El gran Cacique Tehuelche Patoruzú cumplió 96 años

Patoruzú, creado por Dante Quinterno en 1928, es uno de los personajes más importantes e influyentes de la historieta argentina.

Nacido como personaje secundario en dos tiras cómicas de corta vida, el cacique Patoruzú —el último de los tehuelches, a los que los conquistadores españoles habían visto en su momento como gigantes dotados de fuerza prodigiosa— obtuvo en poco tiempo su propia historieta, que daría origen a la revista homónima, uno de los grandes hitos del humor gráfico en Argentina.

Quinterno dibujó historias originales intermitentemente durante casi cuarenta años, y las reimpresiones fueron numerosas. Desde las décadas de 1940 y 1950 Patoruzú se transformó en uno de los iconos de la cultura popular argentina.

Fue asimismo uno de los antecedentes de los superhéroes creados a fines de los años 1930, al contar con superpoderes como super velocidad y superfuerza.

La identidad de Patoruzú sufrió varios retoques durante los primeros años. Comenzó como un personaje humilde, taciturno e ignorante, a cargo de un tutor porteño con más educación; las historietas iniciales emplearon este contraste para destacar la paralela diferencia de actitudes entre el malicioso tutor, que daría más tarde lugar a otro personaje duradero, Isidoro Cañones, y el bondadoso e ingenuo aprendiz tehuelche.

Sin perder la esquemática contraposición moral, Quinterno retocaría posteriormente la historia, transformando a Patoruzú en un poderoso aunque benévolo estanciero.

Su generosidad con el dinero y la avaricia de los malvados sería las más de las veces el eje de la dinámica de las historias.

Origen

Dante Quinterno introdujo por primera vez al futuro Patoruzú en una tira publicada en el diario Crítica, llamada Las aventuras de don Gil Contento.

Quinterno había anunciado la llegada del Indio a la tira, mediante avisos publicados, que rezaban: “Don Gil Contento adoptará al indio Curugua-Curiguagüigua”.

El director del diario, Carlos Muzio Sáenz Peña, parece haber sido quien le sugirió que cambiara el nombre por otro más eufónico; su comentario de que “debía ser algo criollo y pegadizo, como la pasta de orozuz” (un dulce popular en la época). Eso dio origen al nombre definitivo.

En la tira, el cambio lo explicó el mismo Gil Contento, quien dijo a Patoruzú que lo rebautizaría “porque su nombre le descoyuntaba las mandíbulas”.

En la que sería la única aparición de Patoruzú en Crítica, este llegaba de la Patagonia acompañado de un ñandú, Carmela; la presencia en Buenos Aires del último de los tehuelches gigantes se explicaba por la defunción de su tutor y patrón, el tío de Don Gil, quien lo cedía a título póstumo a este.

Poco pudo desarrollarse de la historia, dado lo efímero de la tira, pero este primer episodio anticipaba mucho de la trama venidera. Patoruzú era ya idiosincrático, ingenuo y noble; Don Gil dedica la mayor parte de las 17 viñetas de este primer número a explicarle el funcionamiento de la luz eléctrica, el transporte público y los modales en la mesa, pero —al enterarse de que Patoruzú posee, además de su mascota, una bolsa con monedas de oro— intenta quedarse con ellas, explicándole que en Buenos Aires no sirven para nada. Fallido su intento, se lamenta de que el oro esté en manos de semejante ignorante; anticipa así las andanzas de Isidoro Cañones, padrino del tehuelche en su versión definitiva, que constantemente intenta aprovechar la generosidad de este para financiar sus juergas.

Tras su alejamiento de Crítica, Quinterno dejó de lado por un tiempo al personaje, y retomó la figura del porteño tramposo, fanfarrón y aprovechador con Julián de Montepío, un playboy de buena vida y fondos perpetuamente insuficientes, a quien acompañaron su novia (Lolita) y un valet (Cocoa) durante un par de años en la última página de La Razón.

En septiembre de 1930 retoma, repitiéndola casi cuadro por cuadro, la historia de Patoruzú y don Gil; el indígena viene ahora a Buenos Aires enviado por el difunto Rudecindo, tío de Julián, y nuevamente en compañía de un ñandú. Cambia el sexo de este —ahora es macho, y se le denomina «Lorenzo»—, pero sobre todo la identidad de su amo; Patoruzú, aunque tutelado por Rudecindo, era el último vástago de los caciques tehuelches, y fabulosamente rico. Una carta de su tío explica la situación a Julián:

[…] “un indio güenazo, hijo de un difunto cacique tehuelche amigo mío, pa’ que lo sigas apadrinando… Tratalo como a un hermano y civilizalo, si podés. Tené en cuenta que es un indio jovencito y muy rico, hablando en plata.”

Porta su fortuna en forma de pepitas de oro, que suscitan la codicia de Julián y desarrollan una trama casi idéntica a la original.

Esta vez, el encargado de proteger a Patoruzú de la maldad de su padrino es un peón de la estancia, aparecido imprevistamente, que le explica la treta de Julián, quien le había hecho creer que las pepitas estaban embrujadas.

La historieta tuvo mejor fortuna que su predecesora, y Patoruzú formaría parte del elenco de Julián, durante más de un año, cobrando cada vez más protagonismo.

El 11 de diciembre de 1931 pasa a encabezar la tira, que cambia de nombre. Aún no es el Patoruzú que pasará a la historia; ya no lo acompaña Lorenzo, que perdió la vida asado accidentalmente en una rotisería, pero su figura sigue aproximándose más a la gruesa y desgarbada de las primeras imágenes que al delgado y erguido tehuelche de años posteriores.

Sin embargo, en esta época aparecen el capataz Ñancul y el malvado Mandinga, mientras que otros personajes servirían de anticipo para aquellos que vendrían más tarde como el codicioso productor estadounidense Sam Gold, quien sería una versión temprana de Gastón.

Quinterno murió en 2003, pero hoy en día siguen publicándose reediciones de historietas pasadas, con pequeñas adaptaciones de moneda o personajes famosos, aunque en la vestimenta y la forma de los coches se nota que la acción transcurre en la década de 1970.

Si bien el personaje no goza de la popularidad de antaño, el cacique sigue siendo uno de los máximos protagonistas de las historietas argentinas; a diferencia de sus dos principales competidores, Mafalda y Clemente, el haber sido publicado de manera independiente ha favorecido su difusión.

Tampoco ningún otro personaje de historieta moderno (como El Eternauta o El cazador) goza de una fama superior a la de Patoruzú.

En el año 2003 tuvo gran éxito en el país una película animada argentina basada en Patoruzito. Su secuela vio la luz en 2006.

En noviembre de 2008 comenzó una muestra en el Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori de Buenos Aires titulada Patoruzú: Una revista, una época, organizada por el Museo del Dibujo y la Ilustración.

Fuente: https://es.wikipedia.org/

Fotografías: Archivo web.