Artista, mecenas y esposa de un poderoso marchand, la protagonista de la obra, Harriet Burden, está cansada de que su trabajo sea ignorado por su condición de mujer. La solución -imagina- es buscarse un heterónimo masculino, que al final resultarán siendo tres.
Ausente desde hace algunos años en las librerías argentinas vuelve a circular por estos días “El mundo deslumbrante”, una novela en la que la narradora estadounidense Siri Hustvedt reflexiona sobre el rol de la mujer como creadora, específicamente a raíz de la disparidad con los hombres a la hora de conquistar espacios de validación, en paralelo a otros temas recurrentes en su narrativa como la identidad, la ambición y el deseo.
Artista, mecenas y esposa de un poderoso marchand, la protagonista de la obra, Harriet Burden, está cansada de que su trabajo sea ignorado por su condición de mujer. La solución -imagina- es buscarse un heterónimo masculino, que al final resultarán siendo tres. Sobre este disparador se construye el texto que acaba de lanzar el sello Seix Barral y que en su momento le valió a la escritora convertirse en finalista del prestigioso Man Booker Prize 2014.
“El mundo deslumbrante”, que en 2014 había sido publicada por Anagrama, es uno de los títulos más agudos de la autora de “Todo cuanto amé”. Lo es por el hilado sutil que enlaza sus reflexiones sobre el feminismo, la creatividad, la percepción, la identidad o la fama, pero también por su fusión equilibrada de estilos, voces y perspectivas.
La protagonista de la novela convence a tres hombres para que firmen sus obras, pero como la realidad nunca es lineal y está lleno de desvíos, la situación se irá desmadrando hasta generar un escándalo en el mundo del arte neoyorquino de los años ochenta.
Con una narración polifónica donde se maceran los diarios de Harriet, los testimonios de quienes la conocieron y las críticas y artículos de la época, Hustvedt reconstruye la personalidad y la propuesta estética de esta mujer para reflexionar sobre las mezquindades de quienes transitan el mundo del arte y el peso de un mundo heteropatriarcal que todavía no ha revertido la inequidad de género.
El libro de la narradora, que se dedica desde hace unos meses a acompañar la convalecencia de su esposo, el escritor Paul Auster -quien ha atravesado un tratamiento contra el cáncer-, complejiza la brecha de género al punto de volverla una paradoja: por un lado refuta los estereotipos que rodean a las mujeres, pero al mismo tiempo critica a la protagonista por utilizarlos como excusa para justificar su falta de éxito o reconocimiento.
La novela funciona en paralelo como un thriller psicológico y un tratado sobre el arte por el que se pasean los artistas y mujeres pioneras como Margaret Cavendish, duquesa de Newcastle, autora de una novela en el siglo XVII cuyo nombre es la inspiración que toma Hustvedt para la suya propia.
“¿Por qué no soy como ellos? ¿Por qué soy diferente? ¿Por qué siempre he sido una extraña, una intrusa y nunca uno de ellos?, se interroga Harriet. Esta reflexión de la protagonista cuando acude como público a una de las muestras de su obra escondida bajo otro nombre se puede leer como un posicionamiento de Hustvedt respecto a la situación dispar de la mujer en un sistema basado en la hegemonía masculina que permea incluso en un universo más permisivo y menos conservador como el del arte.
“La historia de Harriet no se limita a exponer los estereotipos dañinos en la cultura. Y aun así, como personaje ella explota muchos de los estereotipos arraigados sobre la masculinidad y la femineidad. Todavía estamos atados a la idea de que el intelecto, la lógica y la cultura son dominios masculinos y que el cuerpo, los sentimientos y la naturaleza son femeninos. Harriet es una intelectual y una artista. Es capaz de crear argumentos abstrusos y lógicos, pero también arde con la pasión”, sostuvo la escritora en una entrevista a propósito de la novela.
Y acotó en ese mismo reportaje sobre su heroína: “Está obsesionada con romper las dicotomías tradicionales del sexo. Quiere mostrar los sesgos de una cultura que valora el trabajo de un hombre, ya sea artístico o intelectual, más que el de una mujer. Existen innumerables estudios empíricos que lo corroboran. Si relacionas la firma de un hombre con un trabajo, este se percibirá como superior que exactamente el mismo trabajo realizado por una mujer”.
Fotografía: Agencia Télam.