El extraño fenómeno del presidente que pocos recuerdan haber votado

Dr. Martín Zuccato –

Menem fue el presidente argentino que más tiempo permaneció en el cargo, durante 10 años consecutivos.

LA MUERTE de quien fuera Presidente durante los años 1989-1999, puede servir para reflexionar un poco acerca de nuestro modo de ser, que pendula entre el discernimiento y la tara social.

Menem era hijo de una pareja de Sirios, y esa sola circunstancia ya va definiendo la peculiaridad de nuestra sociedad, donde el hijo de dos inmigrantes de medio oriente puede llegar a ser Presidente de la República, hecho que sería inusual –sinó imposible- en muchas otras latitudes.

La trayectoria política de este abogado fue muy dilatada. El camino elegido lo llevó a ser electo por amplia mayoría como gobernador de La Rioja en el año 1973, conjuntamente con el regreso de la democracia y de Juan Domingo Perón.

Su primer perfil político a principios de los ’70 era ya de por si ecléctico, por no decir acomodaticio. Su estudiada imagen intentaba remedar nada menos que a Facundo Quiroga, y si bien en sus comienzos podía ubicarse cerca del llamado peronismo revolucionario, al final de su primer mandato como gobernador ya se había alejado del ala izquierda de su partido.

El 24 de marzo de 1976 es expulsado de su cargo de gobernador por los militares del Proceso de Reorganización Nacional, debiendo permanecer un tiempo privado ilegalmente de su libertad en la guarnición local. Luego, es obligado a fijar domicilio forzoso en Mar del Plata. Allí comienza una activa vida política y social, alternando con sindicalistas y empresarios, y también con la farándula local, que acudía a esa ciudad asiduamente.

Su notoriedad determina que las autoridades lo trasladen nuevamente a La Rioja, siendo confinado en el pueblo de Las Lomitas. Allí permanece hasta su liberación en 1980, atrayendo con su agradable forma de ser a todo el pueblo, incluidos los gendarmes que lo custodiaban. Hasta tuvo tiempo de concebir allí un hijo extramatrimonial.

Sabido es también que su popularidad lo lleva nuevamente a la gobernación de La Rioja a partir de 1983. Luego, junto al gobernador de Buenos Aires, Antonio Cafiero, produce un hecho político destacado, dando forma a la llamada Renovación Peronista, que a través de las primeras elecciones internas logra democratizar el espacio y arrebatar la conducción del Justicialismo a los viejos Mariscales Peronistas derrotados por Alfonsín en 1983.

Mientras el gobierno de la UCR se derrumbaba por causas económicas a fines de 1988, Carlos Saúl, luego de derrotar a Cafiero en las internas a Presidente, ascendía en la opinión pública como el gran salvador. Su campaña electoral fue directa y efectiva como un puñetazo, prometiendo reformas, “salariazos” y presentándose como un líder carismático y eficiente, frente al fracasado radicalismo que no acertaba a dominar la descomunal inflación que arrasaba los sueldos del común de la gente.

Así, gana las presidenciales de ese año por amplia mayoría de votos. El justicialismo lo votó en masa y los independientes, también.

Las medidas económicas asumidas desde su asunción como Presidente, son las que dan forma a toda la década del 90, que es también sinónimo de Menemismo.

Todas ellas fueron de neto cuño neoliberal, según los lineamientos elaborados para América Latina por los organismos financieros internacionales, conocidas como el Consenso de Washington, que incluían la privatización de las empresas públicas, la desregulación de los mercados -incluido el mercado de trabajo– y la apertura de las economías nacionales al comercio internacional. Y la toma de mucha deuda externa, claro está.

 Así, se privatizan todas las empresas públicas de Servicios y de Ferrocarriles, y también se vende a capitales españoles la petrolera YPF, produciéndose despidos masivos. El apoyo político que reciben estas medidas es general, o al menos así lo reflejan los medios periodísticos.

Comienza el auge de las importaciones, reingresando productos que no llegaban al país desde hacía más de 10 años, desde automóviles hasta alfileres, pasando por indumentaria, calzado y alimentos.

Estas medidas arrasan prontamente con la producción local, especialmente con las PYMES, agravándose la recesión y los despidos de personal. El cierre de ramales ferroviarios lleva a la muerte a pueblos enteros. Su Super Ministro, Domingo Cavallo, hace y deshace a su antojo, siempre de acuerdo al credo neoliberal.

Se comienza a modificar la Ley de Contrato de Trabajo, surgiendo otras formas precarias de relación de dependencia, conocidas como “Contratos Chatarra”, por la baja calidad de los derechos que se reconocían a los trabajadores. Nada de esto logra revertir la pérdida de empleos, y la desocupación asciende a dos dígitos.

El sector servicios se desarrolla, pero el sector productivo sufre golpes mortales. Aumenta el PBI y la recaudación impositiva, pero también aumentan la pobreza y el trabajo informal. De todos modos, el dólar barato permite que algunos sectores asalariados eleven su nivel de vida a través del consumo de bienes y viajes.

Otros, caen sumidos en la desesperación, y a partir del segundo mandato presidencial se producen las primeras puebladas y piquetes en la zona petrolera de Cutral Có y Plaza Huincul.

Como contrapartida, se moderniza rápidamente la infraestructura en telecomunicaciones, se incorporan algunos bienes de capital importados, y sobre todo, comienza una sostenida estabilidad en el valor de la moneda, que hizo que varias generaciones de argentinos tuvieran por primera vez la posibilidad de ahorrar en pesos y prever gastos a largo plazo. Lo dicho se logró a través de una política monetaria de convertibilidad del peso al dólar, y de un rígido control de la emisión.

Haber logrado que la inflación no fuera significativa durante todo su mandato, fue sin duda el mérito más apreciado por sus votantes, más allá de los daños colaterales provocados para lograr esa estabilidad, cuyas fallas provocarían una masiva fuga de capitales que terminaría eclosionando en el año 2000, en el posterior gobierno de De La Rúa, del mismo modo que el experimento liberal de la generación del 80 terminó desbarrancándose con la crisis financiera ocurrida durante el gobierno de Juárez Celman. Siempre es peligroso hacer política sin haber antes leído historia.

Este es un punto que deberá analizarse en algún momento, cuando surja una nueva generación de políticos que tenga como objetivo detener esta licuadora de salarios, ya que a los actuales –de todos los colores- se los ve muy cómodos utilizando las devaluaciones a repetición para cerrar la cuenta de gastos, sin que se les mueva un pelo por las consecuencias inflacionarias que esa herramienta desata. Podría decirse que el gobierno de Carlos Menem fue el último en ocuparse seriamente de buscar una alternativa al problema de la inflación.

En el plano político, Menem acierta en seguir desactivando a las Fuerzas Armadas como factor de poder, y controla la última asonada militar ocurrida hasta el presente. A su vez, el traspaso de mando de Alfonsín a Menem fue el primero visto por el pueblo luego de mucho tiempo, y contribuyó a afianzar el respeto por la democracia incipiente.

Proclama el fin de la antinomia peronismo-antiperonismo, y para ello indulta -contra todo consenso social- a los condenados por los históricos Juicios a las Juntas Militares de la década anterior, como así también a líderes guerrilleros condenados por su accionar. Recibe el apoyo de la todavía poderosa UCR para reformar la Constitución Nacional, logrando así legitimar las reformas que habían sido introducidas por una comisión especial durante el gobierno de facto de 1957, en especial en lo atinente a los derechos del trabajo y otros derechos no contemplados en la Constitución del año 1853. Y por supuesto, la reforma habilita la reelección presidencial, la que logra por amplio margen en 1995.

Sin embargo, su política exterior de alineamiento automático con los EE.UU. llevó a abandonar la histórica política de neutralidad argentina, participando así tibiamente de contingentes militares enviados al conflicto de Medio Oriente, lo que habría dado lugar a los horrorosos atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA que ocurren en la Ciudad de Buenos Aires. Como dijera Serrat, este tipo de gente juega con cosas que no tienen repuesto.

La política de su canciller respecto de Malvinas también es desdorosa, además de inútil, y en general se asienta una tendencia a la chatura y a la falta de valores públicos que caracterizan a la época, como asimismo aparecen serias denuncias de peculado y corrupción contra su gobierno, siendo quizás la más grave la que lo involucra en la venta clandestina de armas a Ecuador y Croacia, relacionada a su vez con la voladura del arsenal de Rio Tercero. Solo recibió una condena por la venta irregular del predio que actualmente ocupa la Sociedad Rural en Palermo, luego revocada por prescripción de la acción penal.

En su mandato, y siguiendo el esquema neoliberal, la Nación se deshizo de las reputadas escuelas normales nacionales, que fueran los pilares de la educación argentina desde fines del siglo 19, traspasándolas a las provincias, sin el consecuente presupuesto. Eso agravó y volvió crónico el problema salarial de los docentes y la decadencia de la educación. Ningún gobierno posterior modificó ese esquema ni devolvió la jerarquía al sistema educativo, que, paradójicamente, fuera ideado por los liberales de la generación del 80. Algo similar pasó con los grandes hospitales.

Según sea la suerte –sobre todo económica- corrida durante su mandato, así será la opinión de las personas sobre este mandatario, lo cual revela la condición pancista del votante local.

También es llamativo que este candidato sea fuertemente criticado por sectores del propio frente político al que perteneció hasta el último día de su vida, los que sin embargo, y en definitiva, nunca dejaron de aceptarlo entre sus filas, lo que haría pensar que en muchos casos, las declaraciones altisonantes en su contra están más cerca del cotillón y de la apariencia que de la verdadera dignidad.

Quizás sería más sano socialmente aceptar que el hombre fue votado masivamente no una sino dos veces para Presidente de la Nación, hasta por  los que hoy lo niegan a viva voz. Y luego de asumirlo, ahí sí, preguntarse por qué sucedió eso, y proponerse algo mejor.

Aceptar la realidad es madurar, y madurar es el presupuesto indispensable para crecer.