La historia de un tortugo “mendocino” que ahora está nadando en libertad

La historia de Jorge, que se transformó en un tortugo mendocino, es una verdadera epopeya de resiliencia, ciencia y amor por la naturaleza.

Durante 41 años, Jorge vivió en cautiverio en el acuario municipal de Mendoza, tras haber sido rescatado en 1984 de una red de pesca en Bahía Blanca. Era una tortuga marina de la especie Caretta caretta, también conocida como tortuga cabezona, y pasó décadas en una pileta de apenas 45 cm de profundidad.

Su rehabilitación fue un proceso largo y meticuloso:

  • Se lo readaptó al agua salada gradualmente, controlando su capacidad para excretar sal.
  • Aprendió a cazar nuevamente, pasando de comer huevos duros y carne a perseguir caracoles y cangrejos vivos.
  • Se le enseñó a nadar en corrientes simuladas y a construir refugios como lo haría en su hábitat natural.

El gran salto a la libertad ocurrió el 11 de abril de 2025, cuando fue liberado en el océano Atlántico desde Mar del Plata, con un telémetro adherido a su caparazón para seguir sus movimientos. Desde entonces:

  • Ha recorrido más de 3.000 km, nadando por aguas brasileras rumbo a Praia do Forte, su probable lugar de nacimiento4.
  • Se ha convertido en un símbolo de conservación marina y un caso único en el mundo por haber logrado readaptarse tras tanto tiempo en cautiverio.

Su travesía es monitoreada por científicas argentinas como Mariela Dassis y Laura Prosdocimi, quienes siguen sus brazadas casi en tiempo real. Jorge se alimenta bien, evita zonas de riesgo y mantiene un comportamiento migratorio saludable.

Hoy, Jorge no solo nada libre, sino que también inspira. National Geographic publicó su historia, celebrando su regreso al mar como un hito global en conservación.

Durante meses, Jorge fue parte de un plan de recuperación gradual diseñado por un equipo de expertos. Para volver a cazar y nadar como un verdadero Caretta caretta salvaje, tuvo que reaprender conductas que jamás había desarrollado en cautiverio. Mirá lo que implicó:

Reaprendiendo a cazar:

  • Le presentaron presas vivas como cangrejos, caracoles y langostinos, primero en ambientes controlados.
  • Aprendió a perseguirlas, manipularlas con sus aletas, y usar su potente mandíbula para romper caparazones.

Ejercicio físico adaptado:

  • Se lo entrenó con corrientes artificiales en tanques especiales para estimular la natación contra corriente, tal como lo haría en mar abierto.
  • Realizaba “viajes simulados”, desplazándose entre distintos sectores del centro para replicar migraciones.

Simulación de hábitat natural:

  • Se incluyeron estructuras submarinas para que explorara y buscara refugio, como lo haría entre corales o rocas.
  • Se monitoreó su comportamiento nocturno, clave en especies marinas migratorias.

En Brasil, los investigadores esperan que Jorge busque aguas más cálidas y eventualmente zonas de desove. Si logra encontrar un grupo reproductivo, podría incluso ayudar a reforzar la diversidad genética de la especie.

Jorge no solo desafió los límites de la biología marina: ¡es como si hubiese vuelto a nacer con espíritu aventurero!