La historia de los dólares para todos y reservas para nadie

Nota del Editor

En Argentina, el dólar no es solo una moneda extranjera: es una obsesión nacional, un termómetro emocional, y últimamente, un agujero negro que se traga la estabilidad económica. Desde que se liberó el cepo cambiario, el mercado minorista se convirtió en una romería de compradores de billetes verdes. ¿El resultado? Más de 10.000 millones de dólares se fueron por la ventanilla, y el Banco Central quedó mirando cómo se evaporan sus reservas.

La escena es conocida: cada vez que hay incertidumbre, el argentino promedio corre al dólar como quien busca refugio en medio de una tormenta. Pero esta vez, la tormenta es estructural. No se trata solo de miedo al futuro, sino de una economía que no logra ofrecer una moneda confiable, ni una política fiscal que inspire confianza.

Lo más preocupante es que el fenómeno ya no se limita a grandes ahorristas o empresas. El turismo, las compras online, los servicios digitales: todo se paga en dólares. Y lo que antes era una estrategia de resguardo, hoy parece una forma de vida. El 70% de los gastos en moneda extranjera se cubren con dólares propios. Es decir, no solo se dolariza el ahorro, sino también el consumo cotidiano.

Mientras tanto, el Banco Central juega al límite. Interviene solo cuando el tipo de cambio toca el piso de la banda, y acumula reservas como quien junta agua en un colador. El Ministerio de Economía intenta compensar con privatizaciones y compras en bloque, pero el margen de maniobra es cada vez más estrecho.

La pregunta que flota en el aire es incómoda: ¿puede sostenerse una economía donde la moneda nacional es vista como un papel de descarte? La dolarización informal avanza, y con ella, la erosión de la soberanía monetaria. No es solo un problema técnico: es una señal de que el contrato social entre el Estado y sus ciudadanos está roto.

Quizás haya que dejar de mirar al dólar como enemigo o salvador, y empezar a preguntarnos por qué seguimos atrapados en esta lógica. Porque mientras todos compran dólares, nadie parece comprar futuro.

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