
Resucitar = levantarse, ponerse de pie, ponerse en movimiento, animarse, juntar y volver a repartir.
Fijate que resucitar no es específicamente que un muerto vuelva a la vida, en el sentido biológico del términos. De hecho eso sería reanimar.
Resucitar, es muchos más cercano de lo que parece y muy aplicable a nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, si estas en un momento de tu vida donde te sentís paralizado, postrado, trabado, el acto de resurrección sería para ti ese momento exacto, en el que te viene una claridad y una fuerza muy profunda, que logran impulsarte a ponerte de pie y a tomar las decisiones necesarias para salir de esa postración (existencial, espiritual, afectiva, laboral) en la que estás inmerso.
Esa fuerza, esa energía que fluye desde lo más hondo y que te permite, volver a empezar, volver a apostar, volver a confiar, volver a sentir, volver a amar, y por eso mismo, volver a levantarte y a caminar, eso… ya es resurrección.
De modo similar resucitar es algo así como juntar las cartas y repartir de nuevo.
A veces, vos y yo sabemos, que nuestras trabas emocionales, existenciales o espirituales tienen mucho que ver con estar postergando constantemente cambios o decisiones extremadamente importantes para nuestra vida. Y que por temor o comodidad (que son sinónimos) no nos animamos a concretar.
En este sentido juntar y dar de nuevo, puede ayudarnos a destrabar la parálisis, ponernos de nuevo en movimiento y por eso mismo a resucitar.
Resucitar es sin dudas un regalo, un don, una gracia. Pero que ya vive en ti. Y por eso mismo resucitar en gran medida, depende de ti.
Así que… ¡ánimo! No pierdas más el tiempo. Y trabaja por tu resurrección.
En Provincia agradece el artículo a Analía Pini.