
Por Elvira Yorio –
¿William Shakespeare procesado? ¡Increíble! Cualquier hecho ilícito no es punible después de un tiempo determinado de su comisión. A eso se le llama “prescripción”. Parece que a él no se le aplica, pese al transcurso de los siglos, y se le enjuicia. Eso sí, con todas las garantías del debido proceso. El juicio se va a llevar a cabo en el Teatro del Globo, fundado hacia el año 1599, cerca de Londres. Acá estamos. Intentaré redactar una crónica objetiva de este memorable acontecimiento. En la pizarra ubicada en el hall de acceso, puede leerse: Juicio oral y público. Acusado : William Shakespeare ( 1564-1616); Fiscal acusador: León Tolstoi( 1828-1916); Defensor: William Hazlitt ( 1778-1830); Juez: Jonathan Bate ( 1958); Testigos: Jorge Luis Borges ( 1899- 1983) ; George Orwel ( 1903-1950); Harold Bloom (1930-2019); August Wilhem Schlegel ( 1767-1845); Aldous Huxley (1899-1963); George Bernard Shaw (1856-1950); Virginia Woolf ( 1882-1941); James Schapiro ( 1955)
El recinto está atestado de gente que habla animadamente sobre el juicio que está a punto de comenzar. El juez entra, todos nos ponemos de pie y basta un golpe seco con el martillo de madera sobre el estrado, para que se haga un completo silencio. Habla el juez: Quiero advertirles que este juicio, que lleva ya tanto tiempo de tramitación, no es un proceso convencional, ya lo podrán comprobar ustedes. En primer lugar escucharemos a la acusación, luego declararán los testigos, sin ser sometidos a interrogatorio. Aclaro que cada testigo convocado, lo hará como protagonista presencial del tiempo que le correspondió vivir. Si bien su perspectiva puede llegar a estar afectada por la subjetividad y también es probable que trasluzca la influencia de sus propias experiencias y prejuicios, de cualquier modo proporcionará valiosos parámetros que nos ayudarán a comprender las variantes de cada época. Nuestra labor es complicada: abarca cinco siglos. Seguidamente hará uso de la palabra el defensor, y finalmente se emitirá la sentencia. Tiene la palabra León Tolstoi para que produzca su acusación. Éste se coloca frente al juez y comienza diciendo: el acusado ha escrito 39 obras entre tragedias, comedias, dramas históricos y poesías. Adquirió así fama y renombre, pero… por factores ajenos a su talento. A través de todas ellas, puso en evidencia una perniciosa falta de moral, una visión cínica, superficial y mundana de la realidad. Ha empleado la mentira como un arte y no solo en las obras de ficción, sino hasta en los dramas históricos. Sabida es la falacia que sostiene eso que los hombres llaman historia, y solo es producto de la locura, el error y la crueldad. Exacerbada en este caso. Destaco la influencia negativa que el acusado ha ejercido sobre los escritores que le sucedieron y también en el público en general. En realidad, la obra que analizo es reflejo de su vida licenciosa. No necesito convocar a estos estrados a testigos de concepto. Es de público y notorio la objetable conducta que ha observado el reo en la vida. Antes de los 18 años, mantuvo relaciones carnales con una mujer ocho años mayor, a la que dejó embarazada. En efecto, si bien contrajo matrimonio con Anne Hathaway, lo hizo con una dispensa especial, dada esa circunstancia. Y como si eso fuera poco ¡a posteriori cometió delito de adulterio! En ese momento, se escucha la voz estentórea del Defensor, Hazlitt: ¡Protesto Señor Juez! Como bien sabe V.S. y surge de las más avanzadas Constituciones del orbe, las acciones privadas de los hombres, están solo reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados. Y respecto del invocado adulterio, la acción para promoverlo corresponde únicamente al cónyuge ofendido, quien jamás interpuso una acción semejante contra mi defendido. El juez mira a uno y otro y dice: Ha lugar a la objeción presentada por la defensa. De inmediato, pide la comparecencia del primer testigo. Se llama a Eric Arthur Blair, más conocido como George Orwell. ¿Jura decir la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad? “Señor Juez, puedo jurar y juro, pero… ¿ acaso sabe alguien dónde está la verdad? ¿Lo sabe usted Su señoría? En cuanto al juramento, no puedo menos que recordar a Próspero, el personaje de “La tempestad”, diciendo: “Los más fuertes juramentos son paja para el fuego de la sangre.” Espero que éste no sea el caso. Recién he escuchado al Sr. Fiscal imputarle al acusado “practicar el arte de la mentira” en una posición que niega el poder de la creación que debe poseer un escritor. ¿Quién dijo que el escritor está obligado a ser veraz? Señalo que los críticos, no siempre pronuncian un juicio puramente estético. Frecuentemente se ven corrompidos por lealtades personales, ya sea morales, políticas o religiosas… hasta partidistas. En este caso, puedo demostrar que las críticas del Sr. Tolstoi parten de suposiciones arbitrarias. Fundamenté lo expresado en mi ensayo “Lear, Tolstoi y el loco” (1941), donde me refiero a la obra “El Rey Lear” que, como todos saben, es una tragedia que relata la división de un reino y la de una familia. Trata de las pasiones “menores” que afectan a los hombres, como la vanidad, el ansia de poder, la traición, la ingratitud…Ahí puede verse claramente que la crítica de Tolstoi acerca de la falta de coherencia de los personajes y poca verosimilitud, es débil y fácilmente rebatible. Solo evidencia la pretensión de que sus propias creencias sean las únicas válidas. Sin embargo, y esto es llamativo, en sus últimos años él mismo abjuró de su obra… y además…por algo fue excomulgado de la Iglesia ortodoxa…
Se llama al estrado a otro testigo, August Wilhem Schlegel. Presta juramento con su mano derecha en alto. Su voz tiene el tono de un maestro de escuela: He leído, ingerido y digerido la magna obra de Shakespeare y debo decir que es admirable la universalidad del enfoque y su profundo conocimiento de la psicología humana. En mi opinión es el supremo exponente de la poesía, puesto que tuvo una decisiva influencia no solo en mi Alemania natal, sino en toda Europa desde fines del siglo 18 hasta bien avanzado el siglo 19. Me refiero, desde luego, al romanticismo. En mi opinión, es una obra que, lejos de ser objetable, es ejemplarizadora.
Pasa al estrado el testigo Aldous Leonard Huxley prestando juramento de decir verdad. Señor Juez: reconozco que las obras Shakesperare han sido para mí fuente de profunda reflexión. Aunque de ninguna manera constituyeron para mí una influencia negativa. Imposible detallar aquí todas, me detendré en una de ellas a modo de ejemplo. La obra es “Enrique IV”. (inspirada en la historia inglesa, ya que ése fue un monarca que reinó desde 1399 a 1413). Uno de sus personajes, el que concitó mi atención, fue quien en vida se llamara Henry Percy. Shakespeare lo inmortaliza con su apodo “Hostpur,” que literalmente significa “espuela ardiente”. El sobrenombre se adaptaba a la naturaleza guerrera, temeraria y audaz de este hombre impetuoso y apasionado. Según el relato, lucha denodadamente al lado de su rey pero, en un momento dado, de la fidelidad absoluta pasa a la rebeldía, pues hay actitudes del monarca que lo menoscaban y provocan su desilusión. Sin embargo, Hotspur es consciente de que sus ideas y sus pensamientos están condicionados por sus experiencias y su situación personal. Al par que muestra las luchas internas de este personaje, Shakespeare se ocupa de explorar las peculiares características de la clase noble, sus cualidades y sus miserias. Con independencia de la narración a la que me refiero, sus reflexiones despertaron mis reflexiones, que culminaron con la creación de historias propias y sus personajes. Me conmovió esa cruda exhibición de la imperfección de los seres humanos que, más allá de poseer virtudes dignas de elogio, también en determinado momento de sus vidas, se ven sometidos, al influjo de bajos impulsos, como la ambición, la ira, la envidia… El título de una de las novelas que escribí, “El tiempo debe detenerse”, lo extraje de la escena en la que Hotspur, moribundo, dice: “Pero el pensamiento es esclavo de la vida/y la vida se deja engañar por el tiempo,/ y el tiempo, que cuida del mundo todo,/debe detenerse.” Tres cláusulas, de las que solo la primera ha merecido la atención del siglo XX . El avasallamiento del pensamiento por la vida es uno de nuestros temas favoritos. Bergson, Adler, Freud,…todos tocan variaciones sobre el mismo tema. El espíritu no es más que un instrumento para hacer instrumentos y está dominado por fuerzas inconscientes, sexuales o agresivas; es el producto de presiones sociales y económicas; es un manojo de reflejos condicionados. “El pensamiento es esclavo de la vida”, sin duda, pero debe ser algo más…”La vida se deja engañar por el tiempo”. Por su mero transcurso, el tiempo quita todo sentido a todos los planes y proyectos conscientes de la vida. Pero la síntesis de Hotspur tiene una cláusula final:” el tiempo debe detenerse”. Es un imperativo lógico, y también un hecho: se detiene. Solo teniendo en cuenta la idea de eternidad, podemos liberar el pensamiento de la esclavitud de la vida: Una de las muchas enseñanzas de Shakespeare, que, con mi propia narración, pretendí reflejar.
Va prestar testimonio Adelina Virginia Stephen, más conocida como Virginia Woolf. Se acerca al estrado una mujer de edad indefinida, de aspecto frágil, algo desgarbada, con sus cabellos castaños recogidos de cualquier manera en la nuca. Presta juramento ateniéndose a la formula convencional. Dice: Quiero manifestar que he aludido o mencionado a William Shakespeare en varias de mis obras, puesto que, como mujer, le estoy profundamente agradecida. Por ejemplo, en “Una habitación propia” me refiero a la necesidad de que una escritora tenga libertad personal e independencia económica, y también señalo la excepcional contribución que Shakespeare hizo en favor del reconocimiento de la mujer, en una época en que no tenía ninguna posibilidad de protagonismo. Él se lo otorgó sin menoscabarla o ridiculizarla, sino por el contrario, exaltando virtudes y reconociéndola en un pie de igualdad con el hombre. También en “Orlando” indirectamente lo menciono, ya que el personaje principal, que es escritor, se inspira en Shakespeare. Asimismo lo hago en “Entre los actos”. No niego que he analizado la obra de este genial escritor desde una perspectiva feminista. En tal sentido me detuve en Cleopatra y Lady Macbeth, puesto que ambas se destacan por su profundidad y complejidad.
Se llama a declarar a Harold Bloom. Jura rápidamente, sin mucha solemnidad, y comienza a hablar: He estudiado la obra shakesperiana y llegué a la conclusión de que nuestro escritor es el más inteligente. Autor de una biblia secular que sobrepasa las obras de Homero y Platón, la considero un texto sagrado. Shakespeare redefinió los parámetros tradicionales de originalidad y universalidad configurándolos en sus obras. En “El canon occidental (2002), analizo la obra de 26 escritores emblemáticos de la literatura occidental y explico por qué los considero clásicos. Por supuesto, que entre ellos destaca Shakespeare. Vuelvo sobre el tópico en “Shakespeare, la invención de lo humano”. En sus personajes hay una fascinante dinámica interna, plena de sutilezas,ellos extralimitan las obras que los contienen, van más allá de las acciones que ejecutan y parlamentos que pronuncian. No estoy solo en esta postura, grandes críticos literarios comparten mi mirada. Considero que la característica más increíble y si se quiere única de Shakespeare, es esa capacidad de la cual dota a sus personajes, para cambiar de acuerdo a sus propios pensamientos. Recuerdo que el oficio de dramaturgo en el siglo 16 entrañaba riesgos, imposibles de imaginar hoy. Allí desenvolvía su accionar nuestro hombre. También estoy convencido de que ningún escritor, antes o después de él, ha logrado tan bien el casi milagro de crear voces extremadamente diferentes, aunque coherentes consigo mismas, para sus más de ciento y pico de personajes principales. Me ocupé en especial de analizar ocho de ellos: “Julieta y el sexo”; Shylock y el odio”; “Fasltaff y la vida”; Rosalind y las mujeres”; “Hamlet y la duda”. Haré una pequeña digresión sobre Hamlet. Para mí es algo así como el hijo intelectual de Shakespeare. En realidad, el verdadero hijo, Hamnet, falleció a los 11 años de edad, bastante antes de que se publicara Hamlet. ¿Es casualidad? “Otelo y los celos”; “Lear y la muerte”; “Macbeth”, a la que me permito definir como una tragedia de la imaginación en la que el tiempo y la muerte son también protagonistas. ¿Qué más puedo decirles? Considero que Shakespeare como dramaturgo nietzscheano, vitalista, nihilista…su obra en lo cognitivo, en lo lingüístico e imaginativo, prácticamente ha monopolizado el canon occidental. Finalizo: Shakespeare escribió la mejor prosa y la mejor poesía del inglés o tal vez de cualquier lengua occidental.
A continuación se presenta James Schapiro, quien después de prestar juramento, comienza diciendo: Hace años desempeño la cátedra de literatura comparada en la Universidad de Columbia. Me he especializado en Shakespeare. También escribí varios libros, con la pretensión de esclarecer temas sobre sus obras, que han suscitado polémica a través de los siglos. A pesar de ser estadounidense, estoy absolutamente convencido de que leer y comprender a este escritor inglés nos ayuda, aún en la actualidad, a entendernos a nosotros mismos, de dónde venimos y hacia dónde nos dirigimos como nación, tal es la actualidad que le reconozco. Shakespeare es un hombre de teatro que llegó, observó, escuchó y recordó. Más allá de eso, tuvo imaginación. A saber, esa capacidad de moldear la nada aérea en materia, y crear mundos alternativos a partir de palabras. Para comprender mejor su dramaturgia, es menester analizar los acontecimientos políticos y sociales de su época. Es lo que intenté hacer con “El año de Lear. Shakespeare 1606”. También me pareció imperioso investigar el año 1599 , que considero crucial en su producción literaria.( “1599: Un año en la vida de William Shakespeare”) En mi opinión, hechos que sucedieron en Inglaterra en esos momentos, determinaron una poderosa influencia en su obra. De alguna manera lo acaba de manifestar Bloom, testigo que hemos escuchado recién. Y si, Su Señoría, como en todas las épocas, se producen rispideces entre los literatos contemporáneos y ello, de alguna manera pudo haber afectado a Shakespeare. Robert Greene( 1558-1592) constituye un ejemplo de los extremos a los que pudo llegar la rivalidad y competencia entre escritores en el teatro isabelino. Lo calificó como un “cuervo advenedizo”, acusándolo de plagiario. En tanto, Thomas Nashe (1567-1601), lo admiró como muchos otros coetáneos. En fin, la envidia es un oscuro sentimiento. Asimismo, exploré en especial el contexto político y no me pareció aventurado encontrar una vinculación con su obra. En esos momentos un conocido de Shakespeare, el conde de Essex, se convierte en favorito de la reina Isabel I, aunque pronto cae en desgracia. En realidad hay una cuestión política que es probable haya influido en la obra del escritor. En mi último libro “Shakespeare en una América dividida”(2020) propongo un nuevo enfoque de la política de mi país. He traído a colación esto, para demostrar la absoluta vigencia de Shakespeare. Es el único autor que todos estudiamos, que todos conocemos, al que todos recurrimos. Si elegimos a 100 estadounidenses y les pedimos que hablen de Otelo, Lear o Macbeth, en un par de horas admitirán cosas que no dirían ni en un bar después de muchas copas.
En mi libro “Shakespeare y los judíos” me refiero a los prejuicios y estereotipos propios de esa época que el autor refleja magistralmente. Describió a los judíos con los sentimientos y emociones de cualquier persona, idea que esos tiempos fue revolucionaria.
Se llama a brindar testimonio a Jorge Francisco Isidoro Luis Borges. Jura decir la verdad. Empieza a hablar con esa voz gastada y sin matices que, sin embargo, pronto concita la atención de todos: Shakespeare es el menos inglés de los poetas de Inglaterra. Comparado con otros escritores, es casi un extranjero. Inglaterra es la patria de la reticencia bien educada, en contraposición, la hipérbole, el exceso y el esplendor son típicos de Shakespeare. ¿Qué puedo decir que no se haya dicho en este recinto? Destaco el culto shakesperiano alemán, que de algún modo se parece al amor desdichado. El alemán( acabamos de escuchar a uno recién) siente con misteriosa intimidad el mundo de Shakespeare, al mismo tiempo que se sabe incapaz de crear con ese ímpetu y esa inocencia, con esa delicada felicidad y con ese negligente esplendor. “Nuestro Shakespeare” dicen, pero se saben destinados a un arte de naturaleza distinta: arte de símbolos premeditados o de tesis polémicas.
Hamlet, el dandy enlutado de la corte de Dinamarca, ha interesado más a la crítica, que exacerbadamente se complace en el análisis de sus actos y por supuesto de la duda (que es uno de los nombres de la inteligencia) y que en el caso del danés no se limita a la veracidad del espectro, sino a su realidad y a lo que nos espera después de la disolución de la carne. Personalmente, Macbeth me ha parecido más verdadero. Me explico: creo en Hamlet, pero no en sus circunstancias; Creo en Macbeth y creo también en su historia. Suele olvidarse que Macbeth, ahora un sueño del arte, fue alguna vez un hombre en el tiempo. Pese a las brujas y al espectro de Banquo y a la selva que avanza contra el castillo, la tragedia es de orden histórico.
Pasando a otro aspecto. Shakespeare parece haber sentido que la ambición, el apetito de mandar, no es menos propio de la mujer que del hombre; Macbeth es un sumiso y despiadado puñal de las parcas y de la reina. Mucho he leído y olvidado sobre Macbeth. Bradley por ejemplo, declara que la obra nos causa, infatigable y vívida, una impresión de continua rapidez, no de brevedad. La obra es la más intensa que la literatura puede ofrecernos y esa intensidad no decae. Desde las palabas enigmáticas de las brujas que trascienden la razón de los hombres, hasta la escena en que Macbeth muere acorralado y peleando, el drama nos arrebata como una pasión o una música. La tragedia se impone a quienes la ven, con la atroz convicción de una pesadilla. La verdad es que el drama que soñó Shakespeare y que ahora soñamos, está fuera del tiempo de la historia o mejor dicho, crea su propio tiempo. A diferencia de Hamlet, que es la tragedia de un pensativo en un mundo violento, el sonido y la furia de Macbeth parecen eludir la reflexión. Desde otra perspectiva, ha sido censurado y alabado por los numerosos cambios de escena que admite en un solo acto. Sí, el acto final de Antonio y Cleopatra consta de trece irrepresentables escenas, cada una de las cuales tiene lugar en un sitio distinto de Alejandría. Cabe deducir que al escritor no le interesaba la localidad de los hechos, no infringe la unidad de lugar: la trasciende o la ignora.
Llega al estrado un hombre mayor de larga barba gris, mirada penetrante y una sonrisa sarcástica en su rostro. Es George Bernard Shaw. Presta juramento y comienza a hablar: quienes me conocen saben que no soy partidario de los fanatismos. Hmmmm… Se levanta un persistente murmullo en la sala, que pronto es acallado por el juez. El testigo continúa hablando, en tono ligeramente despectivo: Por esa razón, siempre me chocó la “bardolatría” o sea ese culto ciego a Shakespeare. Reconozco hasta cierto punto su valía como poeta, pero… tengo mis reparos respecto de su producción como dramaturgo. Cito a título de ejemplo su obra “Cymbeline” que pretende ser una pieza romántica sobre las peripecias en la vida de Imogen y su esposo, pontificando sobre la lealtad, el amor y la redención. Para mí es una obra vulgar, estúpida, indecente, ofensiva y exasperante. ¡Ah…desprecio tanto a Shakespeare como a Homero!
Pasa al estrado William Hazlitt, un hombre joven aún, de agradable aspecto, que comienza hablar con voz firme y serena. Señoría, he aceptado muy honrado el cargo de abogado defensor. En realidad, es un cometido muy fácil. Estamos en presencia de uno de los grandes escritores de todos los tiempos, sino el más grande. Baste decir, a modo de introito, que su capacidad intelectual e inventiva es tal, que aportó al idioma inglés una renovación que no registra antecedentes: creó e incorporó 1700 palabras, que posteriormente fueron de uso corriente. Señor juez, se puede advertir claramente que el propósito del Fiscal Tolstoi, así como el de Bernard Shaw y otros detractores del acusado que recuerdo… Voltaire, Byron y Bukowsky, no es meramente hacer una crítica literaria, u oponer objeciones fundadas a un texto determinado, sino destruir a la persona del autor. Hay una animadversión personal. ¿Cómo puede sino interpretarse la expresión de Shaw: “Lo desprecio tanto como a Homero”? Shakespeare mismo, con su lúcida inteligencia, nos aclara el por qué. De alguna manera lo dice en Hamlet (V acto, escena I) en tanto prevé que alguien que muere habiendo sido importante y reconocido en vida, está expuesto a críticas e injurias, ya que no puede defenderse. Los escritores que menciono, son enemigos surgidos siglos después de la muerte de Shakespeare, por eso me interesa especialmente traer a estos estrados la opinión de un distinguido contemporáneo de él, Ben Jonson. Dijo: “honesto y de una naturaleza abierta y libre, con una excelente fantasía, ideas valientes y una expresión adecuada.” Lo cual remata con esta afirmación: ”no pertenece a una sola época , sino a la eternidad”, fíjese S.S. que visión anticipatoria, puesto que habiendo vivido en aquellos tiempos, no le fue posible comprobar – como lo hicieron las generaciones posteriores- la vigencia que tendría Shakespeare en el transcurso de los siglos. Posteriormente muchos escritores, críticos, filólogos y lectores, coincidieron en que el Bardo tuvo una visión que trascendió con creces su tiempo vital. Publiqué un libro: “Personajes de las obras de Shakespeare”(1817), escrito después de una detenida lectura y meditado análisis de toda su vasta obra. Quedé admirado de su talento para describir las pasiones humanas y el delicado estudio psicológico implicado en cada personaje. Precisamente la característica que el fiscal pretende denostar. Me detengo en Macbeth pero, en realidad, todas las obras tienen tramas tan complejas como la vida misma. Puede verse acá un personaje muy peculiar en cuyo fuero interno pugnan sentimientos contradictorios: la ambición desmesurada, el sentido del deber, la cobardía…y frente a él, su mujer con la que sostiene una relación perversa que poco a poco, se va deteriorando. Ella, en principio, es un elemento que se impone como fuerte, dominante…lo incita al crimen. Pero queda demostrado el juego de la culpa y la paranoia en la transformación de la pareja. Es destacable la singularidad de otros personajes: Shylock (“El mercader de Venecia”)o Falstaff. O Coriolano, o Yago (de Otelo). Ninguno es igual al otro, todos y cada uno son únicos e irrepetibles. Ante las inconsistentes imputaciones del fiscal, solo cabría exonerarlo de culpa en tanto se probara que las obras, que tan acerbamente criticó, tuvieron una deficiente traducción del inglés al ruso, pero, Señor Juez, sabemos que es políglota y domina alrededor de ocho idiomas, entre los que está, desde luego, el inglés.
Otro punto en favor del acusado: nadie como él, ha dado nunca con la verdadera perfección del carácter femenino, el sentido de la debilidad que se apoya en la fuerza de sus afectos. Las heroínas de Shakespeare son puras abstracciones de los afectos. Dentro de una sociedad que excluía a las mujeres, él les confirió un lugar importante. Se adelantó siglos a su época. Recién mencioné “El Mercader de Venecia”. Como todas las obras de Shakespeare, presenta las pasiones humanas con magistral concepción y. más allá de los valores literarios que posee, quiero destacar dos cualidades que la distinguen: En primer lugar el empleo de la magnífica técnica de contrastes que alcanza los extremos del amor y el odio. Pero además, y pese a ese juicio que se desentiende de todo rigorismo formal, se alza la obra como una metáfora sobre las relaciones entre la justicia estricta y la misericordia. La justicia…virtud esquiva si las hay…como dice Porcia: “en el curso de la justicia ninguno de nosotros hallará salvación” y hace allí un elogio de la misericordia. El personaje de Shylock, motivo de tantos análisis contradictorios e imputaciones a lo largo de siglos, creo que debe ceder su sitial protagónico a Porcia. A través de ésta, el autor revindica a la mujer, la muestra decidida, sagaz, inteligente, y capaz de desempeñarse con igual o mejor fortuna que un hombre en tareas de las que estaba excluída. Quiero destacar Su Señoría, el respeto por la figura femenina que el acusado no solo exhibe en esta obra, sino en otras, en la caracterización de los personajes de Rosalind( “Como gustéis”); Viola (“Noche de Reyes”); Beatriz (“Poco ruido y pocas nueces”). Adviértase que Porcia, Rosalind y Viola, se disfrazan de hombres para resolver conflictos que los propios hombres no pueden resolver. Por su parte, Beatriz, no se deja someter, pese a vivir en una sociedad patriarcal que desdeña a la mujer. Éstas, no son mujeres- objeto, como tantos escritores han caracterizado y siguen exhibiendo en sus obras. Nuestro escritor les reconoce fortaleza, determinación e inteligencia, para desenvolverse en una sociedad adversa a sus intereses, y pese a ello, dirigir su propio destino de la mejor manera.
Señor Juez: Destaco que nuestro escritor se mantuvo al margen de su poesía y tuvo la perspicacia de dejar de lado su propia conciencia, para configurar sus inefables personajes. Yo distinguí siempre “la poesía de la imaginación” y la “poesía del sentimiento”, los grandes, como Shakespeare, poseen ambas.
Sr. Juez, si la obra de Shakespeare ha merecido semejantes reacciones y alterado de tal modo los espíritus, estamos ante la prueba más palmaria de que no nos deja indiferentes, por el contrario, nos interpela y suscita una respuesta meditada sobre los grandes temas que ocuparon y ocuparán a los seres humanos de todos los tiempos. Pido el rechazo de la acusación por inconsistencia de los cargos articulados ante este Honorable Tribunal. No solicito que se le conceda el uso de la palabra a mi defendido, pues, como ha quedado en evidencia, su voz permanece audible desde hace siglos y no parece que pueda ser acallada. Así terminó su alegato el defensor. Me pareció que estaba conmovido, emocionado. Se produjo un silencio y el juez habló: Hemos escuchado al Sr. Fiscal, el testimonio de distinguidas personalidades y el alegato de la defensa. Bastaría para finalizar este proceso, decretar el rechazo por falta de mérito. Sin embargo, quisiera destacar la cantidad de juicios a los que hemos asistido promovidos por sentimientos subalternos como la envidia que, en el subjúdice consideramos el motivo determinante de la acción. Si se me permite una digresión no jurídica, citaré a Gonzalo Fernández de la Mora quien, en un magnífico ensayo sobre “La envidia igualitaria”, finaliza proponiendo su reemplazo por la emulación creadora.
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