Florencia Balbuena: “Diez años después”

Por Florencia Balbuena –

Al pensar en desamor, tendemos a imaginar una desilusión romántica, un amor que nos lastimó, que incluso jugó con nuestros deseos e intenciones. Pero, ¿Es razonable pensar que este es el único tipo de amor que existe?¿Acaso solo el amor romántico es el que duele?

Es verdad que la “romantización” del amor romántico lo ha puesto en la cima, por así decirlo. La gente cree que este es el más intenso, pasional, el que más artilugios nos brinda para nuestro desarrollo y el que más duele. Pero yo no creo que sea el único que puede destruirnos, que nos hace creer que ya no podemos volver a sentir lo mismo por alguien más y el que nos hace pensar en todos los errores que cometimos haciéndonos desear volver el tiempo atrás para advertirnos a nosotros mismos de todo lo que va a pasar. ¿Qué otro tipo de amor puede doler aún más que el romántico? En mi escala de amor, siempre sentí que, más que una ruptura, lo que más duele y rompe nuestra alma es el fin o el rompimiento no declarado de una amistad, el desamor entre amigos.

Ahora bien, ¿Por qué se trata de un “rompimiento no declarado”? porque no existe una relación formal en la que, para acabar con ella, deba tomarse la drástica decisión del rompimiento, la separación o incluso el divorcio. Sino que se basa más bien en un alejamiento, una distancia creciente de la que, por su gran sutileza, nos damos cuenta tarde, y es por eso que duele más, porque este enfriamiento se vuelve cada vez más irreparable.

En la adolescencia, es muy posible que este distanciamiento se deba a las razones que se expresan en la canción “I´m Looking Trough You” de The Beatles, donde se dice: “No te ves diferente/ pero has cambiado/ estoy viendo a través de ti/ no eres el mismo.” Si bien el 80% de nuestra personalidad se forma durante nuestra infancia, la adolescencia es una etapa de profundas transiciones en la que nuestros intereses cambian, a veces no de una forma notoria; por lo tanto, es posible que nuestras relaciones también experimenten ciertas mutaciones que terminan por romper con las mismas. ¿Significa esto que el vínculo no era lo suficientemente fuerte o que el amor era insuficiente? No, lo que se vuelve fuerte son nuestras maneras de cambiar, la confusión que esto produce y la incertidumbre de no saber cuándo finalizarán estas transformaciones que nos impiden ver el mundo y a las personas como las veíamos antes. Sin mencionar que la otra persona también está siendo golpeada por estos cambios, y que tal vez lo esté transitando de forma totalmente diferente a la nuestra.

Es allí cuando el desamor hace acto de presencia y nos obliga a coincidir con Suki Waterhouse en su canción “Good Looking”: “Creí que sabía todos tus secretos/ pero ahora resulta que hay más./ Antes me adorabas,/ Oh, mi (atractiva chica).” Nuestras nuevas actitudes, producto de los cambios, comienzan a repelerse, chocan y se estorban entre sí. Así es que nos damos cuenta de que ya no somos lo que nos solía atraer, ni lo que antes creíamos necesitar. Inconscientemente, ambas personas toman distancia con la esperanza de volver a ser como antes.

Y así, la persona a la que considerábamos la más cercana a nuestro ser, aquella a la que creíamos conocer y que a su vez creía conocernos, ese refugio al que corríamos aunque no necesitáramos refugiarnos de ningún aguacero, se va de nuestras vidas y nosotros de la suya.

Pero me gustaría finalizar diciendo que el desamor, por más desgarrador que suene, nunca logrará disipar del todo la esperanza, esta es más fuerte que cualquier cambio. Y con esto en mente, recordemos a Los Rodríguez: “Si diez años después, te vuelvo a encontrar en algún lugar/ No te olvides que soy distinto de aquel, pero casi igual.”

Quizás “Diez años después, mejor volver a empezar.” Y nadie sabe, puede que: “Otros diez años más y luego a empezar juntos otra vez.”