Por Elvira Yorio* –
El artista contempla al mundo que lo rodea, tanto como a su mundo interior. Trata de establecer un orden entre ambos espacios, conferir un sentido. De alguna manera, intenta expresar “su ser”. Han llegado hasta nosotros obras de arte prehistóricas y otras posteriores, de distintas épocas, todas con características propias, de diferentes estilos, que oscilaron entre lo real y lo simbólico. También esas fueron formas de expresión e intentos de dotar de un sentido al universo. El presente nos enfrenta a un insólito desafío: ¿Se está organizando mecánicamente la emotividad? El tema no es nuevo, ya en el “Vigésimo Encuentro Internacional de Poesía” (Ginebra 1965) bajo la convocatoria “El robot, la bestia y el hombre” se propuso redefinir lo humano. Y el gran interrogante que se planteó fue la posibilidad de producir obras de arte mecánicamente. Han transcurrido sesenta años y la disputa no ha decrecido, antes bien, se presenta a cada momento bajo términos diferentes y variados argumentos.
Entre quienes amamos y disfrutamos del arte, se ha suscitado una inquietud ante la amenaza de esa deshumanización que anularía sentimientos y emociones. Revalorizamos entonces las obras del espíritu creadas por quienes han honrado al arte con su talento y dedicación. En nuestra ciudad, Eduardo Migo es figura descollante de la escultura contemporánea. Maestro, a través de la enseñanza sistemática de las aulas (durante más de 30 años), pero también mediante el ejercicio intuitivo y espontáneo implicado en concebir y concretar una obra de arte. Alguna vez dijo: el arte no se improvisa. Y consecuente con eso, desarrolló su vida en permanente culto a esa verdad, desde la composición, la técnica, el mensaje, el color, el volumen, los materiales… Autor de numerosas esculturas emplazadas en sitios públicos y de otras pertenecientes al acervo patrimonial de importantes museos. Tan brillante y proficua trayectoria le ha valido la concesión de más de cincuenta premios y distinciones, entre ellas haber sido consagrado como “Maestro de la plástica” por la Municipalidad de La Plata.
Dos obras suyas en esta ciudad se distinguen por sus especiales características: “El ángel de la providencia”, propiedad de la Universidad Católica de La Plata ( calle 47 y 16) y “El centinela de la memoria” que conmemora los cuarenta años de la guerra de las Islas Malvinas (Plaza Islas Malvinas) en homenaje a los soldados que intervinieron en ella.
El ángel, se inspiró en “La anunciación”, pintado por Guido di Pietro, más conocido como Beato Angélico, cuadro existente en el Museo del Prado de Madrid, con una reinterpretación muy personal de nuestro artista. En esta originalísima obra, el cuerpo del ángel no es una estructura unitaria y compacta sino que está formado por chapas de metal superpuestas, entre las cuales traspasa la luz, confiriendo un efecto visual de irrealidad muy propio de la figura que buscó representar. La cara, en cambio, de acero inoxidable, muestra una belleza tangible que confiere a la imagen un sentido de inalterable serenidad. Lo increíble de esta obra son las distintas perspectivas que ofrece, ya que varía según el ángulo desde el cual se la observa. Es una obra única, imaginaria y real a la vez, etérea, sin una forma definida, cuya transparencia nos remite a lo celestial.
“El centinela de la memoria” obra realizada íntegramente en acero inoxidable, diseñada en forma de hemiciclo que rodea y contiene la figura del soldado. Ese material nos remite a una noción de permanencia, y también su cualidad de espejar, reflejar la luz, implica atraer, unir, no dividir o rechazar. Debe destacarse que, de alguna manera, constituye una denuncia contra esa guerra absurda. La figura es ajena a la idea directa con la muerte. No representa a un soldado en posición beligerante, sino a alguien en actitud protectora. Interpreta un mensaje que el artista recibiera de los veteranos de la guerra y sus familiares, dirigido a quienes perdieron su vida o sufrieron las alternativas de esa lucha, y logra trasmitir a través de su obra la admiración y el permanente tributo de los conciudadanos que homenajean tan heroico desempeño. Eduardo Migo compartió con sus comitentes esa aspiración de erigir un justiciero homenaje en recordación de los combatientes, y donó su magnífico trabajo, en una actitud que merece la eterna gratitud de la comunidad. Otra obra que exhibe metafórica originalidad es “El monumento a la medicina” ubicado en la intersección de las calle Diagonal 79 y 1. Como casi todas sus creaciones, ésta también tiene una concepción abstracta. Un globo terráqueo representa a la universalidad y sus dos hemisferios, marcados por una línea de espejo, buscando tal vez hermanar diferencias; el símbolo de la medicina y un grupo escultórico en hierro, la humanidad.
Cabe destacar que esta obra se erigió a instancias de C.O.R.D.I.C. y la Federación de Entidades Culturales y Deportivas de La Plata, a través de un concurso. La índole de esta nota, no permite la descripción de sus otras notables esculturas.
El profesor Migo es un artista inquieto que no permanece indiferente la interpelación que suponen las nuevas tecnologías. Sin afectar sus creaciones, está ensayando imprimirles una nueva dinámica. A través de videos que, sin desnaturalizar la esencia de la obra, la dotan de vida y movimiento. Es reconfortante y aleccionador comprobar que el verdadero artista preserva al arte sin dejar de actualizarlo. Esperamos sus próximas propuestas.
*Colaboración para En Provincia.
Fotografía: Archivo web.