
La historia de Santa Bernadette Soubirous, una vida sencilla que se convirtió en símbolo de fe y resistencia. Una mujer que tuvo orígenes humildes.
Bernadette nació en 1844 en Lourdes, Francia. Era hija de una familia muy pobre; vivían en un molino abandonado y a menudo pasaban hambre. Desde pequeña sufría de asma y tenía una salud frágil, lo que hizo que no pudiera asistir a la escuela con regularidad.
Las apariciones de la Virgen
A los 14 años, mientras recogía leña en una gruta llamada Massabielle, tuvo la primera de 18 visiones de una “Señora vestida de blanco”. Esta figura celestial le pidió que rezara por los pecadores y que bebiera del agua de un manantial que brotó milagrosamente en la gruta. Las autoridades eclesiásticas y civiles fueron escépticas, pero Bernadette se mantuvo firme y serena ante las críticas y burlas.
Hoy, Lourdes es uno de los centros de peregrinación más grandes del mundo, con millones de personas que visitan cada año buscando sanación física y espiritual.
Una vida oculta
Bernadette no buscó fama ni protagonismo. A los 22 años ingresó como novicia en el convento de Nevers, donde trabajó como enfermera y sacristana. Vivió en silencio y humildad, sufriendo enfermedades sin quejarse. Murió a los 35 años, en 1879.
El cuerpo incorrupto
Al exhumarla décadas después, su cuerpo estaba prácticamente intacto, sin intervención de embalsamadores. Hoy reposa en una urna de cristal en Nevers, y miles de personas lo visitan como símbolo de pureza y milagro.
Una frase que dejó grabada en la historia:
“No fui encargada de convencerte. Fui encargada de contártelo.”