Javier Milei: “Pueden ahorrar en lo que se les canta el culo”

El lenguaje de los líderes políticos siempre genera debate, y el caso de Javier Milei no es la excepción. Sus declaraciones suelen ser contundentes y provocadoras. Durante su exposición en el Congreso del IAEF, el presidente Javier Milei centró su discurso en la necesidad de avanzar hacia un esquema de plena libertad monetaria y cambiaria.

El presidente cuestionó la existencia de regulaciones que penalizan el uso y la tenencia de dólares fuera del sistema formal. Rechazó la ley penal cambiaria y la calificó como una herramienta opresiva del Estado. “No es lícito que los gobiernos hayan puesto controles, no es lícito la ley penal cambiaria. Ustedes pueden ahorrar en lo que se les canta el culo”, sostuvo el presidente argentino.

¿Acaso es necesario expresarse así? ¡Un presidente de la Nación! Algunos consideran que su estilo directo refuerza su imagen de una persona que está fuera del círculo principal, que puede ser percibido como diferente y que eso lo acerca a la gente, mientras que otros opinan que es inapropiado para un presidente, dado el impacto que sus palabras pueden tener en la sociedad y en la imagen del país.

En la historia política, ha habido mandatarios con estilos comunicativos muy diferentes: algunos priorizan la diplomacia y la mesura, mientras que otros optaron por un lenguaje más confrontativo. Todo depende de la visión que cada líder tenga sobre cómo debe ejercer el poder y conectarse con el pueblo.

El uso de un lenguaje confrontativo puede ser efectivo para movilizar seguidores y desafiar estructuras tradicionales, pero también puede generar divisiones y afectar la imagen internacional de un país.

Históricamente, los líderes con discursos provocadores han sido percibidos de diferentes maneras: algunos han logrado consolidar apoyo popular, mientras que otros han enfrentado resistencia. Lo interesante es observar cómo este estilo influye en la cultura política y la toma de decisiones.

Pepe Mujica en Uruguay tenía un discurso correcto, educado, directo pero también emotivo y profundamente humanista. Quizás traía palabras que podrían estar fuera del protocolo de un presidente, pero encontraba la mejor forma para decirlas, sin heridas, sin confrontar. Su estilo nunca fue agresivo ni insultante.

En el caso del presidente norteamericano, Donald Trump, su estilo directo y provocador marcó su primera presidencia en EE.UU., utilizando redes sociales y discursos para desafiar a sus oponentes y movilizar a su base electoral. Algo que en su segunda presidencia sigue haciendo. Quizás ahora sería un Trump recargado.

En Venezuela, Hugo Chávez, usó un lenguaje combativo contra sus adversarios políticos y potencias extranjeras, consolidando su liderazgo a través de discursos apasionados. Logró captar a un grupo de gente que se transformó en el núcleo duro de su gobierno.

“Lágrimas, sudor y sangre” dijo en su discurso Winston Churchill, que si bien tenía un tono diplomático, en tiempos de la II Guerra, utilizó discursos enérgicos para inspirar resistencia y unidad en el Reino Unido.

Un poco más cerca en la distancia y el tiempo, Jair Bolsonaro en Brasil, tuvo una retórica polarizadora que generó tanto apoyo como rechazo, con declaraciones controversiales sobre diversos temas sociales y políticos.

El discurso confrontativo en la política puede tener un impacto significativo en la opinión pública. Según un estudio publicado en Ciencia Latina, los discursos políticos en América Latina han evolucionado en un contexto de creciente polarización y digitalización, lo que ha transformado la comunicación entre líderes y ciudadanos. Este tipo de discurso puede fortalecer liderazgos y consolidar hegemonías políticas, pero también puede profundizar divisiones y generar rechazo en ciertos sectores.

¿Qué puede aportarle a Milei decirle a los argentinos que compren con la moneda que se les da el culo?

Desde mi visión de ciudadano común creo que un presidente puede expresar la idea de libertad económica y autonomía personal de una manera más diplomática y respetuosa, sin recurrir a expresiones vulgares.

Que distinto hubiera sido que por ejemplo el presidente dijera “Cada ciudadano tiene el derecho de decidir cómo administrar sus recursos, siempre dentro de un marco de responsabilidad y respeto por el bienestar común.” “Son los argentinos quienes deben decidir en qué invertirlo, de acuerdo con sus necesidades y prioridades.” “Nuestro gobierno libertario busca garantizar que las personas tengan libertad para disponer de sus ingresos, siempre promoviendo el crecimiento y la estabilidad del país.”

No sé cuál es el trabajo de los asesores, de los generadores de imagen, de quienes deben bregar por la investidura presidencial por mostrar al mundo que tenemos criterio a la hora de hablar. Evidentemente son parte de un rotundo fracaso. El presidente claramente carece del sentido común para hablar con la altura en la que un presidente debe hacerlo.

Imagen: En Provincia.