En 1865, fue un arqueólogo italiano llamado Giuseppe Fiorelli, quien sugirió rellenar los huecos que habían dejado los restos humanos encontrados en Pompeya, con yeso.
Sucede que las cenizas de la erupción se depositaron sobre los cuerpos, endureciéndose, la materia orgánica desapareció, y quedaron sólo los huesos, pero también una cámara vacía allí donde debían estar los músculos, ropas y otras pertenencias que portase encima la víctima, de las que no quedaba absolutamente nada.
Fiorelli, vertiendo yeso dentro de estos huecos, obtuvo moldes de gran precisión de los últimos momentos de la vida de estas personas.
Su técnica continúa funcionando todavía hoy día, sólo que ahora se inyectan resinas más dúctiles y con mayor dureza una vez que han secado.
Sin embargo, los primeros cuerpos de Pompeya de Fiorelli aún se conservan.
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