
Por Aylin –
El dedo medio, alzado denota una grosería, surge de enojo o furia, también para contestar otras señas que irritan.
Ese dedo levantado no necesita tinta ni voz: basta con la forma. Es una columna que se publica en el cuerpo. Una especie de editorial de la humanidad.
Su historia es antigua. En la Grecia clásica, el filósofo Diógenes lo usó como insulto hacia Demóstenes. No argumentó el por qué, solo señaló. Era claro que el dedo medio representaba el falo, la obscenidad, el desprecio. Era un editorial gestual, directo, irreverente.
Siglos después, en la batalla de Azincourt (1415), los arqueros ingleses alzan el dedo medio como burla. Los franceses solían cortarlo a los prisioneros para que no pudieran disparar sus arcos largos. Mostrarlo era decir: “aún puedo”. Era un gesto de guerra, de resistencia, de publicación corporal.
A los arqueros se les amenazaba con cortar los dedos índice y medio, que usaban para tensar el arco, y así privarlos de su arma principal. Después de que los ingleses ganaran la batalla, los arqueros mostraron sus dedos intactos como un gesto de burla y desafío hacia los franceses, lo que con el tiempo dio origen al insulto moderno.
Hoy, el dedo medio circula por calles, estadios, redes. Es insulto, es hartazgo, es ironía. Pero también es historia. Cada vez que se alza, se reactualiza una columna milenaria. Se publica una emoción, una memoria, una postura. El dedo medio no pide permiso. Y en ese alzamiento, nos recuerda que el cuerpo también escribe.
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