Tu aula virtual también contamina

Profesor Por Dr. Luis Sujatovich – Docente e investigador Universidad Siglo 21 –

La expansión de la educación virtual se presentó como una oportunidad para democratizar el conocimiento y ampliar el acceso al aprendizaje. No obstante, suele omitirse el impacto ambiental que esta transformación conlleva. Cada correo electrónico enviado, cada archivo alojado en la nube y cada videollamada realizada contribuyen a una huella de carbono concreta. A nivel global, este conjunto de prácticas digitales genera un impacto comparable al de la industria aérea. Por ejemplo, una hora de videoconferencia puede emitir hasta un kilogramo de dióxido de carbono, mientras que mantener la cámara apagada reduce esa cifra a apenas 36 gramos.

Estas prácticas cotidianas, que suelen pasar desapercibidas, adquieren relevancia cuando se multiplican en el tiempo y entre millones de usuarios: el modo en que usamos la tecnología educativa puede intensificar o reducir su impacto ambiental. La educación digital se articula sobre infraestructuras concretas que requieren energía, dispositivos, redes y centros de datos.

Tecnologías educativas y responsabilidad ecológica

El enfoque posthumano permite pensar la educación más allá de la centralidad del sujeto humano, reconociendo la interdependencia entre personas, dispositivos y entornos. Esta perspectiva invita a revisar las prácticas pedagógicas desde criterios éticos que consideren la sostenibilidad como parte constitutiva del acto educativo. Enseñar y aprender no son procesos aislados: se inscriben en redes materiales y simbólicas que afectan y son afectadas por el entorno.

La expansión del conocimiento mediante tecnologías digitales plantea un dilema: su uso intensivo puede generar efectos adversos si no se acompaña de una reflexión sobre sus implicancias. No se trata de prescindir de la tecnología, sino de incorporar una mirada crítica que permita orientar su uso hacia formas más responsables y sostenibles.

Estrategias para un aprendizaje digital responsable

Existen medidas concretas para reducir la huella ambiental de la educación virtual. Favorecer actividades asincrónicas, como foros o ejercicios en plataformas, disminuye hasta en un 70% el consumo energético respecto a las videoconferencias continuas. Priorizar documentos frente a videos de gran tamaño, reutilizar recursos educativos abiertos y promover la enseñanza sobre el cálculo de la huella digital personal son tácticas efectivas y accesibles. No basta con promover una austeridad tecnológica, se trata de consolidar una cultura digital donde la sostenibilidad sea un eje pedagógico transversal. Cada docente y estudiante que planifica, enseña y aprende minimizando el consumo energético se convierte en un ciudadano digital responsable, que practica una ética posthumana en el acto educativo.

Cuidar el futuro desde cada clase

Cada clase planificada con criterios de eficiencia, cada cámara apagada cuando no es imprescindible y cada recurso reciclado son gestos de cuidado hacia el futuro. La próxima vez que se organice una actividad en línea, la pregunta central debería ser: ¿cómo lograr que esta experiencia de aprendizaje aporte al conocimiento y, al mismo tiempo, alivie la carga ambiental del planeta? Responder a esa pregunta implica asumir que el diseño educativo no es solo una cuestión técnica, sino una práctica situada, con implicancias éticas, políticas y materiales que afectan directamente la sostenibilidad del entorno en el que vivimos.

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Fuente de la imagen:https://expansion.mx/tecnologia/2023/01/12/huella-de-carbono-digital-que-es-cuanto-contamina