
La presente carta fue publicada en un diario de Chaco.
Da cuenta lo que significa para algunas personas la posibilidad de volar. Creímos oportuno transcribirla En Provincia.
¡Va a salir solo!
Señor director de NORTE (Provincia de Chaco)
El 28 de de este mes de agosto, en horas de la mañana, mi instructor de vuelo hace exactamente 55 años, sentado delante de mí, en el pequeño Piper me dijo: “Ruede hasta la cabecera de la pista”. Mientras lo hacía escuché el metálico ruido de su cinturón de seguridad que se desprendía. Se bajó y pronunció estás cuatro palabras: “Va a salir solo”.
Cualquiera que ame el arte de volar llevará estas palabras hasta su tumba, yo que desde niño inexplicablemente lo soñé, no podía creerlo, con escasos 17 años mientras me elevaba veía el asiento delantero vacio al extremo absurdo de extender la mano para notar si realmente no estaba el instructor y era yo quien piloteaba.
El año 2000 me encontró visitando en Washington el Museo del Aire y el Espacio, allí se puede ver desde el primer avión que voló 100 metros hasta el módulo lunar, pasando por el similar trimotor Ford en el que murió nuestro Gardel y el avión espía Black Beerd (Pájaro negro) único que puede volar indefinidamente a tres veces la velocidad del sonido.
Quiso el destino que se encontrara firmando autógrafos un astronauta. Por medio de nuestro guía en castellano le dije: “Soy piloto civil y mi mejor recuerdo fue el primer vuelo solo”. Me estrechó la mano y respondió: “Volé casi todos los aviones de combate, fui derribado, comandé grandes transportes y aunque no alunicé, la circunvalé la luna cinco veces, pero el recuerdo más grato que tengo fue con mi padre que en la granja tenía un biplano Sterman que utilizaba para fumigar o traer repuestos de la ciudad. Desde niño sentado en la cabina abierta detrás de él lo acompañaba en todos sus vuelos, hasta que los a los 15 años me dijo: “¿Te animas a volarlo solo? Comprendo perfectamente sus palabras”, finalizó diciendo el astronauta.
Quiero terminar agradeciendo muy especialmente a la Fuerza Aérea Argentina y al Aero Club Sáenz Peña que hicieron posible disfrutar el vuelo por 50 largos años. Y a mi instructor, que aunque a veces me zamarreó, lo hizo por mi bien y es un excelente maestro que bien me enseñó cómo se conduce un aparato más pesado que el aire y si algo tenía que reprocharle es que se llevó de mi pueblo a Junín, donde reside, a una de las pibas más lindas que teníamos. Gracias señor Valleras, mi recuerdo y un abrazo y cariños a su esposa Julieta.
David Wolcoff.
Resistencia Chaco.