Matías De Villa: “En la Dirección de Aeronáutica hay algo que reconforta”

Por Guillermo Cavia –

El primer vuelo que una persona realiza suele ser inolvidable, pero en el caso del comandante Matías De Villa, no es un hecho que pueda recordar, no hay referencia a ese primer momento de estar en el aire en una aeronave. Cuando él nació, su papá ya era piloto, lo que le permitió tener siempre a la aeronáutica al alcance de su mano, cercana y cotidiana.  

El jueves 11 de abril de 1985 el papá de Matías, volaba un avión British Aerospace BAe-125-700B perteneciente a la empresa YPF. Se trataba de un vuelo de Buenos Aires a Salta. La meteorología no era buena y en las cercanías de Salta tuvieron un accidente que se llevó la vida de las 7 personas que iban a bordo, 5 pasajeros y dos tripulantes. Matías tenía 12 años.

Uno puede preguntarse, cuál es la huella en un niño del impacto de un accidente aéreo, que además tiene el desgarro, el vacío, de generar una ausencia que se hace para siempre. Tan solo doce años para enfrentar tamaña tragedia, es una marca del destino que tiene mucho de crisoles con fuegos.

Matías había nacido en Bahía Blanca, pero debido al trabajo de su papá también vivió en otros sitios, como en Comodoro Rivadavia, en Mendoza, CABA y en La Plata. Igualmente, su verdadero norte se orientaba hacia el Oeste, porque su familia, los tíos, primas, primos, eran de la localidad de Bragado. Es el lugar que eligió para hacer su carrera de piloto.  

En el Aeroclub atravesó todas las instancias. Se hizo piloto privado, luego siguió volando para tener las horas de vuelo necesarias que le ofrecieron la habilitación comercial, como también las de instructor de vuelo, “Yamil Roquigny y Pablo Aragone, estuvieron apadrinando casi todas las etapas de mi carrera. Bragado me dio las primeras alas y después fui haciendo más experiencia en otros sitios, como en Cañuelas, remolcando planeadores y también en Chascomús, en donde llevaba a paracaidistas” dice Matías, que tiene más de 5000 horas de vuelo hechas entre aviones y helicópteros.

Entre los 12 años de edad y su primera hora de vuelo en el Aeroclub de Bragado, solo habían pasado siete años. En su mamá residía una fortaleza que debía sacar a la luz para poder entender que su hijo sería igual a su papá. Esa procesión, según Matías, aún continúa ocurriendo en su madre, cada vez que él sale a volar.

Matías vive en La Plata, con su señora contemplan la vida de una hija de 16 años y un hijo de 18, “ella está aún en el colegio secundario, pero Lucas ya está decidido a ser abogado, aunque también está haciendo el curso de piloto. Un día seguramente podremos volar juntos, como indudablemente le hubiera encantado a mi papá hacerlo conmigo”, dice Matías. En ese deseo que cuenta hay un sentir inmenso, el silencio se hace notar y el aire carece de liviandad. “Creo que el mejor vuelo posible es sin pasajeros, solo con quien te acompaña en el vuelo” termina Matías y, el silencio, ya deja de ser lo que era.

Su ingreso a la Dirección Provincial de Aeronavegación Oficial y Planificación Aeroportuaria (DPAO y PA) se dio en esos momentos que suelen ser exactos. Aeronáutica de la Provincia de Buenos Aires necesitaba pilotos. “En esa instancia recuerdo a Eduardo Sciarrotta, que ya era piloto en el lugar y tuvo conmigo una deferencia muy importante”. De Villa ingresó junto a otros cinco compañeros, de inmediato comenzaron a trabajar, incluso sin necesidad de ser Radio Operadores, que es parte del tránsito previo antes de pasar a ser aviador de la Dirección. Al momento del ingreso, Matías volaba aviones, pero luego, tuvo la ocasión de hacer el curso de piloto de helicóptero, que se realizaba en la misma base de operaciones.

“En la DPAO y PA había dos guardias de pilotos, eran la A y la B, con el tiempo comencé a ser el encargado de la guardia A y luego fui jefe de Operaciones, una responsabilidad que tuve por muchos años. Volando en este lugar nunca me ocurrió un incidente – Matías mira la mesa que está enfrente, observa que tiene patas, así que se levanta y se acerca hasta la puerta para tocarla y prosigue – una vez un rayo tocó el avión que estábamos volando, parecía un acontecimiento sin importancia, recuerdo haber visto el fogonazo, la luz impactante y nada más. Pero al llegar, lo mecánicos aeronáuticos, detectaron que el rayo había entrado por el ala izquierda, para salir por el timón de profundidad, allí se constató que faltaba un pedazo de aluminio del estabilizador”, dice De Villa.

Trabaja en el lugar desde hace 22 años “tuve la suerte de hacer capacitaciones todos los años, volar cada una de las aeronaves de la Dirección y también la experiencia de haber ido a buscar un avión nuevo a estados Unidos, que trajimos en vuelo. Además participé en la comisión que recibió la compra de un helicóptero sanitario en Alemania” recuerda.

Fueron muchos los cursos realizados por Matías en la Dirección de Aeronáutica, comenzó en el año 2004 con el “Recurrent pilot Cessna 441 Flight Safety Wichita, Kansas, USA”. Luego en el año 2006 realizó cursos en Estados Unidos y Alemania, donde nuevamente regresó en el año 2008. En el año 2009 pasó por California, en Estados Unidos y en 2010 estuvo otra vez en ese país y en Alemania. Muchas perfecciones y cursos que siguieron en 2011 en Dallas, Estados Unidos, también en ese país, en Georgia, durante el 2012 y en ese año otra vez en Dallas.

Matías De Villa, alguna vez pensó que iba a ser médico. Le interesaba la medicina y ser cirujano, era una idea, una posibilidad. Pero hizo una carrera que quizás estaba escrita en su ADN. Sin embargo, en ambas decisiones hay un mismo fin, porque como él bien dice: “cuando uno vuela en la Dirección de Aeronáutica hay algo que reconforta y es la realización de un vuelo sanitario, porque es parte de una tarea que puede salvar una vida”.

Matías De Villa, es un integrante de la DPAO y PA. Es como cada trabajadora y trabajador, una articulación fundamental en la misión que las 24 horas, durante los 365 días del año, realiza aeroevacuaciones y vuelos de traslado de órganos, que posibilitan la esperanza de vida de personas.