¿Quién roba a un ladrón? El Louvre como espejo imperial

Por Guillermo Cavia –

Este último domingo, el Museo del Louvre fue escenario de un robo cinematográfico: nueve joyas de la colección napoleónica desaparecieron en apenas siete minutos. Los ladrones ingresaron por la fachada del Sena, fingiendo ser obreros, cortaron vitrinas con herramientas especializadas y se llevaron piezas de valor incalculable.

Pero la pregunta que flota es otra: ¿fue un robo o una devolución? ¿Se llevaron joyas que antes había robado Napoleón Bonaparte?

Hagamos un poco de revisión histórica: Napoleón Bonaparte saqueó a muchos durante sus campañas militares, pero algunos de los robos más emblemáticos fueron dirigidos contra varias instituciones culturales y religiosas, por ejemplo en el Vaticano, durante la campaña italiana, Napoleón confiscó obras de arte, manuscritos y reliquias religiosas. Entre ellas, se llevaron piezas de la biblioteca Vaticana y tesoros de iglesias romanas.

También el hombre que solía llevar su mano resguardada en su chaqueta, aprovechó su mirada imperialista para saquear museos y palacios italianos, allí robó obras de Rafael, Miguel Ángel, Tiziano y otros maestros del Renacimiento. Muchas fueron trasladadas al Louvre, que él mismo transformó en vitrina imperial.

Después Bonaparte en Egipto en medio de una campaña menos exitosa, se llevó objetos arqueológicos, momias y manuscritos. Incluso el famoso Rosetta Stone que luego fue capturado por los británicos tras la derrota francesa, pero originalmente estaba en manos de los soldados de Napoleón. En el caso de los británicos debería escribir una columna aparte, porque si de piratas se trata…

Napoleón durante sus campañas en Europa Central, confiscó arte sacro, joyas y documentos históricos. Muchos monasterios fueron despojados de sus archivos en las bibliotecas. Acaparó varias obras maestras, se estima que más de 500 fueron trasladadas al Louvre bajo su mandato. Algunas fueron devueltas tras su caída, pero muchas permanecen aún en Francia.

Napoleón no solo robó objetos: robó símbolos. Transformó el saqueo en política cultural. El Louvre se convirtió en su archivo imperial, y cada vitrina lo muestra como un lugar de conservación y patrimonio, pero que no deja ver la letra chica.

Entonces: ¿Qué ocurre cuando alguien roba donde hay muchas cosas que han sido robadas? ¿Es un crimen o una corrección histórica? ¿Es vandalismo o justicia con una mirada casi poética?

Las joyas sustraídas en el robo que es noticia en todos los medios del mundo pertenecían a figuras emblemáticas de la realeza francesa del siglo XIX. Entre las piezas sustraídas se encontraban: la corona de la emperatriz Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III. Había diademas y collares de María Amelia de Borbón, reina consorte de Francia, de Hortensia de Beauharnais, madre de Napoleón III y de María Luisa de Austria, segunda esposa de Napoleón Bonaparte.

Estas joyas formaban parte de la colección de la corona francesa exhibida en la Galería de Apolo, una de las salas más emblemáticas del Louvre. El robo fue ejecutado en apenas siete minutos, mediante el acceso por una zona en obras junto al río Sena.

El Louvre, que para muchas personas y países es un templo del saqueo, se ha convertido en santuario cultural, con pertenencias de valores incalculables que corresponden históricamente a otros países. Tal vez el robo no sea solo un delito. Quizás sea una pregunta que interroga al museo, a la historia, al imperio. Su propio espejo. ¿Quién roba a un ladrón?

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