La selva misionera y las yungas, riquezas para avistar aves

Por Florencia Fazio – Agencia Télam –

La selva misionera y las yungas, dos de las “riquezas escondidas” para quienes gustan avistar aves.

Los circuitos de la selva misionera y las yungas atraen anualmente a miles de turistas extranjeros y nacionales, no solo por sus impactantes escenarios naturales, sino porque se configuran como destinos exclusivos para amantes de las aves, atraídos por el universo de colores y sonidos que se despliega en el arte de la observación, una tendencia que desde la pandemia de coronavirus crece a pasos agigantados.

No es necesario ser un profesional en el tema, muchos de los destinos ofrecen recorridos guiados, áreas naturales con torres de observación estratégicamente ubicadas y senderos especiales para facilitar la observación de aves en su hábitat natural.

En el país, de las 1.100 especies de aves relevadas por la asociación Aves Argentinas, más de 500 habitan la selva misionera. La mayoría se esconde dentro del extenso manto verde, de denso follaje, heterogéneo en texturas, tonalidades y geometrías, que contrasta con la tierra colorada de Misiones y el noreste de Corrientes.

Las cinco especies de tucanes que existen en el país están en la selva misionera y cuatro de ellos solo se ven en Misiones, pero es el arasarí chico el que supone el gran desafío para todo observador. Este ejemplar se distingue por un parche verde azulado en cada ojo, continuado por una línea amarilla que pierde intensidad y se funde con el verde oliva del dorso y su cola verde con puntas castañas. Con suerte, su canto, que emula al croar ronco de un sapo, puede escucharse al caer el sol.

Una ruta en la que es posible, pero no seguro, avistarlos es la panorámica 101, que conecta las ciudades fronterizas de Puerto Iguazú, en el extremo noroeste de Misiones, con Bernardo de Yrigoyen, en el oriente provincial, y que permite apreciar buena parte del Corredor Verde misionero, al atravesar el Parque Nacional Iguazú y los provinciales Yacuí y Urugua-í, donde abundan gigantescos palos rosas y palmitales, de cuyos frutos el arasarí chico se alimenta.

Los bailarines azules y naranjas Foto Gentileza de Francisco Tboas
Los bailarines azules y naranjas / Foto: Gentileza de Francisco Táboas.

Otros destinos para avistar aves en el norte de la selva misionera son el parque provincial Foerster y reservas como Puerto Península.

En estas latitudes conviven las silenciosas yacutingas en peligro de extinción, similares a una gallina de gran tamaño, de color negro azabache, con parches y una cresta prominente, ambos blancos, franjas rojas en su cuello y pico celeste, y el urutaú común o pájaro fantasma, extremadamente difícil de divisar si el ojo humano no está entrenado, dado que sus plumas se confunden con corteza de troncos y ramas secas, y posa inmóvil durante horas en el extremo de las ramas.

Las aves ocupan un lugar central en la cultura popular, algunas con dolor, como la historia detrás del pájaro fantasma, cuyo canto melancólico, similar al llanto humano, representa la agonía de una mujer que murió mientras esperaba arriba de un árbol a que su hermano regresara a buscarla, o la leyenda del colibrí, que cuenta que si un ejemplar se acerca, un familiar fallecido avisa que se encuentra bien.

Foto Gentileza de Francisco Tboas
Foto: Gentileza de Francisco Táboas

Son 17 las especies de colibríes, de todos los tamaños y colores, que habitan la selva misionera. Algunas pueden batir sus alas 80 veces por segundo, alcanzar 72 kilómetros por hora si vuelan en picada y hasta 1.200 latidos de corazón por minutos, 10 veces más de lo que puede soportar un ser humano.

Patrimonios de la región también son los bailarines azules y naranjas, buscados por sus extraordinarios bailes durante el cortejo colectivo, 11 especies de pájaros carpinteros, vencejos de cascadas, águilas crestadas, una extensa lista de lechuzas de la selva y coloridos tangaras.

Hacia el sur y este de Misiones, en la zona de la Reserva de la biósfera Yabotí, que nuclea los parques provinciales Esmeralda, Salto Encantado y Moconá, habita el loro pecho vinoso, en peligro de extinción, y la urraca azul, ambos en bosques de araucarias, de los que se alimentan.

Avistaje en la yungas

El otro circuito para avistar aves más demandado por los turistas, sobre todo extranjeros, es el de las yungas, un majestuoso tapiz verde que cubre montañas, quebradas y valles surcados por ríos y arroyos, y que se extiende por Salta, Jujuy, Tucumán y, de forma marginal, por Catamarca.

La combinación de abundantes lluvias estivales, la neblina casi permanente que cubre el paisaje yungueño y los diferentes niveles de altura genera cuatro ambientes diferentes en pocos kilómetros: las selvas pedemontana y montana, el bosque montano y al pastizal de altura.

Jujuy es uno de los destinos que ofrece la posibilidad de avistar ejemplares muy difíciles de encontrar en otras ubicaciones, como el surucuá aurora, pariente cercano del quetzal y una obra de arte que combina el naranja de su vientre con pinceladas de verdes y azules en el dorso y una cola negra con rayas horizontales blancas, que se puede encontrar en el Parque Nacional Calilegua.

Este parque, el único de la yunga que tiene un sector de selva pedemontana, es refugio de otras 400 especies de aves, entre las que, además, se destaca el burgo, con un llamativo capuchón turquesa en la cabeza, un cuerpo en el que confluyen verdes y amarillos y una atractiva cola verde que termina en dos plumas alargadas celestes con punta parda.

El Burgo Foto Gentileza de Francisco Tboas
El Burgo / Foto: Gentileza de Francisco Táboas

A unos 110 kilómetros hacia el sureste de Calilegua, entre serranías, se encuentra el pequeño poblado de El Fuerte, distinguido como la capital nacional del emblemático loro alisero, inconfundible por su agudo grito y frente roja, al igual que una pequeña zona de sus alas.

También existen varias especies de loros y, especialmente, una de guacamayo verde, que posee una población de algunos individuos en el Parque Provincial Acambuco, en el norte de Salta, provincia que reúne un cuarto de las especies del país, mientras que en el centro, el Parque Nacional El Rey es una apuesta segura para encontrar chuñas de patas rojas y varias aves acuáticas.

En Tucumán, el Parque Nacional Aconquija se recuesta sobre el cordón montañoso del mismo nombre y se enmarca en un heterogéneo paisaje, que reúne picos nevados de hasta 5.500 metros, praderas, pastizales, bosques y selvas, donde es posible avistar al cóndor andino, la monterita serrana y el picaflor cometa, que no solo llama su atención por su colorido plumaje tornasolado, sino también por presentar una cola excepcionalmente larga.

Para conocer los 50 parques nacionales y reservas naturales que existen en Argentina con circuitos y senderos ideales para avistar aves, ingresar aquí.

Foto Gentileza de Francisco Tboas
Foto: Gentileza de Francisco Táboas.

Claves para disfrutar de la primera salida de avisatje

Qué conocimientos son necesarios para una primera salida de avistaje de aves, cómo vestir y qué elementos no deben faltar para ser parte de una buena experiencia, son tres preguntas obligadas que cualquier persona que quiera iniciarse en el universo plumífero debe hacerse antes de emprender la aventura.

Una salida para observar aves implica, en la mayoría de los casos y cuando involucra selvas, introducirse en lo profundo de la vegetación y contemplar durante horas el paisaje a la espera de algún sonido o movimiento. Por este motivo, son imprescindibles la paciencia y la constancia para entrenar ojo y oído, dos tareas poco sencillas.

Se debe procurar que el calzado y la vestimenta sean cómodos, porque indistintamente de la dificultad de la caminata o si el plan es permanecer en un puesto de observación, serán muchas horas las que el observador deba mantenerse de pie y atento al entorno. Se aconseja que la ropa sea marrón, verde, beige o camuflada, para que el observador se mimetice con el entorno. Además, se recomienda llevar gorra, botella de agua, repelente y protector solar.

Para aprovechar la experiencia sin perder detalles, es imprescindible llevar una guía de aves o tener alguna aplicación para identificar especies -como Merlin Bird, Ornito, Birdnet o Picture Bird-, un anotador y biromes para registrar ejemplares de la zona. También se sugiere conseguir binoculares, que, si bien son ideales, no son indispensables.

Hay dos momentos del día en que aumentan las probabilidades de ver aves: inmediatamente después del amanecer o cuando cae el sol, porque es cuando salen de sus zonas de descanso para buscar alimentos o regresan a ellos.

Relacionadas

De acuerdo con Francisco Táboas, divulgador científico y vocal de la Administración de Parques Nacionales (APN) por el Ministerio de Turismo y Deportes, hay tres características que hacen únicas a las aves: que están en todas partes, que muchas son impredecibles y sus procesos migratorios, algunos extremos, como el insignia playero rojizo, que recorre 32.000 kilómetros cada año para unir el Ártico canadiense con el sur de Tierra del Fuego.

Si bien siempre es temporada para la observación de aves, se recomienda comenzar durante el invierno, cuando los árboles tienen pocas hojas y la comida está más cerca del suelo, por lo que puede resultar más fácil distinguirlos.

Para iniciarse en la actividad, no es necesario viajar largos kilómetros ni requiere de estadías extensas, con una caminata de media hora en un parque o una escapada de fin de semana es suficiente para dar el primer paso.

Algunas aves se reconocen fácilmente por su conducta, por ello, es un buen ejercicio empezar a relacionarse con ellas como se haría con un nuevo amigo, prestando atención a sus aspectos, gestos y lo que les gusta hacer. Se recomienda anotar si el ave está solo, en grupo o en pareja; si vuela, salta, nada o camina en el suelo o sobre un árbol; si está comiendo, qué está comiendo y si ese alimento está vinculado con los árboles a su alrededor, además de describir el paisaje.

Los sonidos son claves al momento de avistar aves, dado que entender de dónde provienen sus cantos puede ayudar a trazar un camino para encontrarlas e identificarlas.

Recuerde que usted es un mero espectador de la naturaleza, no interfiera en ningún aspecto con el ambiente, realice movimientos sigilosos y nunca se acerque a los nidos. Usted se encuentra en un sitio privilegiado, disfrute de las bondades de la naturaleza.

La asociación Aves Argentinas coordina una Red Nacional de Clubes de Observadores de Aves (COA), que nuclea 80 clubes que organizan salidas grupales y gratuitas en 19 provincias. Las fechas son habitualmente publicadas en sus redes sociales. Para mayor detalle, acceder aquí.

Francisco Tboas divulgador cientfico y vocal de la ANP
Francisco Táboas, divulgador científico y vocal de la ANP.

MÉDICOS Y OTROS ESPECIALISTAS PONDERARON LOS BENEFICIOS QUE CONLLEVA LA OBSERVACIÓN DE AVES

La práctica de la observación de aves creció a pasos agigantados en los últimos años, impulsada, por un lado, por la monotonía que supuso el aislamiento obligatorio de la pandemia de coronavirus y, por otro, porque médicos y terapeutas comenzaron a indicarla como tratamiento alternativo para tratar problemas de salud mental y prevenir el deterioro cognitivo.

“No hay que ser experto para disfrutar de la belleza de las aves, lo único que hay que tener es curiosidad y que atraiga buscar un bicho”, explicó a Télam Francisco Táboas, divulgador ambiental y vocal de la Administración de Parques Nacionales (APN) por el Ministerio de Turismo y Deportes, quien reconoce en este tipo de avistaje un aspecto lúdico.

Táboas es un amante de los animales, pero su curiosidad abarca cada milímetro de la naturaleza. Puede, durante horas, graficar las diferencias entre aves, argumentar cómo el cambio climático afecta sus comportamientos y procesos migratorios y, con la misma pasión, repetir lo que explicó minutos antes si no se entendió.

“De chico iba mucho a campamentos, estaba en contacto con la naturaleza. Un día, el padre de una amiga en unas vacaciones me dijo que miraba aves y me invitó a ir con él”, recordó sobre el inicio de un hobby que lo llevó a ser guía y a escribir con el destacado Tito Narosky el libro “Guía de Campo”.

“Pero ese acercamiento sucede de diversas formas. Hay chicos que viven en un ambiente rural, arrancan cazando pajaritos y después se dan cuenta de que les gustan mucho y dejan de cazar”, continuó.

Como Táboas, muchos se inician en el mundo de las aves por la invitación de un conocido, otros por curiosidad o por temas de salud, pero, sin importar cuál es el motivo de la iniciación, la mayoría converge en una misma postura: la conservación de la naturaleza.

“La observación de aves te ayuda a entender procesos naturales, interacciones. Mucha gente que comienza como hobby, termina volcándose a la conservación. Entendés que para que haya tal especie de ave, es importante tal ambiente de planta o ecosistema, empezás a comprender por qué es importante en una ciudad plantar especies nativas o la planificación de arbolado urbano y terminás valorando procesos ecológicos”, explicó el también gestor de políticas públicas.

En los últimos años, la observación de aves empezó a sumar nuevos adeptos que, aburridos, “durante la cuarentena miraban por la ventana de sus casas, en la terraza o en el jardín, veían algo que les llamaba la atención y escribían a organizaciones preguntando de qué pájaro se trataba”, resumió Táboas.

Pero, además del acercamiento cultivado desde la duda, la salud también jugó un rol central como estimulador.

“Al retornar a la normalidad, las consultas a psiquiatras y psicólogos por trastornos de ansiedad aumentaron y comenzaron a recetar el contacto con la naturaleza para tratarlos. Los médicos de algunos países también empezaron a incorporarlo en los tratamientos contra enfermedades cognitivas, como el Alzheimer“, detalló.

Una extensa lista de estudios científicos publicados recientemente en revistas especializadas demostraron que el universo de las aves tiene beneficios para el bienestar físico y mental, pero, sobre todo, puede ayudar a ralentizar el deterioro de quienes viven con demencia.

En Japón, por ejemplo, se designaron unos 50 bosques como centros de terapia forestal, tras comprobar que ese tipo de caminatas baja la presión arterial, fortalece el sistema inmunológico y reduce las hormonas vinculadas con el estrés, la depresión y la incidencia de infartos; Canadá autorizó a sus doctores a prescribir pasar tiempo en la naturaleza; y Estados Unidos y el Reino Unido aplicaron pilotos similares.

“La práctica de avistar aves implica, entre otras cosas, recordar nombres, colores, perfumes, sonidos, formas, hacer listas, estar con gente, caminar”, enumeró Táboas, entre ejercicios que contribuyen a mejorar la concentración, mantener la memoria activa y estimular los sentidos que regala la naturaleza.

En invierno el mac tobiano puede verse en la desembocadura del ro Santa Cruz
En invierno, el macá tobiano puede verse en la desembocadura del río Santa Cruz.

LA PATAGONIA EMERGE ENTRE LOS DESTINOS ELEGIDOS POR OBSERVADORES DE AVES

El extenso y prístino paisaje de la Patagonia argentina se presenta como un destino en pleno ascenso para quienes disfrutan de la contemplación de aves, con propuestas aptas para todo público en verano y otras más desafiantes en invierno, que convocan a observadores avanzados y profesionales que persiguen, entre otras especies, al macá tobiano, endémica de la región y en peligro de extinción.

“En verano, la costa patagónica es súper interesante porque hay aves que no se ven en ningún otro lugar del mundo, como el quetru cabeza blanca, los cachalotes castaño y pardo, el canastero patagónico, el gallito arena y la viudita chica”, explicó a Télam Francisco Táboas, divulgador científico y vocal de la Administración de Parques Nacionales (APN) por el Ministerio de Turismo y Deportes.

“Estas aves -continuó el especialista- son típicas del país, pertenecen a la ecorregión del monte, que está a mitad de camino entre la estepa y el espinal, y que se distribuye en diagonal, de la costa patagónica de Río Negro y Chubut a Salta, atravesando La Pampa, Mendoza y San Luis, sin llegar a cruzar a Bolivia”.

En verano, las temperaturas en la Patagonia presentan una media que oscila entre 20 y 25 grados, condición que permite disfrutar de actividades al aire libre, con una vegetación que florece en todo su esplendor y lagos y ríos que se llenan de vida.

“Uno de los puntos más visitados por turistas extranjeros y nacionales es la costa de Chubut, porque en el mismo viaje se ven aves endémicas que están en los montecitos y todas las aves de la costa, como los pingüinos, cormoranes, un montón de bichos que son interesantes desde todo punto de vista”, contó Táboas.

Algunos destinos destacados son Puerto Madryn y Península Valdés; hacia el sur, a menos de 325 kilómetros, la ciudad de Camarones, el área natural protegida Cabo dos Bahías y Bahía Bustamante, un pueblo alguero en el que viven menos de cincuenta habitantes, y a medio camino, la pingüinera de Punta Tombo.

En Santa Cruz, por ejemplo, Puerto Deseado tiene un registro de 125 especies de aves, entre las que se encuentran ejemplares de búhos y, dominando el agua, cuatro especies de cormoranes, el petrel, escúas, albatros y gaviotines. Frente a Puerto Deseado se ubica Isla Pingüino, donde se avista el penacho amarillo.

En invierno, la postal patagónica se transforma en un impresionante paisaje nevado con temperaturas bajo cero y lagos congelados, elegido por amantes de los deportes de nieve y quienes persiguen al macá tobiano, “una de las figuritas difíciles y más buscadas, que se puede ver en la desembocadura del río Santa Cruz o en las mesetas del lago Buenos Aires”, precisó Táboas.

“En esa temporada, en la costa patagónica, todas las especies migran, excepto por el tobiano y cinco o seis especies más”, detalló.

El recorrido es complicado si se opta por ir a las mesetas del lago Buenos Aires, que configura “una aventura bastante cara y exclusiva, ya que solo se accede en cuatro por cuatro y tours organizados por agencias de pesca”, agregó el especialista.

“Se llega a un lugar hostil, en una temporada en la que hace mucho frío, cuando generalmente está todo nublado y se ve al macá de lejos”, detalló el especialista sobre una experiencia no apta para todo público, pero que, ante la amenaza de que esta especie desaparezca, convoca a un nutrido grupo de observadores cada año.

Fotografías: Agencia Télam.