
Por Elvira Yorio –
El amor es un sentimiento irracional. Así lo definió Smith, mi viejo profesor de filosofía. También estuvieron acertados a lo largo de la historia, quienes han pretendido describirlo con las frases más variadas. La literatura ha sido pródiga en exponer la idea del amor en todas sus manifestaciones: romántico, maternal, platónico…grandiosas creaciones o relatos folletinescos que recorrieron todos los estadios emocionales que puede exhibir ese sentimiento. Es alto el porcentaje de las obras literarias que abordan directa o tangencialmente el tema del amor. Claro está, desde distintas perspectivas. Es que, “ejercitar” el amor es una experiencia eminentemente subjetiva que tiene diferentes exteriorizaciones. Sin embargo, puede observarse que el concepto de amor idealizado y mítico que persistió por siglos, se ha ido transformando en la actualidad. Lo señala Roland Barthes ( “Fragmentos de un discurso amoroso”) destacando la relevancia del lenguaje para reflejar la naturaleza fragmentaria e inconstante del amor. Un filósofo y un psicoanalista, Deleuze y Guattari, hasta parecen sugerir que el capitalismo ha originado una sociedad de control que reprime, dirige y condiciona el deseo y el amor (“El anti- Edipo”). Otro autor, Raymond Carver, uno de los más destacados representantes del “realismo sucio” en Estados Unidos, muestra una postura escéptica en el libro “De qué hablamos cuando hablamos de amor” que reúne varios relatos. Toma personajes comunes, sin cualidades dignas de destacar, pero en los que capta los aspectos más íntimos de su personalidad, y sobre todo en aquello que respecta a la interacción con los demás. Cómo un ser humano puede haber sentido amor por otro, y al cabo de un tiempo ese amor transformarse hasta llegar al odio. Las paradojas del amor, intenta mostrarlas o demostrarlas…
Los estudiosos dicen que hay varios tipos de amor: sensual, idealizado, liberador, tirano, compartido, filial, imposible, amor a Dios…seguro podrían encontrarse algunos más. Parece un tema inagotable, que tiene muchas formas de abordaje. Las historias narradas tuvieron desde siempre peripecias que dificultaban o impedían la realización del amor, ya fuera infidelidades, venganzas atroces, crímenes pasionales etc. lo cual despertó una y otra vez, el interés en esas lecturas. Algunos hitos importantes son:
La leyenda medieval “Tristán e Isolda” que narra un amor imposible, apasionado y trágico, cuya mezcla de pasión y deseo, pugna con la lealtad y el deber. Fue adaptada a varias obras literarias y también musicales. Se la considera la ópera más emblemática de Wagner que continúa representándose en las principales salas líricas del mundo.
Otro clásico universalmente difundido es “Romeo y Julieta” de Shakespeare. El amor enfrentado al orgullo, la intemperancia, la soberbia, los deseos de venganza, epiloga en una tragedia. Pese al transcurso de los siglos, los monólogos siguen conservando intacta su capacidad para trasmitir las más genuinas emociones y su intrínseca belleza. Lo mismo puede predicarse de Otelo, donde la tensión narrativa se centra precisamente en la negación del amor, distorsionado por sentimientos subalternos. Egoísmo, orgullo, narcisismo…desnaturalizan al verdadero amor, identificándolo con la posesión y el control.
Goethe en 1774 escribe Werther, en realidad, “Las penas del joven Werther”, obra paradigmática del romanticismo, calificada como una de las cumbres de la literatura alemana. Hay quienes dicen que esta novela recoge vivencias del propio autor. La leí cuando tenía trece años y me conmovió profundamente. Hace algunos años renové esa antigua emoción, al asistir a la representación de la ópera de Massenet en el Metropolitan, ante la memorable interpretación de Jonas Kaufmann.
Otra obra donde se trata el tema, en mi opinión para cuestionarlo, es en “La felicidad” (“Le bonheur”) de Guy de Maupassant. El autor parece interpelarnos. ¿es la felicidad una construcción social? ¿pueden las personas ser “condicionadas” para aceptar mandatos sobre la felicidad? ¿el amor puede ser una forma de escapismo? ¿existe un amor-realidad versus un amor-ilusión? Una obra para meditar.
Si se quiere incursionar en una historia de amor original, es imprescindible leer “Ligeia” de Edgard Allan Poe. Sorprende con una mezcla de horror, pasión y suspenso, presentes en todos los relatos del genial escritor. Un personaje cuyo amor se convierte en obsesión, que conduce a un inesperado final.
“Memorias de Adriano” de Marguerite Yourcenar. El famoso emperador romano escribe una carta dirigida a quien va a sucederle como emperador, esto es, Marco Aurelio. Además de referirse a distintos aspectos de su vida, describe el apasionado amor que le inspirara Antinoo, su joven amante, así como la tristeza que le provocara su prematura muerte. Novela que le otorgó a su autora fama y prestigio.
“El amor en los tiempos del cólera” de Gabriel García Márquez, es una atractiva novela que describe la persistencia de un amor a través del tiempo. En efecto, desde la adolescencia de los protagonistas hasta su vejez. Describe al amor como la meta que se ha propuesto Florentino Ariza, lo que constituye un verdadero desafío que enfrenta con indomable voluntad, resolviendo los inconvenientes que se presentan, pudiendo finalmente concretar su propósito. Comparto esta reflexión que rescato del texto cerca del final. “…más allá de los tiempos de la pasión, más allá de las burlas brutales de las ilusiones, y los espejismos de los desengaños: juntos, lo bastante para darse cuenta de que el amor era amor en cualquier tiempo y en cualquier parte, pero tanto más denso cuanto más cerca de la muerte”
Otro es el enfoque de Milan Kundera en su novela “La insoportable levedad del ser”. Describe con maestría el complejo juego de relaciones entre los personajes. Se muestra la ambigüedad, la falta de certeza y la búsqueda incesante de sentimientos a través de las vicisitudes de la existencia. La eterna pugna entre la libertad y las limitaciones que implica una fuerte conexión emocional que la cercena.
Personalmente he abordado el tema del amor en relatos y novelas, en las que describí situaciones imaginadas, ajenas a mi propia experiencia. Fue divertido recibir la devolución de una amiga sobre la novela “El sabor de la espera”. En ella, la protagonista próxima a cumplir cien años tiene un encuentro íntimo con su gran amor que ha permanecido criopreservado durante medio siglo. Mi lectora se espantó y calificó ese episodio del libro como una lamentable demostración de “erotismo decadente”. Bueno, al menos no habló de obscenidad o pornografía, tal vez lo pensó… Son licencias que podemos permitir a nuestra fantasía. ¿O no?
Para finalizar, una enseñanza de Cortázar: Cuando hablo de erotismo en literatura, me refiero a algo que pertenece profundamente a cada uno, tal como su vida mental, intelectual y sentimental; la pornografía apunta siempre de alguna manera a lo comercial, a crear sensaciones de tipo carnal, que nada tienen que ver con el erotismo.
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