Una azafata con un norte en su brújula

Por Guillermo Cavia –

El vuelo de Air France está dispuesto a salir, el Boeing 787 tiene 327 pasajeros a bordo sin sumar la tripulación. Es la tarde cuando la aeronave comienza a moverse en la plataforma del Aeropuerto de Ezeiza, en Argentina. En algo más de 12 horas estará en el aeropuerto de Barajas, en Madrid. Una azafata se encarga de cerrar un compartimento y más adelante, ajusta el cinturón a una niña que ocupa uno de los asientos de la clase turista. Luego se sienta en su lugar asignado y, como el resto de las personas, espera el despegue.

Pude conocer a una azafata que se llama Marlene Alanis García, ella dice acerca de su nombre: “El primero es por la actriz y cantante alemana Marlene Dietrich y el segundo por la cantante, guitarrista y actriz canadiense, Alanis Morissette. Mis padres lo eligieron así”, lo dice con una sonrisa que se le escapa de la boca y marca, sin saberlo, la enigmática sonrisa en el cuadro de Leonardo da Vinci, que a la vez, la hace flotar por su juventud y frescura.

Marlene nació en La Plata, estudió en el Normal 3, creció entre las amigas y amigos de su entorno, su familia y los sentires que eligió para su andar. Su vida no tenía un hilo rojo que la conectara directamente con lo que pareciera amar desde siempre: lo aeronáutico. “Mi mamá solía llevarme a ver las llegadas y partidas en el Aeroparque Jorge Newbery en CABA, esas idas eran muy importante, tanto que a veces íbamos toda la familia para observar los despegues y aterrizajes. Incluso hasta he pedido como regalo para mis cumpleaños que me trasladen a ese lugar, que siempre me gusta, ¡se pueden ver tan cerca los aviones!”, dice Marlene, mientras está sentada con su traje, pantalón y saco negros, camisa blanca, impecablemente perfecta. Desde allí me mira y sin decirme una palabra, puedo señalar que en su esencia hay un sentir por la aviación. Se la advierte aire y otro tanto etérea como una pluma que, siempre espera el viento exacto para andar. Su destino desde los diez años tiene el rumbo norte que eligió, son vértices mágicos que acontecen y están anunciados en las letras del destino.

Durante las vacaciones de invierno Marlene se enteró de unas visitas en la Dirección Provincial de Aeronavegación Oficial y Planificación Aeroportuaria (DPAO y PA). La tarde que asistió lo hizo como siempre, acompañada de su entorno. Allí se destacó por encima del resto de las personas que asistían al paseo. Ella estaba interesada por todo lo que en el lugar se mostraba y captó la atención de uno de los Mecánicos Aeronáuticos que, pudo responder las preguntas que hacía.

Antes de irse del lugar le preguntaron si quería cerrar la puerta de uno de los aviones, a lo que por supuesto accedió. Hicieron notar que en los 85 años de existencia de la Base de Operaciones, era la primera vez que una Azafata profesional cerraba una puerta de uno de los aviones de la flota, el hecho recibió aplausos y fotos realizadas por quienes allí se encontraban.

El primer vuelo de Marlene fue en el cumpleaños de una de sus hermanas, tiene dos, Melissa la mayor y una más chica que es Alma, por ella pudo volar por primera vez, lo hizo en el Aeroclub de Tolosa, por supuesto que la experiencia le fascinó y además ya estaba decidida a seguir la carrera aeronáutica.

Marlene además de Azafata también realizó la Carrera de Ceremonial y Protocolo, habla inglés, francés y por supuesto español, realizó los estudios en Relaciones Públicas, conoce el lenguaje de señas y, como si todo eso fuera poco, toca la guitarra, canta y compone. Pienso en los nombres que tiene desde su nacimiento y me pregunto si ¿hay una guisa que marca los caminos de las personas? Nunca se sabe, pero a la vez ese misterio es sorprendente y roza siempre lo maravilloso.

En la charla Marlene cuenta muchas cosas, entre ellas dice: “Me gustan los libros de Psicología, también me interesa la terapia de hipnosis y conocer acerca de las vidas pasadas, también me gusta el Francés y de hecho mi sueño es trabajar alguna vez en la empresa aérea Air France”. La escucho, advierto algo que sabía pero que hasta ese momento no establecía, entonces pienso que desde el principio me dio la idea que ella era francesa, como si lo hubiera tenido incorporado desde el umbral mismo de nuestro primer encuentro.

Creo que el camino de los sueños es igual a un viaje, todo es posible, los acontecimientos más extraordinarios pueden suceder en una palma de la mano abierta o entre las cuerdas de acero de una guitarra eléctrica, bajo cielos o sobre nubes. Todo acaece, de la misma forma en que podemos relajarnos en un asiento, felices de saber que en ese vuelo, de Buenos Aires a Madrid, podemos advertir que esa azafata tan cordial, amable y de excelente trato, es ella misma. Podemos ver su brújula hacia el norte seguro, porque en ese instante del tiempo preciso nos está llevando en su vuelo.