
Por Elvira Yorio –
En el Renacimiento prevalecía una concepción de educación integral. ¿Lograr erudición? Era una aspiración común y corriente. Los ideales humanistas entonces en boga, reunían conocimientos de ciencia, arte, filosofía etc. que confluían en el individuo con naturalidad, nunca como una rareza. Había una búsqueda del ser humano para desenvolver en plenitud su capacidad en cualquier área del saber. Ese criterio universalista fue perdiendo paulatinamente fuerza y, a partir del siglo XVII es dable observar un retroceso intelectual. Se impuso la idea de la necesidad de especialización, o sea profundizar solo sobre determinados temas. Pese a ello, las investigaciones científicas contemporáneas determinan que los recursos puestos en movimiento por la mente, son prácticamente los mismos para cualquier emprendimiento. Si bien por excepción, hoy, en pleno siglo XXI, aún es posible encontrar algunos polímatas, entendiendo por tales a personas que tienen extraordinarios conocimientos y aptitudes en diferentes ciencias y artes. Uno de ellos es argentino, cordobés para más datos, se llama Eugenio Zanetti. Pintor, director de arte, dramaturgo, guionista, director de cine, diseñador, escenógrafo…aunque su trayectoria es mundialmente conocida y reconocida, recordaremos algunas de sus más notables actuaciones.
Pintura. Contemplar una obra de Zanetti es ingresar a un diálogo filosófico entre el objeto y la idea. Es sentir una inmediata atracción por una estética originalísima que, más allá de lo formal y la depurada técnica que exhibe, posee una fascinante carga de mensajes. En esa dinámica es crucial el juego de luz y sombra. A tal punto, que ese contraste es protagónico, y confiere hondo dramatismo al cuadro. Son obras grandes, figurativas, y se caracterizan por tener una universalidad y atemporalidad que impide todo encasillamiento en parámetros habituales. El filósofo Gilles Deleuze afirmó que la pintura se convirtió en un arte de experimentación perceptiva, pues no es solo una mera representación, sino también un campo de fuerza. Ello se aplica perfectamente a la pintura de Zanetti. Ha realizado más de cuarenta exposiciones individuales y colectivas en Argentina, México, Estados Unidos, España, Italia, China, Francia… con singular acogida de público y crítica. A título de ejemplo mencionaremos la muestra “Peregrinos del tiempo” exhibida en Roma en el 2018 con enorme éxito. Allí se lo comparó con Caravaggio. Ese mismo año se reeditó el suceso en Nápoles y en el Museo Murillo de Sevilla. Su íntima conexión con la pintura es tal, que cuando está dedicado a ella, pierde absolutamente la noción del tiempo. Es “su” particular modo de meditar. Ha confesado que nunca pudo meditar como la generalidad de las personas lo hacen, pero sí a través de la pintura. Así se reconecta con sus orígenes, considerando a esa especie de comunión, un recurso terapéutico.
Cine. Desde que el séptimo arte aparece tímidamente de la mano de los hermanos Lumieré, pudo avizorarse como una experiencia única que a nadie dejaría indiferente. Es indudable que constituye una superlativa forma de expresión que alcanzó niveles inéditos de evolución en el siglo XX, junto con una enorme popularidad. Como tantos jóvenes, Eugenio, muy movilizado por cualquier tema vinculado al arte, sintió la necesidad de conectarse con experiencias foráneas. A los veinte años viajó a Europa con grandes expectativas. Hizo un largo recorrido por Francia, Italia, Afganistán e Irán…en busca de guías, certezas, aprendizajes, y temas de inspiración. Quiso el destino que se contactara con grandes maestros. Pier Paolo Pasolini estaba en los prolegómenos de la filmación de “Medea”, nada menos que con María Callas. Sorprendido por la originalidad del pensamiento y propuestas del joven Zanetti, le ofreció integrar su equipo de arte. ¡Menuda experiencia para un novato! Asimismo tuvo ocasión de conocer a Federico Fellini. Colaboró con directores de la talla de Roland Joffe y John Mac Tiernan. Pese a la impresión que tales vinculaciones produjeron en él, fue un autodidacta en permanente estado de alerta para captar aquello que mereciera ser incorporado a su acervo artístico, creando su propio estilo. Sus inquietudes lo llevarían a trasladarse a la meca del cine, Estados Unidos, donde residió durante veinticinco años. Corrían los años 80, su labor allí fue proficua e incesante. En 1995 ganó el Oscar por el mejor diseño de producción y dirección de arte. Posteriormente estuvo nominado en los mismos rubros por la película “Más allá de los sueños”. Se destaca el reconocimiento que se le otorgara como ciudadano ilustre de la ciudad de Los Ángeles. Numerosos premios y distinciones jalonan su carrera de cineasta. Dirigió y escribió el guion de la película “Amapola” galardonada con el premio a mejor director en el Festival del Cine de Bogotá. En esta como en otras ramas del arte, es un verdadero precursor, a él se debe la primera película enteramente digital, creada específicamente para Internet, filmada a escala Hollywood. Me refiero a “Quantum Projet”. Su costo, relativamente bajo para una película, de cuatro millones de dólares, se recuperó en su totalidad, cuando aún no había transcurrido una hora desde su estreno. En estos momentos, está preparando nuevos films. Por ejemplo: “Un instante muy largo” (cuyo título originario fuera “Instrucciones para muertos recientes”) con la participación de Geraldine Chaplin. En nuestro país obtuvo el reconocimiento de la Asociación de Cronistas Cinematográficos, Premio Especial Bicentenario Cóndor de Plata. Año 2010. También el Cóndor de Plata a la trayectoria, entre otras muchas distinciones. (Premio Trinidad Guevara, Premio Homenaje Festival Cine de Mar del Plata, etc)
Ópera. Todas las obras de Eugenio Zanetti son de primer nivel. Fueron amasadas con pasión y la ópera no podía estar ausente en su extraordinaria producción. Porque si hay un género que tiene superlativas exigencias en materia de creatividad, a renovarse en cada función, ese es la ópera. Parece que esta vocación tiene en él algún componente genético. La familia paterna practicaba, como tantas familias de inmigrantes, el reverente culto a la ópera. A punto tal que, siendo un niño, ya tenía ocasionales intervenciones en algunas galas líricas que se llevaban a cabo en el Teatro Rivera Indarte, de su Córdoba natal. Él recordó en un reportaje, que cantar a los ocho años una breve frase de “La Boheme” le produjo la inefable sensación de estar penetrado por la música y aclaró: “la ópera es el lenguaje teatral más orgánico que existe. Todas las artes confluyen, entra sin pedir permiso, e invade los sitios interiores más recónditos.” Haber crecido junto a la ópera, le ha permitido desenvolver con talento, originalidad y exquisito poder de adaptación, todo ese complejo universo que palpita tras cada puesta en escena. En efecto, dirige, diseña la escenografía, y también el vestuario, es decir, está en cada uno de los componentes de esa monumental estructura, coordinando la labor silenciosa y anónima de quinientas personas que terminan conformando un equipo homogéneo y con alto sentido de pertenencia, cuya labor no presenta fisuras. Su primera actuación en el Teatro Colón se remonta al 2011, con “The servant”, que introdujo la gran innovación de utilizar todo el teatro como foro. Luego vendría “Don Carlo” (2014) que mereciera el premio ACE, después “Fidelio” (2016) única ópera de Beethoven, y finalmente “Los cuentos de Hoffmann” (2019).
El trabajo de este artesano de la ópera es “pensar” el argumento desde diversas perspectivas, sociológica, filosófica, poética… y después interpretar el carácter de cada personaje en consonancia con el ambiente, el color, las luces, los planos, y primordialmente, la música. Como lo ha dicho en reiteradas ocasiones: “primero me musicalizo, de ahí surgen las imágenes, la música es el disparador…” Todo es un juego de acoples entre la actuación que marca el libreto y su traducción a la partitura. Por ejemplo, el vestuario, que no es un tema menor. Él lo explicó: “los trajes son más ideas que ropajes” y es cierto, el vestido siempre posee un valor simbólico, aunque a veces no se repare en ello. Hay una filosofía del vestido, o como dijo Van der Leeuw, en el vestido está toda la antropología. En la ópera, desde sus primeras representaciones hasta la actualidad, ha tenido un protagonismo no siempre bien asumido. Baste recordar algunas lamentables puestas en escena, que desnaturalizaron la esencia misma de la obra. Zanetti, hablando de la simbología de los uniformes, expresó: “siempre representan los mismos valores, obediencia, rango y una advertencia sobre el peligro que esos brillantes oropeles representan.” La índole de esta nota no permite analizar otros aspectos, como la escenografía, con medular gravitación en sus producciones. La mezcla entre diferentes estilos y épocas podría calificarse como subyugante alianza sacrílega, entre lo predeterminado y lo fortuito, con sorprendentes resultados.
Se anuncia una próxima reposición de “Los cuentos de Hoffmann”, a través de la cual, seguramente, las imágenes sonoras que nos regalará Zanetti, tendrán su sello inconfundible: sugestión, dinamismo, lo concreto luciéndose al lado de lo simbólico. ¡La esperamos!
Hoy, 19 de octubre cumple años Eugenio Zanetti, uno de los más conspicuos embajadores culturales argentinos. En esta prieta síntesis hemos omitido aspectos de su multifacética expresión artística, que logró los premios más importantes, junto con el otorgamiento de doctorados honoris causa y distinciones como la conferida por la Cámara de Senadores de la Nación (Premio Domingo F. Sarmiento). Le tributamos este humilde homenaje, junto a nuestra gratitud por sus valiosos aportes, e incondicional admiración al maravilloso ser humano que ha sabido permanecer fiel a su esencia.
Fotografías: Archivo web.