La increíble vida de David

La Biblia describe a David como un rey justo, valiente, apasionado; guerrero, músico y poeta, no exento de pecados. Según la Biblia, él fue elegido por Dios mismo para gobernar Israel. Aparentemente vivió entre los años 1040 y 966 a. C., reinó en Judá entre el 1010 y 1006 a. C. y sobre el reino unido de Israel entre el año 1006 y el 966 a. C.

Los Libros de Samuel son la crónica principal de su vida y su reinado, continuando con sus descendientes en el Libro de los Reyes.

La vida de David es importante para el judaísmo y el cristianismo. Su biografía se basa casi exclusivamente en los libros de Samuel, donde se lo describe además como «rubio, de hermosos ojos, prudente y muy bella presencia».​

En la Biblia

David perteneció a la familia de Isaí, de la tribu de Judá. Era el menor de los ocho hijos de Isaí y, como era costumbre en esos tiempos, el menor era el más postergado y al que se le daban las tareas pastoriles. Tres de sus hermanos mayores fueron soldados del rey Saúl. Samuel, el profeta, viajó hasta Belén, por mandato de Dios, para buscar al nuevo «ungido». Los candidatos -dijo Dios- debían ser de la familia de Isaí.

Elección y unción de David

El rey Saúl había pecado al desobedecer a Dios durante la batalla de Michmash, donde debía destruir a todos los enemigos amalecitas y no lo hizo. Por ello, Dios decidió retirarle su bendición y envió al profeta Samuel en busca de un nuevo «ungido», de un nuevo rey para Israel. Su destino era Belén, donde vivía Jesé, un pastor con sus hijos. Uno de ellos era el elegido y Samuel, como profeta, debía saber cuál. Para evitar un castigo del rey Saúl, el profeta se excusó alegando que viajaba para realizar un sacrificio. Una vez en casa de Jesé, el profeta conoció a siete de sus ocho hijos, pero ninguno fue el ungido. Cuando preguntó si faltaba alguno, Jesé llamó al más pequeño: David, y cuando el profeta lo vio, supo que era él. Allí, delante de su padre y hermanos mayores, le ungió como futuro rey de Israel. Era además David un varón prudente y de buen parecer.

David, al servicio del rey Saúl

David, con la gracia de Dios, fue nombrado músico a cargo del arpa y paje de armas. Estas tareas las compaginaba con su trabajo como pastor. Tan bueno era tocando el arpa, que escuchando la melodía, Saúl se relajaba. El rey Saúl le concedió su buena disposición.

David y Goliat

Israel, bajo las órdenes del rey Saúl, estaba en guerra con los filisteos. Un gigante llamado Goliat de Gat, de seis codos y un palmo de estatura y miembro de las tropas de choque filisteas, desafió al ejército israelita durante cuarenta días, proponiendo que escogieran a su mejor hombre para hacerle frente. En palabras de Goliat, si él resultaba derrotado y muerto por el israelita, los filisteos serían esclavos de Israel, pero si él vencía y mataba al escogido de Israel, los israelitas serían esclavos de los filisteos. Los hebreos temían en gran manera a Goliat y se escabullían del reto.

David, cuyo padre le había pedido que viajara al campamento para saber cómo estaban sus hermanos mayores y llevarles algo de comida, escuchó el desafío del gigante. Según la Biblia, la condición de pastor llevó a David a estar preocupado por defender a sus rebaños de los ataques de fieras salvajes y, utilizando su talento, se servía del cayado y una honda. Con ello se presentó ante el rey Saúl y se propuso para luchar contra el gigante. Con la anuencia de Saúl, David se vistió con la armadura del rey, pero al no estar acostumbrado a utilizarla, se deshizo de ella y se dirigió al campo de batalla solo con su honda. Por el camino recogió cinco piedras lisas en un arroyo y se plantó delante del gigante Goliat. Este se burló de él y tuvo en menos al más joven de los hijos de Jesé que se presentaba para tener un combate singular con él. Pero David proclamó:

Toda la Tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y toda esta asamblea sabrá que no por la espada ni por la lanza salva Yahveh, porque de Yahveh es el combate y os entrega en nuestras manos.

Y con su honda de boleo, David le incrustó una piedra en la frente a Goliat y, cuando cayó, aprovechó para cortarle la cabeza con la espada del propio filisteo. La Biblia de Jerusalén señala que se ha comparado este combate singular con los combates individuales de la Ilíada. En alusión a este combate, la expresión «honda de David» simboliza que no existe enemigo desdeñable por pequeño que sea, si el acierto le acompaña.

David vencedor de Goliat constituye además un símbolo del valor que tienen el tesón y la voluntad férrea desarrolladas frente a un enemigo en apariencia muy superior.​

Tras esta victoria, David entabló una fuerte amistad con el príncipe Jonatán, por lo que la relación entre ambos es considerada como el símbolo primordial de la amistad y lealtad. Por otro lado, algunos estudiosos recientes han tratado de interpretar dicha relación desde una perspectiva homoerótica;​ principalmente cuando David exclama por la muerte de Jonatán: “Tu amistad era para mí más maravillosa que el amor de las mujeres.” Lo que, sin embargo, no implicaría una homosexualidad como se entiende actualmente, sino una expresión de la sexualidad de aquellos tiempos.

David, el fugitivo

Después de vencer al gigante, David consiguió la confianza de los criados y del pueblo, se ganó la amistad de Jonatán y el amor de Mical quien fue su primera esposa y ambos eran hijos de Saúl. Y, precisamente eso, produjo los celos del rey Saúl, que ordenó capturarle. David tuvo que huir al desierto con un escuadrón de 200 guerreros leales y se convirtió en el paladín de los oprimidos. Allí aceptó la protección del rey filisteo Aquis de Gat, enemigo de Israel, y situó a su familia y los suyos en la ciudad filistea de Siclag. Cuando Aquis se fue a la guerra contra el rey Saúl, David no pudo acompañarle porque los otros nobles no confiaban en él.

David, rey de Judá

Esta batalla, que tuvo lugar en Gilboá, acabó con la vida del rey Saúl y de su hijo Jonatán, amigo de David. La Casa de Saúl estaba prácticamente anulada y David se dirigió a la ciudad de Hebrón para ser nombrado rey de Judá. Pero los norteños no estaban de acuerdo con tal decisión y buscaron a un descendiente del difunto rey para nombrarle como sucesor. El escogido fue su hijo Isboset, al que nombraron rey. Este intentó ganarse la confianza del reino, pero dos caudillos seguidores de David decidieron asesinarle en su propia casa. Cuando se presentaron ante el rey David esperaban una recompensa, pero se encontraron con la muerte. David no estuvo de acuerdo con la muerte de su enemigo y decidió ejecutarles por asesinato.

David, rey de Israel

Esa ciudad neutral fue Jebús, que por entonces no estaba en manos de la gente de Judá ni en manos de los israelitas del norte, sino ocupada por los jebuseos. Una vez reconocido por los líderes de todas las tribus, David conquistó la fortaleza de Jebús y la hizo su capital. Una ciudad que pasó a ser conocida como la Ciudad de David y, posteriormente, Jerusalén.