De Antonio Vivaldi a David Garret: la magia eterna del violín

Por Elvira Yorio* –

Corría el siglo XVI, en Cremona, norte de Italia, vivía un luthier llamado Andrea Amati. Durante mucho tiempo  trabajó en la invención de un instrumento que alcanzara más potencia y pureza tonal que los existentes hasta entonces. Los árabes tenían el rebab (en España se llamó vihuela), con algunas características que fueron el precedente del violín, pero no alcanzaba a poseer la sonoridad deseada. Así nació el violín, con cuatro cuerdas que producían sonido al ser frotadas con un arco hecho de crines de caballo. Poco después Stradivari y Guarneri (ambos discípulos pertenecientes al taller de aquel maestro), construirían los más perfectos violines de la historia, muchos de los cuales se conservan en la actualidad. A primera vista nadie hubiera dicho que ese instrumento tuviera ochenta piezas. Su armado era un arte tan excelso como difícil. No resultaba indiferente el tipo de madera utilizada en la tapa, distinta por cierto a la empleada para los laterales. Otro aspecto interesante fue el barniz en su exacta composición, utilizado para dotar a la superficie de mayor resistencia, y por supuesto, concluido el trabajo, el proceso de asentamiento o maduración, a veces prolongado durante varios años. Estos artesanos jamás construían instrumentos en serie. Cada uno tenía sus características especiales, un espesor determinado, lo cual estaba vinculado con la antigüedad de la madera y sus vetas. Las maderas más preciadas eran el arce, abeto, haya, limero.  ¡Ah! Se había logrado crear un instrumento que emulaba la voz humana, con una vibración en sus cuerdas similar a la que registran las cuerdas vocales. Este nuevo instrumento no ganó de inmediato la popularidad merecida, durante un tiempo los músicos siguieron prefiriendo el laúd, o los otros instrumentos de cuerda. Claudio Monteverdi (1567-1643),  natural de Cremona, el gran creador de la ópera, incorporó en “Orfeo” (1607), el violín a la orquesta con especial protagonismo. Fue el suyo un gran aporte. De allí en más, muchos músicos se inclinaron por interpretar el violín. Antonio Vivaldi  (1678-1741), fue uno de ellos. Desde su niñez sintió  que el violín y la voz humana eran sus mejores medios de expresarse. Además de eximio violinista, se destacó como prolífico y talentoso compositor, y si bien creó más de setecientas obras, una de ellas lo identifica: “Las cuatro estaciones” (1723), escrita para violín y orquesta. No obstante, hay memorables versiones de esta pieza realizadas por cuartetos de cuerdas o conjuntos de cámara, como el de los Solistas de Zagreb. Esta composición emula los sonidos de la naturaleza, exhibiendo un verdadero paisaje sonoro de increíble belleza.   

Juan Sebastián Bach (1685- 1750), genial músico: organista, compositor, maestro y violinista. Creó seis sonatas para violín, y una obra inigualada, la “Chacona en re menor.” Esta pieza constituye un desafío para cualquier violinista, de muy difícil interpretación, pero a la  vez, con todos los recursos técnicos para su mejor lucimiento.

Nicoló Paganini (1782-1840), italiano, excepcional intérprete del violín que supo subyugar a los auditorios más exigentes. Fue también un gran compositor de obras para ese instrumento, entre las que se destacan: los “Veinticuatro caprichos”, las “Variaciones” y cinco conciertos. Se dice que su producción fue muy vasta, pero la mantuvo en secreto y se negó a publicarla. Un personaje muy especial, que parecía regodearse escandalizando a la sociedad que lo rodeaba. Ese talento inigualable que atraía multitudes, fomentó una leyenda con ribetes fantásticos: se rumoreaba que un pacto lo vinculaba con el diablo. Tenía  el vicio del juego, y en una ocasión, no podía actuar pues, acosado por las deudas, había empeñado su violín, providencialmente le prestaron un Guarnerius y fue tan magnífica su interpretación, que le fue obsequiado.         

Pablo Sarasate (1844-1908), artista español, eminente concertista de violín, cuyo talento tuvo un despertar precoz. Tanto es así, que aprendió a leer las notas en un pentagrama antes que las letras del alfabeto. También fue un destacado compositor y director de orquesta. Amaba la música de cámara y creó un cuarteto de cuerdas con otros tres eximios concertistas. Gran aficionado a la ópera, se inspiró en algunas de Bizet, Verdi, Rossini, y otros, para componer piezas en su mayoría para violín y piano de gran belleza. Promovió el folclore español, a través de muchas composiciones que gozan aún  de enorme popularidad (“Malagueña”, “Habanera” “Romanza andaluza” etc). Su fama como intérprete determinó que consagrados compositores escribieran obras especialmente para él. Tal el caso de Saint Saëns; Dvorak; Lalo y otros. Donó un valioso Stradivarius al Conservatorio de Madrid, aunque su instrumento predilecto fue un G.B.Guadagnini hecho en Turín en 1772.

Yehudi Menuhin (1916-1999), estadounidense de origen ruso, sin duda, el violinista más renombrado del siglo XX, fue un niño prodigio, ya que comenzó la práctica del instrumento a los tres años de edad. Si bien debutó en su país natal, pronto su actuación se proyectó hacia los principales centros musicales del mundo, como concertista o solista de las más prestigiosas orquestas: la Filarmónica de Nueva York, Sinfónica de Londres, la Orquesta de París…En 1963 fundó la Yehudi Menuhin School en Londres, desde donde promovió la formación musical de jóvenes nuevos talentos. La educación siempre fue un objetivo importante para él, y en 1971 creó la Escuela Internacional de Gstaad (Suiza). Tuvo un amplio repertorio, desde la música clásica hasta la contemporánea en sus más avanzadas expresiones, exhibiendo siempre parejo virtuosismo. Mantuvo a lo largo de su prolongada actividad una actitud innovadora. Por ejemplo, recorrió los lugares más exóticos, estudiando sus músicas. En la India grabó con Ravi Shankar, famoso intérprete del sitar. En Estados Unidos, lo hizo con Luis Armstrong, y otros famosos cultores de ese ritmo, ya que amaba el jazz.  Se hizo acreedor a multitud de premios, distinciones y títulos nobiliarios. Ferviente defensor de la paz mundial, trató siempre de acercar culturas distintas por medio de la música. Militante activo en pro de los Derechos Humanos.  Durante la segunda guerra mundial ofreció más de quinientos conciertos para las tropas aliadas. Finalizada la conflagración, como un acto de unión y reconciliación, actuó con la Orquesta Filarmónica de Berlín, y se convirtió en el primer músico judío en actuar en Alemania. Visitó nuestro país en varias oportunidades, la primera en 1941, Teatro Colón; en 1990 condujo la Filarmónica de Buenos Aires y en 1994 se lo declaró visitante ilustre y se le otorgó el Premio Konex. .

Alberto Lysy (1935-2009), destacado violinista argentino de fama internacional. Discípulo dilecto de Yehudi Menuhin y de Ljerko Spiller. Fundó la “Camerata Bariloche”(1967), un prestigioso conjunto de cámara integrado por casi una veintena de jóvenes talentos, que recorrió el mundo brindando conciertos, aclamado por la crítica y el público, actuando como solista y director. Asimismo tuvo una proficua trayectoria como solista o acompañado por concertistas de la talla de Pablo Casals, Yehudi Menuhin, Nadia Boulanger, Sandor Vegh y Eke Méndez. También creó la Camerata Lysy en Suiza en 1971. Completó su labor docente dirigiendo la Academia que Menuhin fundó en Gstaad. Muy joven ganó el Premio Internacional Reina Elizabeth Bruselas (1955), y luego  fue objeto de múltiples reconocimientos a lo largo de su brillante carrera, como el Konex de platino en 1982. El maestro Menuhin le regaló su violín Guarnerius (1742).

Se han mencionado solo algunos de los magníficos intérpretes que este singular instrumento ha tenido desde su creación. Hay muchísimas personas que se han destacado, como por ejemplo Jacha Heifetz ruso (1901-1987); Georges Enescu, rumano (1881-1955); la malograda Ginette Neveau, francesa(1919-1949)etc. imposible mencionarlas a todas, solo recordar en especial  a dos grandes personalidades que, si bien descollaron en otras disciplinas fueron fieles cultores del violín: el gran pintor Paul Klee quien desde pequeño se dedicó al violín aunque después se volcó a la pintura. Y Albert Einstein, el famoso científico quien confesó que tocar el violín era para él fuente de inspiración y a la vez  le posibilitaba la meditación y el encuentro interior.

En el presente, un violinista se destaca claramente en el mundo de la música, y es el alemán David Garret (1980). Se inició como precoz intérprete que despertó la admiración  de  Menuhin, quien lo calificó como “el violinista más grandioso de su generación”. Debutó como solista a los nueve años  (Festival Kissinger Sommer). Se graduó en la prestigiosa Juilliard School (Nueva York) y fue discípulo de Itzhak Perlman. La Filarmónica de Munich bajo la batuta de Zubin Metha, lo tuvo como solista a los dieciséis años en la exitosa gira por la India. Posteriormente actuó con la London Philarmonic Orchestra, la Sinfónica de Berlín y otras prestigiosas orquestas. Protagonizó una película, asumiendo con éxito el papel de Paganini. Precisamente, se trata de la versión cinematográfica de la vida del genial italiano, que se tituló “El violinista del diablo” (2013).  Se lo ha encuadrado como un “crossover”, lo que  traduce su habilidad para fusionar distintos géneros musicales. Es indubitable que ha creado su propio lenguaje personal, impregnado de rebeldía, pero…paradójicamente, integrador. Emprende aventuras armónicas, en las que juega con el desequilibrio, con lo imprevisible propio de los ritmos no convencionales que incorpora. Es como si, esa música seria, formal, estructurada, que llaman clásica, de pronto se impregnara de un sabor pagano. Oscila, desde una suerte de informalidad en la interpretación, a un exigente apego a los cánones más ortodoxos. Resiste todo intento de encasillamiento, evidentemente es un artista que continúa interpretando  con talento y pasión la mejor tradición, aunque se atreva a combinar distintos estilos musicales, por ejemplo Bach, Mozart, Vivaldi, Dvorak, Schumann…    con creaciones de los  grupos  de rock “Metállica”, “Guns and roses”,  “Queen” y otras bandas.  El 28 de noviembre vuelve a actuar en Argentina ( Teatro Gran Rex), en el marco de su “ Millenium Symphony World Tour 2025”.  Cabe aclarar que nos visitó en el 2017 ( Luna Park) y en el 2022 (Movistar Arena), con enorme suceso. Una frase suya ayuda a conocerlo: “El violín es un gran instrumento, porque puedes usarlo como instrumento rítmico o melódico…puedes hacer prácticamente todo con el violín”. Él lo hace.      

*Colaboración para En Provincia.          

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