Microrrelato de Jorge Zanzio: Entre la realidad y la ficción, el ensueño

Su familia y amigos habían perecido de manera misteriosa, y el resto del mundo, probablemente tampoco respiraba. Tal vez él y los pájaros eran los únicos supervivientes. Ante la duda existencial se dedicó a caminar, a buscar un semejante entre los restos de civilización. Durante décadas anduvo el continente americano de extremo a extremo, pero fue inútil, pasó el tiempo hasta que, ya agotado de vagar decidió instalarse definitivamente en Buenos Aires, en el barrio porteño de la Recoleta a la altura de Agüero al 2502, precisamente en la Biblioteca Nacional. A pesar de estar completamente solo en ese gran templo inundado de anaqueles con libros, de rampas, escalinatas, y escaleras caracol, dejó de sentirse solo; la lectura fue su compañía. En su nuevo refugio leyó la obra completa de Borges; a la vez ésta lo impulsó hacia autores como: Chesterton, Kafka, Poe, Maeterlinck, Lugones, y otros tantos universales. También se interesó por el estudio del guaraní y el aimara. Y cuando de anciano ya estaba en su lecho de muerte, rodeado de infinitas palabras, apareció ante él un hombre vestido con un traje blanco, que a simple vista remitía a los trajes que había visto en fotos sobre astronautas. Él, vacilante entre el asombro y la felicidad, casi suspirado, le susurró su nombre: Juan Salvo. El forastero, cortésmente pronunció el suyo: Neil Armstrong. Este breve encuentro se registra en las memorias de Armstrong que lleva por título: “Entre la realidad y la ficción, el ensueño”. Acontecimiento que hoy, los simples curiosos al igual que eruditos, pueden hallar el volumen a la venta en cualquier librería de un planeta llamado tierra.