¿Vivís cerca de un basural a cielo abierto o de algún centro de reciclado? y ¿Qué pasa con la basura en tu ciudad?, son algunas de las preguntas que pueden responderse a partir de la publicación este martes de dos mapas interactivos -uno del colectivo Escritura Crónica y otro del Programa Recuperadores- para georreferenciar puntos vinculados a la gestión de los 1,15 kilos de desechos que produce a diario cada habitante del país.
“El objetivo es concentrar toda la información en un solo lugar porque, si bien se conocían los datos, estaba desperdigada. Es necesario que la gente comprenda qué pasa con la basura en sus áreas de pertenencia. Y tanto los Estados como las empresas responsables de emitir tanta basura deben hacerse cargo de esta problemática”, dijo a Télam la periodista ambiental Agustina Grasso, integrante de Escritura Crónica e investigadora principal de #MapaTrash.
Para la investigadora, el mapa permite evidenciar “cómo se encuentra el país a nivel tratamiento de residuos”.
“Cada zona brinda detalles sobre basurales a cielo abierto. Además, cuáles son los municipios que tienen esos basurales y los cientos de centros de reciclado con inclusión social que hay en Argentina que fomentan la economía circular para evitar que los residuos terminen en estas clases de disposición final”, detalló.
Grasso, quien ya había realizado el documental Trash sobre el recorrido de la basura, precisó que “las fotos satelitales de los basurales demuestran que la mayoría están cercanos a cauces de agua, rutas (que tapan la visibilidad con las humaredas e implican un peligro vial), y poblaciones”.
Por otra parte, se presentó otro mapa interactivo con información geolocalizada con vistas satelitales de plantas de tratamiento de residuos sólidos urbanos de basurales, planes de erradicación y rellenos sanitarios, basurales a cielo abierto y cooperativas y centros de reciclaje.
Se trata de un proyecto apoyado por el programa Recuperadores junto a sus aliados locales Aguas Danone Argentina, Fondo Danone Ecosystem y Fundación Avina con el apoyo de la Fundación Interamericana; y la plataforma Latitud R, junto a sus socios regionales: Coca-Cola, PepsiCo, Dow, Nestlé, Banco Interamericano de Desarrollo, BID Lab, Red Latinoamericana de Recicladores.
Según información del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, “en Argentina existen 5.000 basurales a cielo abierto, lo que significa, en promedio, más de dos basurales por municipio; la mayoría de ellos son formales, es decir, son el modo oficial en que los gobiernos locales eliminan su basura”.
“A diferencia de otros sitios de disposición y tratamiento de residuos, los basurales a cielo abierto carecen de medidas mínimas de seguridad por lo que puede encontrarse todo tipo de residuos, incluso patogénicos y peligrosos”, indicó en su página el Ministerio.
En ese texto, señaló que “tampoco cuentan con la impermeabilidad de los suelos donde se emplazan o la distancia adecuada respecto de las napas freáticas, los cursos de aguas superficiales, los centros urbanos u otras áreas susceptibles de recibir los impactos derivados de estas instalaciones”.
María Inés Roldán, una mujer de 55 años, vecina del predio de disposición final de residuos del Ceamse en González Catán, padece de púrpura trombocitopénica, una enfermedad autoinmune generada a partir de la contaminación ambiental que la llevó a tener que utilizar oxígeno.
“Con vecinos autoconvocados hicimos un relevamiento y encontramos muchísimas enfermedades vinculadas a la contaminación ambiental; tenemos, por ejemplo, muchos casos de lupus y de púrpura, que son enfermedades poco frecuentes y que acá tienen mucha prevalencia”, describió María Inés a Télam.
Roldán añadió que “hay distintos tipos de cáncer y un relevamiento en niños que arrojó que tenían mercurio en sangre; esto es porque el agua está contaminada, si bien es potable, es decir no te va a agarrar cólera, contiene metales pesados”.
La mujer, que hoy da clases en su casa porque no se puede movilizar porque es oxigeno dependiente, describió que “si uno ve el basural las montañas de desechos tienen la altura de las sierras de Tandil y aquí convivimos con eso, en los días de lluvia o de mucha humedad el olor es insoportable, tenemos mucha gente de un barrio aledaño que se alimenta de la basura y esto lleva a tener también muchos niños con sarna”.
Por su parte, las investigadoras Carolina Monmany Garzia y Agustina Malizia, del Instituto de Ecología Regional (UNT-Conicet) de Tucumán, explicaron a Télam que “el principal efecto de los basurales es que concentran el problema ambiental y social”.
“Eso puede ser bueno si existe una estrategia para eliminarlos, porque están localizados en un punto y la estrategia entonces se hace más eficiente que si estuvieran dispersos”, señalaron.
Y explicaron que “la desventaja es que en estos sitios no hay ningún tipo de control en relación a los residuos que se desechan y no hay tratamiento para evitar contaminación, lixiviados o pérdidas hacia los sistemas naturales, como por ejemplo, hacia las napas freáticas o hacia las cuencas hidrográficas contiguas con toda la fauna y flora asociada, incluyendo al humano”.
La investigadoras expresaron que la descripción de María Inés no es exclusiva del basural de González Catán. “Existe claramente un problema social respecto a las personas que recuperan materiales en estos lugares. Lo hacen informalmente, sin protección sanitaria ni condiciones laborales dignas, incluyendo trabajo infantil en ocasiones, y haciendo muy ineficiente sus horas de trabajo, ya que los residuos llegan mezclados en lugar separados, lo que permitiría que avancen más rápido hacia la preparación de los bolsones para comercializar”, dijeron.
Las especialistas apuntaron que “una correcta disposición final de los residuos es la que incluye un tratamiento controlado con manejo de los residuos sólidos urbanos (RSU); como manejo de la contaminación de los suelos (a través de la impermeabilización), manejos de los lixiviados y de los gases, y un adecuado manejo para evitar plagas y vectores asociados a enfermedades”.
También indicaron que “separar en origen (es decir en nuestros hogares donde se generan los residuos) es siempre más amigable con el ambiente y con los recuperadores informales, lo que alarga la vida de los sitios de disposición final”.
“Si se separan los residuos orgánicos de los inorgánicos y se ‘composta’ se reduce el volumen de los RSU a la mitad. El consumo local y generar la menor cantidad de residuos es la clave”, finalizaron.