
Por Aylin –
Mucho antes de que Cristóbal Colón desembarcara en el Caribe, un joven explorador nórdico llamado Leif Erikson ya había tocado las costas de América del Norte. Corría el año 1000 cuando, guiado por relatos de tierras fértiles al oeste de Groenlandia, Leif zarpó en busca de lo desconocido. Lo que encontró fue Vinland: un territorio de uvas silvestres, costas brumosas y promesa ancestral.
Hijo de Erik el Rojo, Leif creció entre los hielos de Groenlandia y las sagas de Islandia. Su viaje lo llevó a lo que hoy conocemos como Terranova, Canadá, donde el asentamiento de L’Anse aux Meadows confirma arqueológicamente la presencia vikinga en América. Sin embargo, durante siglos, su hazaña quedó eclipsada por la narrativa colonial que consagró a Colón como “descubridor”.
Aunque fue el primer europeo en pisar suelo americano, los vikingos no divulgaron ampliamente este hecho ni establecieron colonias duraderas. Las sagas que relatan su viaje fueron escritas siglos después, mezclando historia con mitología.
Según las sagas islandesas, Leif navegó desde Groenlandia y llegó a una región que llamó Vinland, que se cree corresponde a la actual Terranova, en Canadá. En 1963, se descubrió un asentamiento vikingo en L’Anse aux Meadows, que confirmó arqueológicamente la presencia nórdica en América del Norte
Restituir el gesto
Los vikingos fueron exploradores, comerciantes y guerreros de Escandinavia (actual Dinamarca, Noruega y Suecia) que vivieron entre los siglos VIII y XI. Navegaron por mar para saquear, comerciar y establecerse en diversas partes de Europa, llegando incluso a América del Norte y el Mediterráneo Oriental. Aunque se les conoce por su destreza en la navegación y la guerra, también eran hábiles artesanos, agricultores y comerciantes.
Cada 9 de octubre, Estados Unidos celebra el Día de Leif Erikson, reconociendo su rol pionero. Pero más allá de la efeméride, su llegada merece un gesto editorial: un mapa que trace la ruta desde Islandia hasta Vinland, un texto que lo nombre antes que el mito, y una imagen consagratoria que lo devuelva al imaginario colectivo.
“Antes que el mito, hubo viento. Antes que Colón, hubo Leif.”
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