2020 es el año en que la poesía reinventó el lenguaje y volvió a ser reconocida

El género se ubicó en el centro de la escena después de quedarse con grandes premios literarios como el Nobel, a manos de Louise Glûk; el Cervantes (fue para Francisco Brines) y el Princesa de Asturias (Anne Carson).

En el año donde se dislocó la normalidad y el lenguaje vaciló ante el extrañamiento de lo real, la poesía dejó atrás su condición rezagada en la consideración de las editoriales y los galardones para convertirse en el género protagónico del 2020 tras arrasar con algunos de los mayores premios literarios –el Nobel, el Cervantes y el Princesa de Asturias-, afirmarse con varias iniciativas improvisadas bajo la zozobra de la pandemia y ser el foco de una disputa entre editoriales por detentar los derechos en español de la poeta Louise Glück.

Por detrás de un fenómeno que se vuelve visible, hay una trama silenciosa de causas y azares que se entretejen en el tiempo hasta alcanzar el espesor que le da centralidad. Difícil saber en qué momento y por qué razones la poesía dejó de ser esa forma condenada a ladrarle al mercado editorial desde las sombras para transformarse en un suceso que aún no encumbra best-sellers pero que en 2020 se ganó la atención de los jurados en prestigiosos lauros y sumó lectores a partir de propuestas que se adaptaron a los formatos ágiles del whatsapp o las redes sociales.

En junio pasado, la poeta canadiense Anne Carson ganó el Premio Princesa Asturias de las Letras tras un fallo que ponderó su construcción de una poética innovadora “donde la vitalidad del gran pensamiento clásico funciona a la manera de un mapa que invita a dilucidar las complejidades del momento actual”. Entre sus libros traducidos al español se destacan “Tipos de agua”, “Hombres en sus horas libres” o “La belleza del marido”.