
Por Dra. Elvira Yorio* –
Borges intentó definir a Victoria Ocampo diciendo que “…en una época y un país donde las mujeres eran genéricas, tuvo el valor de ser un individuo…”En realidad, tal frase no es totalmente original de Borges, sino una réplica de este autor a palabras de Ortega y Gasset. El filósofo español en un artículo publicado en el primer número de la “Revista de Occidente” (allá por el año 1923), afirmó que “la mujer es más un género que un individuo”.
Curiosamente, quien por razones generacionales y también de formación, consideraba a la mujer con una minusvalía intelectual respecto del hombre, no dudó en tener a Victoria como válida interlocutora en los más diversos temas. Si bien en los primeros años de la mencionada revista, persistió en él esa tendencia misógina, acogió en sus páginas la carta de Victoria Ocampo a Virginia Woolf, calificada por muchos como un alegato feminista. También la editorial a su cargo publicó su primer libro, un ensayo de Victoria sobre La Divina Comedia, con epílogo del propio Ortega.
Estas palabras finales, finamente redactadas, contienen una crítica soterrada al enfoque que expone la escritora. Lo peculiar del caso es que, años después, Victoria se atreve a contestar ese epílogo. Es como si hubiese estado madurando la respuesta que emite, sin dejar de lado la gratitud a quien fuera su primer editor. Demostró así su coraje en veintitantas páginas en las que, no solo refuta con gran altura las argumentaciones desarrolladas por él, sino que convierte ese alegato en una magistral lección de literatura.
A estas alturas, cabe preguntar: ¿Qué impulsó al español a escribir ese epílogo? ¿Por qué un epílogo y no un prólogo? Parecería que el epílogo siempre tiene sabor a conclusión, a recapitulación de lo precedente, en todo caso…un colofón que corresponde al autor y no a un tercero. ¿Hubo tal vez un intento de opacar el protagonismo de ella? Excede en mucho el propósito de esta semblanza adentrarnos en ese tema apasionante. Simplemente, lo traigo a colación para demostrar cómo establecía Victoria sus relaciones: con gran respeto pero sin concesiones, sin ceder un ápice en sus arraigadas convicciones. De la misma forma dialogó con casi todos los grandes pensadores de su época. Y cuando digo diálogo, no me refiero a una conversación, sino a ese intercambio dinámico, de retroalimentación, que solo puede entablarse simétricamente entre mentes superiores.
Hay una suerte de coincidencia en ciertos aspectos de sus vidas. En efecto, Ortega crea y dirige en 1923 la prestigiosa “Revista de Occidente” que, como dijera Gómez de la Serna, agrupó a las promociones más valiosas de sus compatriotas y logró colocar a nivel europeo a esa intelectualidad española que le costaba trasponer las fronteras de la hispanidad. Pocos años después, alentada por Frank y Mallea, ella también funda y conduce una revista, “Sur”, destinada a ser tribuna de insobornable pasión cultural. Negri, estudioso y custodio de la obra de Victoria, la define como “el gran órgano cultural del siglo” que `posibilitó el ingreso a la Argentina de las obras de Woolf, Graham Greene, Le Corbusier, Pasternak…y tantos grandes pensadores, cuyas obras anticipara, aún antes de la consagración mundial de muchos de ellos.
Otro paralelismo digno de destacar: por un lado las recopilaciones y estudios de Ortega en “El espectador” y de otro, los “Testimonios” reunidos en varios tomos con la obra de nuestra compatriota. Sí, desde España él se transforma en veedor de su patria y analista del pensamiento universal.
En tanto, Victoria es testigo de primera mano de acontecimientos que, por su gravitación, introdujeron cambios no solo en los ámbitos donde acaecieron, sino que tuvieron proyección mundial. Y con generosa disposición ella decide prestar su visión lúcida, libre de prejuicios pero plena de valores, que comparte desde su revista y que no solo fue válida para su época, sino que lo sigue siendo para las posteriores generaciones.
Hace unos años se le tributó en España un merecido homenaje. Fue con motivo de la presentación del libro “Darse: autobiografía y testimonios” avalado por la Fundación Santander, trabajo de recopilación del escritor español Carlos Pardo quien definió a esta admirable mujer como una de las más importantes ensayistas y memorialistas en lengua castellana del siglo XX.
Para terminar, Victoria Ocampo se reconoció feminista. A la par advirtió contra muchas reivindicaciones cuyo espíritu se falsea y politiza. Fue una feminista auténtica, por cuanto no propugnó la supremacía de la mujer en desmedro del el hombre, eso hubiera equivalido a representar desde el otro extremo lo mismo que rechazaba. En cambio, valorizó con su propio ejemplo, todo lo que la mujer puede llegar a ser, si se le deja ser. Interpretó el pensamiento y sentimiento de la mujer, no para asimilarla al hombre, sino todo lo contrario: para darle un perfil propio, digno de respeto. Para que alcance la anhelada igualdad a través de la libertad plena. Para ser reconocida por sus cualidades y capacidad y no por actitudes escandalosas o beligerantes.
Afirmaba: Tanto mujeres como hombres pueden ser excepcionales por sus talentos y cuando lo son, no es por parecerse a nadie, lo son en su propia ley. Nunca aceptó la dictadura de los mediocres, ni el conformismo de los acomodaticios. Fue plenamente consciente de que no solo había hombres que retaceaban el reconocimiento a la mujer. También mujeres, por comodidad, ignorancia o complejo, no supieron defender sus derechos. Y no hablo de personas sin preparación. Aun intelectuales de renombre en los centros culturales europeos, como Anna de Noailles, considerándose a sí misma una excepción, no admitía que la mujer estuviese en igualdad de condiciones que el hombre. Victoria luchó denodadamente por ese ideal de estricta justicia. Se supo predestinada a ser un faro de luz en la cultura y cumplió con esa misión, guardando siempre fidelidad a sus íntimas convicciones. Ante la proximidad del día de la mujer, vaya nuestro homenaje a quien honró su calidad de tal.
*Escritora – Gestora Cultural Bonaerense.