
Por Elvira Yorio –
Año 1936…18 de agosto, 19 quizá, madrugada en Viznar, un lugar apartado cerca de Granada, donde la cobardía falangista cometía secretamente sus crímenes. Allí mataron a García Lorca. Alguien dijo que el asesinato reflejó una España desgarrada por sus propias contradicciones. Y no se equivocó. Pero esa muerte inicua, se convirtió en un símbolo de la represión fascista y originó el mito lorquiano, que no ha dejado de crecer. Aún no se sabe dónde está su cuerpo, pero sí está claro que su alma continúa palpitando y puede encontrarse en todo cuanto escribió. Como predicaban Jacobsen y Rilke: cada hombre vive su vida propia y muere su muerte propia, tal fue su destino. ¡Qué curioso! él mismo intuyó ese destino, en 1929 escribió un poema donde predijo su asesinato y la imposibilidad de encontrar sus restos mortales.
Personalmente, siempre quise a Federico García Lorca. No sé… resulta querible, lo siento hijo, hermano, amigo… Creo que a muchos les pasa lo mismo. Después, supe que él había dicho que se era “íntegramente español pero antes, hombre del mundo y hermano de todos”. Se conoce ampliamente a este genial escritor, su apasionada vida y su injusta muerte, por eso, no he de abundar en datos biográficos o analizar su bella obra, tan difundida y comentada, me voy a referir a un breve episodio que tuvo como escenario nuestra ciudad.
Corría el año 1933, y el escritor estaba en la ciudad de Buenos Aires, adonde llegó a instancias de nuestra compatriota, la eximia actriz Lola Membrives, quien triunfaba representando “Bodas de sangre” en el Teatro Avenida. Ella lo convenció que debía venir para apreciar personalmente el éxito y el fervor popular que había despertado con la puesta en escena de sus obras, en especial “Bodas de Sangre” convertida en un verdadero suceso. Esa tragedia de verso y prosa, no solo se representó infinidad de veces en los teatros más importantes del mundo, sino que tuvo adaptaciones para el cine y la ópera. Entre nosotros se recuerda con especial beneplácito la ópera de Juan José Castro que se estrenó en el Teatro Colón en 1956. Hubo otras, de autores extranjeros. En Buenos Aires, Federico pronto se integró a una pléyade de jóvenes artistas y escritores que se reunían en el viejo café “Tortoni”. Quedó subyugado con el tango y las notas nostálgicas del bandoneón. Lo cierto es que se enamoró de esa ciudad que veía maravillosa, desprejuiciada y cosmopolita, en la que vivió varios meses. Integrado a la vida cultural porteña como un argentino más, accedió a dar conferencias, y a montar alguna exposición de sus dibujos, pues también era pintor. En una de esas habituales tertulias, leyó al grupo una obra nueva, que proyectaba estrenar en Madrid: “La casa de Bernarda Alba”. Sus amigos argentinos lo convencieron de que la estrenara acá, en el Teatro Avenida, y así sería… pero muchos años después.
En ese entonces, era Rector de la Universidad de La Plata, el prestigioso historiador Dr. Ricardo Levene que, anoticiado de la presencia del poeta en Argentina, lo invitó a visitar nuestra ciudad. Así pronunció una conferencia en la universidad, conoció el Museo de Ciencias Naturales y finalmente recaló en la Colonia de vacaciones de la Escuela Anexa, donde se le homenajeó con un asado. Relatan las crónicas periodísticas, que se condujo con la sencillez y confianza de un viejo amigo. En su honor, los niños de la escuela dramatizaron “Pinocho” de Collodi, ante su indulgente y aprobadora mirada, y aún tuvo suficiente disposición para dialogar animadamente con los pequeños alumnos. En la ocasión recordó que, en su tierra natal, había fundado e integrado un teatro universitario ambulante “La Barraca”, que no solo había creado, sino con el que participó activamente en las giras. Interesó vivamente al auditorio, conocer las alternativas de esa experiencia artística. Remató su visita, sentándose al piano e interpretando una sonata andaluza que encantó a los presentes. Pocos saben que Lorca quiso ser músico con tanta pasión como poeta, y alguna vez lo dijo: ante todo soy músico. Sin duda la música está presente en sus creaciones. La del cante jondo de su amada Andalucía y la otra también. En todas sus composiciones, tanto prosa, como poesía, campea esa expresión emocional que es una armónica simbiosis de ambas formas de lirismo. Al cumplirse 89 años de su muerte, nuestro permanente recuerdo para tan egregio poeta y dramaturgo, que seguirá deleitando a las futuras generaciones con su arte incomparable. La Plata honra su memoria en la calle que lleva su nombre.
Fotografía: Archivo web.