El sensacionalismo en la red: los excesos de una estrategia para trascender

Profesor Dr. Luis Sujatovich – UNQ – UDE –

El afán de suscitar la atención conforma uno de los propósitos fundantes para  la inscripción y permanencia de los sujetos en la red. Estar sin ser visto es, apenas, un remedo de la soledad. No alcanza ni siquiera el rango de ausencia, de allí que se cierne como una amenaza fulgurante sobre cada habitante. Si no conmueve, estremece o provoca repudio seguirá último en la fila, o quizás deberíamos suponer que esa expresión es antigua. Ahora corresponde afirmar que quedará relegado en el historial, unas vueltas más abajo de la extensión del scroll. El anonimato es una condición periférica que pone en evidencia cuán eficaz es el tácito acuerdo en torno a la popularidad.

Si aceptamos esa precisa como válida, quizás podamos comprender las fuerzas invisibles que estimulan la renovación cotidiana de publicaciones (que en muchos casos supera incluso a los medios tradicionales) y el  osado contenido que ponen a consideración social.

Las fotos de perfil en escuetos trajes de baño, los escotes, los gestos de indudable alusión erótica, tanto en hombres como en mujeres, constituyen algo así como la portada que promete (como en las revistas de la década del `80) imágenes aún más estimulantes. La dificultad de establecer los públicos con los que se comunica (de manera explícita o no) genera malos entendidos o desarreglos en los pactos de interacción. Tanto para quienes aceptan la invitación y buscan deseosos más materiales como los anunciados como para quienes sólo están interesados en transmitir una información particular y para ello recurren a la red. Ambos hallarán fotos y mensajes disonantes. Sin embargo, ninguno se quejará, como tampoco lo hacían los lectores defraudados del siglo pasado.

Asumir que se ha caído en los embustes del sensacionalismo, en plano siglo XXI, no es sencillo. Sin embargo, suele suceder con mucha frecuencia. El joven que a fuerza de lucir sus músculos trata de mostrarse como un candidato digno para un viaje, o la señorita que cifra en la similitud entre su figura y el estereotipo de belleza femenino sus encantos , no hacen otra cosa que recurrir a la exageración para concitar la atención. Se trataría entonces de una apropiación de las formas discursivas de un género periodístico para promocionarse a sí mismo. La dificultad estriba en que no es lo mismo vender un personaje  bajo las reglas del mercado editorial, que establecer el modo en que espero ser interpretado por los demás. En un caso es una manufactura. En el otro, acaba siendo lo mismo. Y allí surgen los problemas. Cuando el consumidor se acostumbra a un producto es muy reticente a cambiar y exige más. Y entonces se hace palpable una cruel dicotomía: ¿ceder a las demandas y complacer a los seguidores o renunciar y ser expulsado de la pantalla? Las dos portan un conflicto. ¿Hay alternativa? Por supuesto, pasar del sensacionalismo a la información sin estridencias. Como los grandes periódicos y las personas modestas.