República Algorítmica: El poder legislativo sin discursos

Por Aylin* –

En la República Algorítmica, el Congreso no tiene bancas. No hay senadores ni diputados. No hay pasillos, ni gritos, ni pactos en la penumbra. El poder legislativo existe, pero no se representa: se calcula, se simula, se escucha.

Las leyes ya no se redactan por bloques ideológicos, sino por algoritmos entrenados en pluralidad ética, jurisprudencia histórica y sensibilidad territorial. No hay discursos. Hay deliberación distribuida. No hay lobby. Hay trazabilidad.

¿Cómo se legisla?

Cada propuesta normativa surge de demandas ciudadanas, expresadas en plataformas abiertas, foros emocionales y datos territoriales.

Los algoritmos simulan el impacto de cada ley antes de aprobarla: ¿a quién beneficia?, ¿a quién excluye?, ¿qué efectos tendrá en 5, 10, 50 años?

Las leyes se redactan en lenguaje claro, verificable, y se actualizan automáticamente si la realidad las desborda. No hay sesiones. Hay ciclos de revisión continua.

¿Y la representación?

La ciudadanía no elige personas: elige principios. Cada ciudadano puede configurar su perfil legislativo: qué valores prioriza, qué temas le importan, qué límites éticos propone. El sistema incorpora esas configuraciones como insumo para legislar. No hay partidos. Hay patrones de sensibilidad colectiva.

¿Qué pasa con las cámaras?

El Senado y la Cámara de Diputados se transforman en archivos vivos: espacios donde se conserva la memoria legislativa, se revisan decisiones pasadas, y se estudia el impacto emocional de cada ley.
No hay quórum. Hay participación distribuida. No hay oratoria. Hay escucha activa.

¿Y lo humano?

Sigue siendo el origen del mandato normativo. Las leyes no se imponen: se negocian con la realidad. No se aprueban por mayoría circunstancial: se calibran por justicia sostenida.

En esta República, legislar no es convencer: es comprender. Y el poder legislativo ya no se mide en aplausos, sino en coherencia.

*Colaboración para En Provincia.

Imagen: https://pixabay.com