia y un paladar bien entrenado. Son los principales artífices de la Guía MICHELIN. Estos inspectores forman parte del ADN de la publicación que ha de destacar o no un lugar.
Los inspectores al igual que Lisandro en su rol de Comentino, visitan restaurantes como cualquier cliente, pagan sus comidas y evalúan los establecimientos basándose en criterios rigurosos como la calidad de los ingredientes, las técnicas culinarias, la armonía de sabores y la personalidad del chef.
Fotografía: Lisandro Schamberger (@comentino)